•Setenta y cuatrø•

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HoSeok suspiró tristemente al observar la claridad filtrándose entre las cortinas. ¿Cómo sería allí afuera? Moría por echar un vistazo, pero correr las cortinas, era un pequeño lujo que no podía darse.

¿Qué sería de él ahora? Se dejó caer en la cama de Sunoo y cubrió su apesadumbrado rostro con su antebrazo.

Hacía pocos días que estaba allí encerrado, pero aquellos días se sentían como una eternidad.

Cuando Sunoo lo dejaba solo, se tornaba doloroso. Ello le daba tiempo a pensar. Pensar en todo lo que había hecho mal en su vida, pensar en su familia, sus amigos, y sobre todo, en TaeHyung, en lo mucho que lo echaba de menos. Era tan desesperante. ¿Y si estaba hambriento, solo o asustado? O peor aún, ¿y si los Sanguinems lo tenían a su merced?

A decir verdad, ya no le importaba obtener su perdón, incluso podía soportar el ya no volver a verlo, podía continuar incluso sin sentir su calor, sin escuchar su voz, sin sentir sus manos rodeando su cuerpo o sin ver aquella hermosa sonrisa nunca más; todo podía llegar a soportarlo, menos que estuviese sufriendo. Imaginarlo solo y triste le generaba un dolor físico. Las palabras: “Por favor, que esté con vida” se habían convertido en un mantra que constantemente repetía.

La impotencia de no saber cómo se encontraba era lo que lo estaba carcomiendo por dentro.

Sunoo regresó al anochecer con una bandeja repleta de alimentos. Este encontró a HoSeok observando las fotografías que colgaban de la pared.

—¿Quién es? —preguntó el mayor con voz rasposa y la mirada perdida—, aparece en casi todas tus fotos.

—Era mi mejor amigo.

—¿Era? —inquirió esta vez con cierta inseguridad. 

—Fue asesinado por los Sanguinem —respondió en un hilo de voz mientras apoyaba la bandeja de alimentos sobre la cama.

HoSeok volteó a mirarlo, saber aquello lo dejó atónito.

—Lo siento —musitó apesadumbrado—, lo siento mucho.

—No es tu culpa —dijo Sunoo intentando no demostrar lo mucho que le dolía recordar aquel fatídico día.

—Sucede que… Aún si quiero olvidar quien soy, sigo teniendo esta marca en mi piel que me recuerda que formo parte de ese grupo de asesinos.

—Un estúpido tatuaje no te define —Sunoo apoyó su mano en el hombro de HoSeok— tus acciones sí lo hacen, y si mal no recuerdo, tú me salvaste.

—¿En verdad lo hice? —HoSeok intentó forzar su memoria, pero no pudo recordar nada. 

—Prácticamente le grité a mi padre frente a toda la aldea, ¿es que no has escuchado nada?

—Créeme, cuando tus minutos están contados, no prestas mucha atención a las conversaciones a tu alrededor.

—Entonces supongo que no tienes idea del por qué estoy haciendo esto por ti. —Aunque a Sunoo no le sorprendía, había intentado hablar con HoSeok por varios días, pero este simplemente parecía estar en su propio mundo. Hasta el momento, aquella era la conversación más larga que habían tenido.

—No tengo idea de nada —suspiró—, no sé quién eres o por qué te arriesgas por mí, siquiera sé qué es este lugar y el por qué me quieren muerto. Pero, tampoco es que me importe, nada de todo esto importa. 

Sunoo bajó la mirada.

—Ya, come tus alimentos antes de que se enfríen.

HoSeok obedeció. Se posicionó frente a la bandeja y comenzó a comer sin darle demasiada importancia a lo que ingería, masticaba muy lento, comía solo para no sentirse tan débil, pues le era difícil pasar bocado.

El último Omega || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora