Suna iba a tientas por un pasillo oscuro y lóbrego. El olor a encierro y la humedad que se filtraba a través de las paredes, hacía que se le dificultase el respirar. De todas formas, había pasado por cosas peores.
De pronto, escuchó un “click”, como si alguien hubiese presionado una perilla, segundos después, una tenue luz se encendió.
Curiosa, observó a su alrededor, sorprendida de que la luz hubiese tardado tanto en encenderse. La instalación eléctrica parecía ser muy antigua, pues divisó una bombilla como las que se solían utilizar décadas atrás.
Ahora que podía ver todo lo que había a su alrededor, no iba a dejar pasar ningún detalle. Con discreción, visualizó las paredes impenetrables y el suelo de granito, también notó unas escaleras, al parecer iban hacia un piso más abajo. Lo primero que vino a su mente, fue que si a duras penas podía respirar allí arriba, en el subsuelo no tendría aire suficiente. Aquel lugar era sin duda la pesadilla de cualquiera que sufriese claustrofobia. Bien, todo era soportable.
Suna seguía memorizando cada cosa. Diecinueve pasos hasta las escaleras, suelo de granito, paredes reforzadas, un ducto de ventilación pestilente, un cableado antiguo que demoraba tres segundos en proveer energía, incluso contó la cantidad de escalones que estaba bajando. Diez, para ser precisos. No podía dejar pasar ningún detalle, por más ínfimo que fuese.
En cuanto bajaron las escaleras, los guardias se le adelantaron y comenzaron a guiar su camino, no había razón por la cual rodearla, de todas formas, no podría huir ni aunque quisiese, de ello estaban muy seguros, aunque Suna no pensaba lo mismo.
Allí se encontraron con un nuevo pasillo, este estaba siendo tenuemente iluminado por una lucecilla de color verde. Algo que sin duda llamó la atención de Suna ¿Cómo podían valerse de la bioluminiscencia en un pasillo subterráneo donde no había vegetación que proyectara luz? En seguida observó de un lado a otro y entonces lo supo. Las paredes subterráneas estaban revestidas con arcillas las cuales tenían ramas y hojas incrustadas. Estas sin duda contenían las bacterias marinas con las propiedades luminosas. Suna grabó en su mente aquel detalle que no podía dejar pasar: «El pasillo del subsuelo ya no cuenta con tecnología antigua, sino con iluminación constante a base de bioluminiscencia con censores de movimiento»
Avanzando por aquel pasillo subterráneo mal oliente y sucio, Suna no pudo evitar experimentar cierta inquietud, como si percibiera a sus espaldas unos pasos invisibles, pero tras voltear, no logró ver nada.
Ella conocía muy bien esa sensación, ya que era una fiel creyente en el fenómeno de la escopaesthesia, así que si sentía que estaba siendo observada, era porque realmente había alguien observándola. Por ello intuyó que habría cámaras de seguridad. La clave era detectarlas. Bien, ya tendría tiempo de hacerlo. De todas formas, su plan era infalible, sabía que aunque estuviesen vigilándola, no habría forma de que fallase, más bien todo lo contrario, era un punto a su favor.
Tras hacer algunos pasos más, catorce, notó que a su alrededor fueron apareciendo pequeñas celdas.
Todas parecían estar vacías, de hecho tenían las puertas abiertas de par en par. Estaba observándolas cuando uno de los guardias la empujó hacia una de ellas, tomándola por sorpresa y haciendo que cayese al suelo.
—Aquí te quedas —dijo finalmente uno de ellos. No esperaron a que siquiera reaccionase, en menos de un segundo, dieron la vuelta con intenciones de marcharse. No se molestaron en cerrar las puertas de las rejas, confiaban demasiado en aquella fortaleza subterránea.
—¡No me dejen aquí! —farfulló Suna entre sollozos fingidos, un poco de teatro nunca estaba de más. El eco de su voz resonó entre las paredes, pero los guardias siquiera voltearon.
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El último Omega || Yoonmin
FanfictionLos alfas, son los únicos sobrevivientes a una falla genética que ha acabado extinguiendo por completo a los Omegas. Todo se complica cuando un grupo de científicos se unen para crear un Omega alterado genéticamente. ⚠️Si de pronto leen algo que no...