Capítulo 7.1: Corazón robado

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1978

Londres, Inglaterra.

La neblina cubría las calles, imposibilitando que los autos tengan una vista clara del camino. Era una noche fría y ventosa, pero eso no impidió que la gente saliera de sus casas para disfrutar de los shows y restaurantes que se ofrecían en la ciudad.

Autos lujosos paraban frente a los hoteles más caros. De ellos salían familias adineradas que llegaban a pasar el rato, o a veces parejas que decidían ir un fin de semana a relajarse.

En medio de la felicidad de esas personas, con un chirrido agudo y de entre la niebla, salió a toda velocidad un Mercedes-Benz de última generación, dejando la huella de las llantas a su paso. Dentro de dicho auto, una joven pareja se encontraba rebasada de felicidad mientras cantaban a los gritos al sonido de "Don't stop me now" de Queen en la radio.

- "Don't stop me now. If you wanna have a good time just give me a call. Don't stop me now. 'Cause I'm having a good time. Don't stop me now. Yes I'm havin' a good time. I don't want to stop at all..." Y eso fue lo último de la banda Queen.-dijo el locutor de la radio, terminando la canción y obligando a los jóvenes a dejar de cantar.- Ahora, las últimas noticias de la noche. Si andan por el centro de Londres, sean precavidos. Por la zona de la calle Westminster se han registrado nuevamente robos de autos de alta gama. La policía cree que se trata de la misma pareja que han estado persiguiendo los últimos dos meses. En otras noticias...

La castaña presionó el botón para apagar la radio dejando a ambos en un completo silencio, solo con la compañía del ruido del motor. Habían disminuido la velocidad y ya se encontraban conduciendo por las calles de las afueras de la parte céntrica de la ciudad. Hicieron contacto visual por unos minutos e inmediatamente, las carcajadas llenaron el ambiente.

Rose observaba completamente ensimismada a Derek conducir. Eran la pareja más imperfectamente perfecta que alguien hubiera conocido. Hacían desastres en la ciudad, delinquían, vivían en un edificio casi en las ruinas y sus salidas consistían en carreras de autos, lugar en donde se habían conocido. Pero si alguien se atrevía a interponerse entre ellos o lastimar a uno, el otro era capaz de matar y morir para salvarlo. Se cuidaban y se amaban de la forma más pura, a pesar de que sus hábitos no eran lo más puros.

Llegaron a un viejo edificio en una de las partes más alejadas de toda civilización. Rose se bajó de auto para abrir un gran portón y dejar que Derek estacionara dentro. No era seguro dejar algo de tanto valor en una zona tan peligrosa. Una vez que entraron, cerró rápido todo y se dio media vuelta cruzándose con unos ojos marrones muy conocidos para ella.

-Adivina cuántos tenemos.-le dijo él con emoción tapando sus ojos para evitar que pudiera contar los autos que tenían hasta el momento.

-Mmm...-se quedó pensativa unos segundos.- ¿Siete?-dijo con duda.

-Uy, casi, querida.-mencionó fingiendo decepción.- Ya vamos nueve, hermosa.

Rose lanzó un pequeño grito de emoción y se lanzó a sus brazos para envolverlo. Él la tomó por la cintura levantándola unos centímetros del piso.

Luego de su pequeño festejo, subieron a su desastroso departamento. Tenían tan solo una gran cama que compartían y una pequeña cocina con las cosas básicas.

Había sido un día largo que los había dejado totalmente agotados. Prendieron la pequeña y vieja televisión que tenían para poder ver que había de nuevo en las noticias. Al igual que en la radio, la mayor noticia era el escándalo que estaban causando entre los ricachones. En tan solo unos meses, habían conseguido fastidiar a las familias más reconocidas de la ciudad al robar sus preciados coches. Lo mejor de todo, al menos para ellos, es que no tenían forma de localizar siquiera partes de sus autos, ya que habían decidido no revenderlos y, en cambio, usarlos para las carreras clandestinas.

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