Capítulo 16

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2022

Coldville, Australia.

Los jeroglíficos se posaban frente a ella grabados en su viejo libro polvoso pero no parecían revelar nada nuevo. Alma desdichada acecha a Scarlett y Michael a través de los tiempos y decide asesinarlos antes de cumplir los 21 años. Sabía que nada era coincidencia y que el dueño o dueña de tal alma era siempre la misma, solo que tenía la capacidad de fluctuar en cada vida a su antojo.

Con hastío y tedio, alejó el libro de su vista. Sentía la obligación y responsabilidad de ayudar a esos jóvenes desde muchísimo antes de conocerlos y no sabía el por qué, solo sabía que era una necesidad innata e incontrolable en ella. Recordaba el momento en que todo había comenzado como si fuera ayer, a pesar de que sus visiones sobre esos desconocidos empezaron cuando Marlene tenía tan solo 25 años de edad. Con los 40 años pisándole los talones, sin ninguna pista nueva sobre las almas que logró encontrar luego de tantos años de esfuerzo y con el reloj marcando que cada segundo su destino los acechaba desde más cerca, los nervios la carcomían.

Se levantó de su asiento con cansancio y una sensación de derrota. Un dolor punzante y agudo se instauró en su sien, apuñalándola e impidiéndole caminar. La habitación pareció dar vueltas hasta desorientarla. Miles de luces se posaron debajo de sus párpados y todo se detuvo repentinamente. Le tomó unos segundos a Marlene volver a saber dónde estaba y qué le había pasado. Al abrir los ojos se dio cuenta que había sido ese sentimiento que hacía tanto tiempo no le ocurría con esa intensidad: una visión. Su alrededor parecía sacado de una película y todo se notaba borroso y apagado. Sentía que veía todo desde el cuerpo de alguien más, como si no fuera ella quien estuviera viviendo eso. 

Parecía encontrarse en un local antiguo y abandonado donde el olor a humedad y suciedad reinaba. Había telas y plásticos cubriendo las ventanas, dejando entrar tan solo unos pocos rayos de luz suficientes para ver lo que tenía delante sin tropezarse con nada. Caminó sin rumbo aparente inspeccionando todo lo que veía, intentando descubrir por qué necesitaba ver aquel lugar y en qué le ayudaría conocerlo.

Pasó por habitaciones que parecían ser todas iguales. Mismos muebles, mismo polvo, misma oscuridad. Sin saber cómo, llegó a la esquina de una que parecía ser más oscura que las anteriores. Caminando a ciegas y poniendo todo su esfuerzo en agudizar sus otros sentidos, notó un olor peculiar a cera y humo, como si recién hubieran apagado una vela en ese mismo lugar. Con su vista más adaptada, pudo ver lo que se posaba frente a ella con una sensación de espanto y asombro recorriendo cada fibra de su ser. Debía hacerle saber a Scar y Mike sobre esa visión. El día de su muerte se acercaba mucho antes de lo que pensaba y ellos no podrían hacer nada al respecto.

Todo volvió a dar vueltas para ella y esta vez las náuseas la acompañaron. Volvía a estar en su casa y no sabía cómo ni en qué momento se había vuelto a sentar frente al libro cuyas hojas se encontraban cubiertas en palabras. No, no lo estaba viendo ella sola. No era una predicción, parte de su don o una visión más. El libro que solo ella solía poder leer y que toda otra persona veía vacío se encontraba repleto de tinta formando una historia que jamás había leído o escuchado. Las letras eran grandes y desastrosas, casi irreconocibles si no supiera que ella misma las había dibujado de esa forma en un momento de inconsciencia.

Intentando ignorar el temblor de sus manos, fue hasta la primer página que se encontraba escrita y comenzó a leer con temor:

"En el comienzo de los tiempos cuando no había nada más que dos entes que vivían por el amor del otro, se creó el universo. Diverso, infinito e inigualable. La mejor obra de arte que alguien o algo se pudiera imaginar.

Uno de esos entes responsable de la creación de la existencia misma necesitaba más. Algo más significativo, más propio, más identificativo y desastroso, pero al mismo tiempo insignificante y reemplazable ante su falta. Por eso creó el planeta Tierra y a sus habitantes, los humanos.

Los humanos eran impredecibles y salvajes, pero este ser supremo parecía amarlos más que nada. No había conseguido crear algo tan único y especial hasta ese momento, pero algo les faltaba. Necesitaban ser más racionales y pensantes aunque sin ser conscientes de la fuente y propósito de su existencia y sin dejar de lado su parte pasional e imprevisible. Haciendo su máximo esfuerzo y bajo la atenta mirada de su compañero supremo, les dio un alma única. No pudo hacer algo tan especial e irrepetible de manera infinita, por lo que impuso una regla a su creación. Sus almas se trasladarían las veces necesarias, en cuerpos e identidades diferentes a lo largo de los tiempos, hasta encontrar la felicidad y evolución individual necesaria para llegar junto a los dos entes creadores del universo. Todo esto acompañados de su alma gemela, aquella que la complementa y ayuda en ese camino hacia la felicidad infinita.

Pero no todo era tan perfecto e ideal como parecía, ya que su compañero estaba consumido por la envidia e ira que le producía la simple idea de que él no fuera suficiente y necesitara que esas llamadas almas perfectas los acompañaran al final de los tiempos. Por eso, con todo el odio que su ser tenía, creó sus propias almas. Eran pocas y casi tan perfectas e inigualables como las otras, pero estas estaban destinadas a acabar con ellas a una edad lo suficientemente joven. Jamás alcanzarían la felicidad ni tendrían la oportunidad de encontrar a su otra mitad ni a nadie que los complementara. Serían completamente conscientes de su propósito y motivo de existencia, haciéndolos aún más infelices. Y sin aviso previo ni pudor alguno, entregó esas almas a los humanos, condenándolos a la miseria y terror absoluto."

Con las lágrimas y la sensación de que algo más grande que ella había sido confiado a ella, Marlene cerró el libro y se prometió a sí misma guardar algo que parecía un secreto místico.

Se enfocó en llamar a Scarlett para contarle sobre su visión y advertirle sobre lo cerca que estaba su destino. El tono en su celular sonaba y sonaba, pero nadie respondía del otro lado. El disgusto se le instauró en la boca del estómago y supo inmediatamente que algo había ocurrido. Era demasiado tarde.

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