•Tres•

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NamJoon intentaba concentrarse en su trabajo, pero le era casi imposible con el bullicio que había en los pasillos del laboratorio. Sin duda algo estaba ocurriendo.

La sala de investigaciones donde se encontraba NamJoon, estaba situada en el subsuelo, junto aquella donde estaban los embriones de proyectos fallidos y el muy esperado Y-95. Por ello, el sonido en aquella zona puntual del laboratorio, tendía a ser sepulcral. ¿Qué provocaba que estuviesen todos haciendo semejante alboroto?

El joven, tomó su libreta y comenzó a hacer anotaciones respecto a sus pocos avances del día, y es que el sonido de tacones; el bullicio y como si fuese poco, la tormenta que se había desatado, no le habían permitido concentrarse en todo el día.

De pronto, un aroma extraño invadió por completo su sala de trabajo. Un aroma que le era imposible describir, pues nunca antes lo había sentido. Podía decirse que era similar al aroma de claveles y azahar, dulce y fresco. Curioso por saber de qué se trataba, NamJoon se acercó a la puerta, allí vio a dos enfermeras dando trotes hacia la sala donde se encontraba el proyecto Y-95.

—¿Me pueden decir qué es lo que sucede, y qué rayos es ese olor? —preguntó NamJoon en voz baja hacia una de ellas.

Sin detenerse, la enfermera más joven volteó.

—Y-95 ha nacido. —En seguida, ambas se metieron a la sala, cerrando las puerta tras de sí.

NamJoon se quedó estupefacto. Había funcionado, ¡por primera vez después de tantos años! ¡Un Omega!

¿Cómo afectaría ello a la sociedad? Pensaba. La llegada de ese bebé tal vez podría generar un revuelo. El tan solo recordar las terribles batallas que se habían desencadenado cuando los Omegas habían comenzado a escasear, lo perturbó.

Claramente, ningún ciudadano de Nueva Corea sabía a ciencia cierta cómo era vivir con Omegas. Y lo poco que sabían, podía ser fácilmente una mentira, ya que eran dichos de boca en boca que pudieron ir malinterpretándose con el pasar los años.

Por una razón que desconocían, el gobierno había promulgado una ley, esta consistía en que toda información respecto a Omegas, incluidos libros; sitios de Internet, revistas y películas, debían ser eliminadas. No podía existir ningún rastro e información que diese la certeza de que los Omegas habían existido y mucho menos, que habían formado parte de la sociedad.

NamJoon, había escuchado muchas veces que los Omegas eran débiles e inservibles, que su único propósito era tener cría, que se habían extinguido no por culpa del Ansark, sino, debido a los avances tecnológicos referentes a fecundaciones artificiales. Como los Omegas ya no servían para nada, porque con los avances científicos se podían crear embriones, la misma naturaleza se había encargado de destruirlos.

Sí, se decía que solo los más fuertes y aptos sobrevivían. Pero por alguna extraña razón, lejos de ser Alfas cada vez más fuertes, a medida que pasaban los años eran más y más débiles.

Más allá de que los hacían ingerir todo tipo de pastillas, el debilitamiento era algo que los acompañaba desde que abrían sus ojos por primera vez en aquel mundo. Ni su fuerza, ni su envergadura, ni su olfato, eran como antes.

Había tantas cosas que no se explicaban, pero ¿quién podría querer saciar sus dudas cuando preguntar era un delito?

Había tantas cosas que no se explicaban, pero ¿quién podría querer saciar sus dudas cuando preguntar era un delito?

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El último Omega || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora