Ocho

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Cuando Azael despertó se sentía confundido y cansado, pero sobre todo hambriento. Muy hambriento.

Se dió cuenta que estaba en su cama y por las cortinas entreabiertas podía ver la tenue luz del sol colarse e iluminar vagamente la habitación. A decir verdad se sentía bastante perdido, no sabía si era el alba o el ocaso ni que tanto había dormido, lo único que sabía era que al menos ese dolor tan horrible y abrazador se ya había esfumado de su cuerpo. Intentó levantarse de su cama notando que le faltaba la fuerza incluso para hacer algo tan tonto cuando sus brazos temblaron, pero aún así consiguió incorporarse en la cama mirando por toda la habitación de forma lenta. Y cuándo la puerta se abrió el chico volteó de forma instintiva encontrándose con el rostro algo sorprendido de Hendrick ahora congelado a medio paso en la puerta.

  —Ma-majestad —dijo como si no se lo creyera— ¡Iré por el médico, por favor no se mueva!

Azael no pudo ni si quiera responder cuando volvió a quedar totalmente solo en la habitación de nuevo, desconcertado y extrañado en su cama. Supuso que tal vez su desmayo había sido un poco más preocupante de lo normal si habían tenido que llamar al médico, posiblemente eso explicará el hambre que tenía como si pudiera comerse un banquete él solo, sin embargo el doctor no tardó en atravesar la puerta seguido de Hendrick, un par de sirvientas y de su propio padre quién parecía especialmente preocupado y a la vez feliz como nunca.
Las sirvientas y su guardia permanecieron a un lado en la puerta, y mientras él rey esperaba ansioso al veredicto del experto. El hombre revisó su temperatura corporal, comprobó sus signos vitales para saber si estaban en orden, midió su fuerza haciendo que el príncipe le apriete la mano, y luego se concentró y revisó también el estado de su magia haciendo algunas cuantas anotaciones antes de sonreírle con amabilidad.

  —Esta bien, esta estable y despierto lo cual es bueno alteza —dijo antes de poner una expresión más seria— pero por al menos una semana no podrá ni deberá usar su magia en lo absoluto.

  —¿¡QUÉ!? ¿¡Está bromeando!?

  —Hijo por favor cálmate —dijo el rey con suavidad antes de acercarse al chico, apoyándole la mano en el hombro— escucha al médico ¿Si?

  —Príncipe, cometió una enorme imprudencia con el hechizo que realizó y estoy seguro de que es conciente del riesgo que conllevaba pero aún así lo hizo —lo reprochó el brujo mayor con seriedad antes de suspirar pesadamente— estuvo al borde de que Motum viniera por usted y duró casi cuatro días inconciente cuando logramos salvarlo de milagro.

Azael enmudeció del asombro antes de ver sus propias manos notando que se hayaban algo pálidas y también su torso bajo el hermoso camisón blanco de lino y seda que lo cubría.

  —¿Ta-tanto tiempo estuve...?

  —Cuando lo atendí parecía un auténtico cadáver y ha tenido a todos sumamente preocupados sin saber si despertaría o cuándo alteza.

Azael se quedó callado mientras la mano de su padre permanecía sobre su hombro, y vió de reojo que la expresión del rey era una cansada y cargada de preocupación. De seguro que en esos días su padre no había dormido nada bien y habría sentido aún más peso que el que ya tenía con su trabajo.
Agachó la cabeza un poco sin poder evitarlo y sin decir nada más para discutir.

  —Lo importante ahora es que descanse mucho. Progresivamente irá recuperando su fuerza y control sobre su energía mágica, pero lo mejor será que se quede en cama hasta poder al menos levantarse y moverse sólo alteza —dijo el médico volviendo a su tono amable como para cortar la tensión que se había creado— enseguida le traerán algo de comer así que si necesita cualquier cosa no dude en llamar a los sirvientes o a su guardia, pero intenté no hacer las cosas sólo por ahora por favor. Yo estaré haciéndole revisiones casi diarias para ver su avance y decidir si está listo para volver a usar magia o no todavía.

El Príncipe Bastardo [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora