Diecinueve

43 4 0
                                    

Únicamente por esa mañana las clases matutinas del príncipe se habían reprogramado para la tarde con la intención de darle al chico tiempo de descansar, y el desayuno sería servido más tarde también ya que la fiesta había durado en efecto hasta el alba y todos estaban agotados. Tanto Azael como el resto de su familia y algunos cuantos invitados que se habían quedado en el castillo por la celebración y regresarían en algunos días necesitaban esas horas extra de sueño.

Pero Azael no podía quejarse de su mañana a pesar de sus ganas de seguir durmiendo luego de que Hendrick lo despertara a besos, mordisqueando sus labios y bajando incluso por su garganta, bordeandole la yugular con los labios de forma juguetona.

  —Hora de levantarse príncipe —dijo acabando nuevamente encima del menor, medio trepado ya en la cama.

  —Solo un poco más... Me gusta que me mimes.

El lobo no se resistió. Luego de toda una noche viendo a su pequeña presa coquetear con tantas féminas la idea de reclamarlo un poco para él le agradaba bastante.

  —Aún tengo treinta minutos para bañarme ¿Verdad? Más el tiempo extra que inviertes despertándome siempre porque quiero seguir durmiendo —calculó Azael sonriendo.

  —Me suena a él tiempo suficiente para comerte.

El lobo quitó las sábanas de en medio y se encontró con el camisón a medio levantar sobre los muslos del chico luego de su siesta, sin embargo Azael levantó un poco más una de sus piernas logrando que la tela se deslizara con suavidad sobre sus carnosas piernas de porcelana dejando aún más piel expuesta.

  —¿Me comerás lobito? —preguntó con su tono más lindo mientras se mordía el labio.

Hendrick se relamió los labios acorralando aún mejor a su pequeño brujo.

  —Y no solo te comeré —respondió en tono ronco, acercándose al oído del menor para susurrar— más te vale no alzar la voz o tendré que taparte la boca.

Un escalofrío placentero le recorrió la columna al príncipe antes de abrazar a su atractivo guardia con la intención de besarlo para, en efecto, disfrutar un poco de la mañana antes de darse una ducha apresurada e ir a la mesa a desayunar con todos.
Y justo como imaginaba que pasaría, sus caderas resentían un poco la diversión salvaje que había tenido en su cama y sus muslos estaban agotados para caminar luego de tantos brincos, pero su humor era mucho más radiante ahora y de todas formas podía disimular el cansancio físico o excusarlo con la fiesta mientras estuviera en presencia de otros.

  —Buen provecho altezas. Señoritas, caballeros, buen provecho —les deseó Hendrick con una reverencia antes de marcharse.

Todos menos su familia le dedicaron una reverencia con la cabeza a modo de saludo mientras él tomaba sitio en su lugar, viendo a algún que otro invitado ir llegando también.

  —Buenos días —saludó en general mientras su desayuno era servido.

Y luego de eso una charla casi aburrida para ponerse al tanto de chismes, noticias y mucho más de la nobleza —además de recibir ciertos coqueteos sutiles por parte de las damas presentes—, el brujo usó cómo excusa el que Hendrick viniera a llevarlo a sus clases para poder marcharse y tener algo de ansiada paz lejos de la presencia de personas que no conocía ni le interesaba en lo más mínimo conocer. Historia, leyes, retórica, matemáticas y magia habían sido su razón ante todo el mundo —y sobretodo ante las damas— para poder desaparecer y no tener que ver a nadie más que el lobo y sus maestros por toda la tarde.

Ya casi caído el atardecer y luego de salir inconciente de sus últimas clases gracias a la nueva dimensión de su magia que aún no aprendía a controlar, Azael había devorado en la tranquilidad de su habitación una cantidad tan bestial de alimento como la que comía el lobo habitualmente cuando estaba bastante hambriento o hasta más, al punto en que Hendrick se había quedado mudo por tanto apetito. El lobo sabía que debía acostumbrarse a ver esa nueva alimentación en el chico ahora, solo que seguía sin poder creer todavía que alguien tan pequeño comiera tanto. Pero al final, cuando volvieron a quedar a solas después de que las sirvientas se marcharan, Azael suspiró.

El Príncipe Bastardo [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora