Alexander
—¿Oh dios, porqué tengo tantas hijas? — Se preguntó a sí mismo mientras se pasa las manos por el cabello y camina lentamente por el pasillo del palacio para llegar a la habitación — ¿Acaso es un karma que debo pagar? ¿Pero karma de qué? Si yo siempre he sido tan bueno —
Sin tener respuestas, entró en la habitación cerrando la puerta tras de el y se acercó poco a poco hasta la cama mientras la habitación está en pleno silencio, un momento de silencio que añora, porqué sus otros hijos por raro que parezca, ya están dormidos, porque esos demonios...perdón niños, lo están volviendo loco, las gemelas coquetean con los guardias y Bella enamora a una cocinera, pero ellos ya son más grandes...¡Los pequeños! Dios, esos lo están volviendo loco de remate.
Esos dos niños rubios que juegan todo el tiempo con reliquias de la realeza como si fueran exploradores, todo el tiempo corren entre las piernas de los asesores y llegan gritando a las reuniones, y las niñas, bueno, tiene tantas hijas que el palacio ya parece juguetería color rosa.
— Por favor qué sea niño, sólo un niño más y ya me operare — Dijo cruzando los dedos antes de mover la suave manta que cubre ese pequeño bulto en la cama — Adoro a las niñas, las amo, pero ya tengo tantas que me moriré cuándo todos los hombres vengan a pedirme su mano —
— Tú ya estás muerto desde que encontraste a una de tus gemelas enseñando las pantaletas a un guardia — Comentó rápidamente una voz femenina
Escuchó una suave risa que asustó al pequeño bebé debajo de la sábana haciéndolo temblar y Vanessa tomó asiento en la esquina de la cama con su habitual sonrisa, no luce cansada ni mucho menos, parece incluso más jovial, con ese bonito cabello rubio que cae como cascada por su espalda, con esa sonrisa y ese gran, pero grandes senos, perdón, con su gran corazón por sus hijos.
— ¿Me estás viendo los senos? — Dijo Vanessa tomando un cojín para cubrir su pecho — ¡Alexander acabo de tener un bebé y otro de nuestros hijos está casi muerto en el cuarto que sigue, no me veas! —
Alexander pasó saliva y lentamente le retiro el cojín. ¿Él que puede hacer? Esos senos son muy llamativos, pasó saliva como un perro hambriento y disimuló su hambre de pasión.
Ahora entiende porqué sus hijos son tan precoces.
— Yo también estoy triste, pero un buen rey se cura mirando senos, los tuyos —
Vanessa se permitió sonreír un poco y se pasó las manos por el cabello, llena de emoción y ansias porque aún no mira al bebé.
— ¡Ya por dios! Sólo levanta la sábana, mira lo que hicimos en mi consultorio ¡¿Acaso no es preciosa?! —
— ¿Preciosa? — Preguntó alarmado — ¿Qué no es niño? Pensaba llamarlo Edward —
Vanesa negó con la cabeza divertida mientras destapa a ese pequeño bulto en la cama y la toma en brazos, dejando ver una pequeña niña de rasgos finos, tan pequeña que se esconde entre sus brazos, con su ropa rosada y sus pequeños ojos cerrados.
— ¡Tuvimos una niña! — Vanessa sonrió ampliamente — Estoy tan emocionada, tenemos tantas niñas que el palacio siempre está...—
— ¿Cómo una locura? — Dijo tomando asiento a su lado mirándolas con cariño.
— La locura es alegría Alexander, y no digas nada, tú ya naciste algo demente — Vanessa dejó a la bebé entre sus brazos — Acostumbrate a ella ¿Acaso no estás feliz? —
ESTÁS LEYENDO
El Rey (Saga Médicos Parte 3)
Roman d'amourDesde pequeño Andre siempre ha tenido claro que quiere ser él mejor médico de Londres, incluso más que su madre, la reina de Inglaterra, pero su obstáculo no es la cantidad de trabajo en el hospital o sus pacientes, sino que es un príncipe sumido...