Con el transcurso de los días el cumpleaños de Azael estaba cada vez más próximo, y como miembro de la realeza eso significaba por consiguiente que debían hacerse grandes celebraciones. Lo habitual para cuando un príncipe cumplía años —y estando cada vez más próximo a la mayoría de edad como lo estaba su hijo— era una gran fiesta donde todos los nobles y personas pudientes de toda Syntra estuvieran presentes entre abundantes festines, música y bailes; debía hacerse en palacio una gran reunión que de seguro duraría hasta que rompiera el alba del día siguiente, habría varias palabras y un festival para que el pueblo pudiera formar parte de las celebraciones también aunque claro fuera del castillo.
El rey por supuesto había empezado al igual que sus sirvientes con los dichosos preparativos llamando a una modista de renombre para su hijo y los demás miembros de la familia, dejando a los mejores cocineros organizar el gran banquete de acuerdo a los gustos de su hijo, a los jardineros y floristas preparar todo el exterior y algunos cuantos arreglos en floreros, y también había contratado ya decoradores que pudieran embellecer aún más el interior del palacio para el dichoso día. Al igual que cada año, se entretenía pensando que clase de regalo le pediría su hijo está vez... Azael nunca había pedido joyas para exhibir, no había pedido jamás una hermosa esposa, mucho menos caballos ni grandes lujos; su hijo solía pedirle libros que por lo general estaban prohibidos o escritos difíciles de hayar aun para el poder de un rey, a veces hasta tenía que buscar a los más talentosos brujos y convencerlos de confeccionar libros con lo que su hijo deseaba. Para Arthur esa era la mejor forma de matar el tiempo mientras esperaban su pequeño para el desayuno. Una vez el joven hasta le había pedido diamantes de sangre para hacerlos polvo como otro ingrediente más, y en otra ocasión incluso le había dicho que deseaba un antiguo libro prohibido de runas que formaban parte de una magia peculiar que se practicaba en Mostheim y había sido casi imposible de conseguir; así que pensó que éste año su pequeño también pediría libros sobre hechicería oculta o sobre magia que el rey ni si quiera sospechaba que podían existir.Y cuando Azael entró en el comedor, Arthur sonrió dándole la bienvenida mientras el lobo se marchaba. El rey sonrió y se preparó para escuchar el pedido que su hijo solía hacerle por esas fechas para que fuera más fácil la tarea de conseguir el regalo para el octavo día del mes que era su cumpleaños y a la vez la celebración.
—Buenos días —saludó Azael en general mientras se sentaba a comenzar su desayuno, entonces volteo a ver al rey— ¿Papá?
—¿Si hijo? —preguntó el hombre alzando su taza de té matutina— ya pensaste que me pedirás este año ¿Verdad?
El príncipe asintió suavemente y dejó sus cubiertos sobre la mesa de forma calmada mientras el rey se preparaba para ver qué tan acertadas habían sido sus predicciones en esos días y hace unos momentos.
—Éste año quiero que mí regalo sea navegar hasta el bosque de Sivis.
Arthur casi se ahogó con té y poco le faltó para escupirlo, pero dejó la taza de forma precipitada en la mesa y miró a su hijo con asombro esperando haber oído mal. Cierto es que no era un pedido ni una pregunta, era un hecho lo que le estaba informando su hijo, Azael iría con o sin su permiso cómo cada vez que realmente deseaba algo.
—Hijo —dijo apresuradamente mientras su esposa le acariciaba la espalda aún preocupada por el ahogo al igual que los tres jóvenes— ¿No es una idea muy precipitada? Jamás has viajado y es muy peligroso-...
—Papá por favor —interrumpió el brujo con una sonrisa tratando de calmar a su padre— sabes que necesito ir allí, todos los brujos van o lo intentan en algún momento de sus vidas. Por favor.
El rey seguía viéndolo como si su hijo acabará de pedirle una daga para suicidarse en pleno festejo de su cumpleaños. Sí que sabía que los brujos supuestamente habían sido concebidos y nacido en ese bosque por el encuentro entre la diosa y humano, que habían sido paridos en lo salvaje al amparo de la noche eterna y por eso todos iban allí al menos una vez en su vida, que regresaban a casa. Pero también sabía que había quienes no volvían a salir luego de entrar.
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El Príncipe Bastardo [Libro 1]
FantastikTodo empezó con un llanto... Un llanto que sonaba débil en medio del bosque, pero que fue tan poderoso como para cambiar cientos de vidas, incluyendo a la misma realeza. Pero esta no es la historia de un llanto, es la de un príncipe bastardo. La de...