Dieciséis

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Los soldados del barco empezaban a ponerse algo nerviosos a medida que las horas transcurrían sin noticias de del heredero o su escolta. Habían arribado frente a la isla por la mañana poco después de la salida del sol, sin embargo ahora la luna estaba por darle paso nuevamente al alba. Varios de los hombres querían envíar a los brujos a bordo a buscar al príncipe solo para asegurarse que estuviera a salvo, pero éstos a su vez se negaban en rotundo diciendo que sería algo inútil incluso intentarlo aún si de trataba del príncipe y futuro heredero.

  —Los rituales nunca son rápidos, a veces pueden tomar horas o días... Y una vez que el ritual da inicio el bosque se encarga de que nada interfiera, ir a buscarlo sería en vano —había dicho uno de los marineros ya cansado de tantas quejas ansiosas— el príncipe volverá cuando esté listo para hacerlo, ir a buscarlo sería un sinsentido.

Eso zanjó momentáneamente la discusión, pero los soldados seguían inquietos sintiendo la vibra mágica y a la vez repelente del bosque que parecía no quererlos allí. Sabían que bajar del barco era condenarse a una muerte segura, apenas dejaran de tocar agua estarían entonces en las tierras de la peor de los hijos de la Gran Madre y no eran bienvenidos.
Más de uno conocía la historia del viejo rey de Mostheim que había intentado declarar el bosque como parte de sus tierras, por lo que toda la isla se había colmado de los susurros chirriantes de hadas furiosas ante aquella falta de respeto tan grave a Sivis; y pronto fueron ellas quienes obligaron a las raíces de sus árboles a crecer y atrapar al engreído rey primero por los tobillos y luego cubriendolo poco a poco hasta sepultarlo por completo bajo la madera. Según contaban las leyendas ninguno de sus hombres se atrevió a si quiera dar un paso en su ayuda al ver los diminutos rostros furiosos de las hadas saliendo de entre los troncos junto al sonido de cientos de rugidos, gruñidos y aullidos que provenían del bosque en señal de advertencia. Claro que él no había sido el primero ni el único en ser devorado por raíces o bestias al pisar tierras que no debía, pero si era el más famoso ya que su corona y vestiduras aún estaban enredadas en las raíces de un árbol alto y frondoso del montón que daba al límite de las tierras de Mostheim dónde incluso algunos huesos aún asomaban.

  —¡Hay movimiento! —gritó alguien por fin.

Todos se asomaron a la proa del gran barco viendo cómo lentamente un hocico amarronado asomaba de entre la oscuridad del bosque y la maleza hasta revelar por fin el rostro de una enorme bestia. Y todos a bordo boquearon entre el asombro y el horror mirando la escena frente a ellos. Les costó un poco distinguir que el que se acercaba a ellos era ni más ni menos que Hendrick en su intimidante forma animal, y dedujeron que lo que cargaba entre sus fauces eran los prendas del príncipe ya que entre las telas se lograba distinguir parte de la corona del mismo brillando con la luz lunar y dándoles un toque casi mágico a las joyas.

Sin embargo lo verdaderamente perturbador era el mismo príncipe...

Azael parecía sin dudas muy cómodo al estar montando al enorme lobo con una pierna a cada lado y sus manos sosteniéndose del peludo lomo de la criatura, pero lo peor no era el hecho de que el chico venía por completo desnudo sin ninguna clase de pudor; lo peor era que además de estar por completo desnudo, estaba manchado de sangre, césped y hasta barro por dónde se lo mirara casi, totalmente desprolijo y con lo que parecían pieles recientemente arrancadas de algún animal abrigándolo por la espalda del frío casi matutino, colgando desde su cabeza pero no ocultando su cuerpo. Y aún en ese estado en que Azael parecía cualquier cosa menos un miembro de la realeza o tan si quiera un ser humano civilizado, el joven brujo sonreía con una palpable felicidad y a la vez en calma.
Pronto la rampa hacia el barco fue desplegada y al lobo le bastó mojarse un poco las patas seguido de un simple salto para empezar a subir de regreso al barco cargando sin problemas con el príncipe que se sostenía de su pelaje.

El Príncipe Bastardo [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora