Apenas el lobo le informó que tendría algo de tiempo libre hasta la hora del té o tal vez de la cena, el chico sonrió mordiéndose con picardía el labio antes de empezar a caminar con algo de emoción. Y Hendrick ya conocía bastante bien esa emoción, tanto que ni si quiera necesitaba preguntar el destino.
—¿Entrará ésta vez?
—Por supuesto que si lobito~ —dijo mientras el taco ancho de sus zapatos resonaba apresurado sobre el mármol del piso— sabes que me gusta analizar por mí cuenta los síntomas que dejan mis venenos y que tan bien funcionan las curas.
El mayor no replicó nada. Claro que no le agradaba en lo absoluto que el pequeño brujo estuviera revisando de cerca a prisioneros peligrosos, podían salir mal demasiadas cosas, pero aún así Azael se las había arreglado para obtener el permiso de ir en persona allí a pesar de los riesgos y no tenía caso alguno tratar de meterle en la cabeza que no era buena idea.
—¿Preocupado de nuevo? —preguntó con cierta burla el príncipe.
—Sabe que la idea de que se exponga tanto no se me hace especialmente agradable.
—Son un montón de ratas envenenadas Hendrick ¿Qué es lo peor que puede pasar?
—Demasiadas cosas.
A medida que se acercaban a las escaleras que conducían durante un largo descenso hacia los calabozos, el lobo ya podía empezar a sentir aquel desagradable olor a humedad, sudor y mugre. Probablemente eso era lo que más le desagradaba de bajar a los calabozos, pero no era algo intolerable o que le impidiera desempeñar su labor adecuadamente, solo una molestia en su sensible nariz.
Los soldados saludaron a ambos y —aunque rápido— el saludo fue devuelto tanto por el príncipe como por su guardia antes de seguir camino por las alargadas escalinatas de piedra mohosa que se curbavan en un ancho espiral descendiente, rodeadas por paredes del mismo material ya verdosas y con algunas antorchas cada tanto que alumbraban con mayor fuerza de la normal gracias a que estaban embrujadas para iluminar tanto como si en el palacio fuera de día eternamente. Sin embargo por la falta de ventanas y luz de sol, las escaleras allí abajo era deprimentemente oscuras además de malolientes incluso para Azael que avanzaba a la cabeza.
Tardaron un rato hasta finalmente llegar a la entrada de los calabozos en donde dos soldados armados de aspecto muy poco amable y hasta tosco cuidaban que todo fuera en orden.—Majestad. Sir Hendrick —saludaron prácticamente al unísono los dos, haciendo una reverencia y moviéndose del paso con sus alabardas en mano.
Azael asintió con la cabeza a modo de saludo para ambos y se apresuró a entrar dónde más soldados de apariencia también algo fiera y peligrosa cuidaban todas las celdas en lo que un par de brujos ya adultos y encargados de dar una mano con las investigaciones del chico se paraban en señal de respeto. Ni si quiera Hendrick supo cual celda fue la que empezó, pero pronto los cuchicheos se hicieron presentes acerca del tan temido para ellos Raksha con corona mientras éste hablaba con los otros dos brujos-médicos para estar un poco al tanto de todo. De alguna manera eso ya era normal, todos los reclusos ahí solían referirse al príncipe menor como un ser maligno que había poseído el cuerpo del brujo ocultando sus cuernos y su animaloide figura tras una apariencia humana e inocente solo para experimentar con ellos y causarle más dolor del cual alimentarse. Cada que estaba el príncipe presente en las celdas los susurros aparecían alegando que su maldad nacía por ser un hijo de Sivis y maldiciendolo, pero el monarca jamás prestaba sus oídos o su tiempo a las habladurías de las pestes en sus jaulas, se limitaba a hacer su trabajo.
—¡Bastardo hijo de una gran puta! —gritó uno de los tipos desde una de las celdas, pegándose a los barrotes
El príncipe lo miró con curiosidad, como si viera a una rata hacer algún truco inesperado ya que para él, eso representaban todos los presos en ese sitio, un montón de ratas con la capacidad de hablar. Asesinos, violadores, pedófilos, rebeldes, la peste más repugnante de la sociedad a la que él sin embargo les daría un uso útil antes de que cumplieran su sentencia de muerte.
Uno de los uniformados más cercanos a la celda pronto tomó su espada y con una admirable brutalidad le propinó al preso un golpe en la frente con el mango de su arma logrando tumbarlo de culo.
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El Príncipe Bastardo [Libro 1]
FantasyTodo empezó con un llanto... Un llanto que sonaba débil en medio del bosque, pero que fue tan poderoso como para cambiar cientos de vidas, incluyendo a la misma realeza. Pero esta no es la historia de un llanto, es la de un príncipe bastardo. La de...