Azael no notó nada extraño en Hendrick esa mañana. El lobo se comportaba como de costumbre yendo a buscarlo al comedor y llevándolo con una breve charla hacia el salón —donde tomaba él sus habituales clases de hechicería matutina— antes de retirarse para entrenar con los demás soldados y mantenerse en forma; sin embargo su maestra esa mañana si que tenía un humor casi más radiante de lo habitual, tanto que el príncipe solo lo atribuyo a que ella tal vez había encontrado algún otro soldado en el cual depositar su interés y éste le había correspondido. Cualquier cosa era mejor que tenerla regalándosele al lobo con tanto descaro.
Pero a medida que la tarde avanzaba, Hendrick parecía cada vez más ido, demasiado pensativo y casi distraído. Eso fue algo que preocupo un poco a Azael, después de todo el mayor jamás se distraía en su trabajo...Algo le estaba pasando y debía de ser importante.
—¿Hendrick?
El lobo se volvió con un movimiento brusco hacia él como si acabará de despertar de un trance, y se quedó observándolo por algunos cuantos segundos con un rostro que el brujo no supo decifrar.
—¿Estás bien? —preguntó con un tono ligeramente preocupado, tomando la mano de su guardia— ¿Ocurre algo? Estás distraído y es muy raro en ti.
—No majestad, estoy bien.
Pero lo que más sorprendió al menor fue que Hendrick se soltara de su agarre. Nunca antes el lobo se había soltado de su mano o lo había apartado, incluso si quería soltarse solía pedírselo de forma amable o esperar a que él decidiera que quería dejarlo libre.
—¿Seguro estás bien? —inquirió nuevamente, aunque algo herido por esa actitud y el pequeño rechazo.
—Por su puesto majestad. No hace falta que se preocupe por mí.
Azael quiso creerle pero era imposible. Sentía que el lobo tenía algo raro que no le estaba contando, algo que lo perturbaba o lo molestaba lo suficiente como para distraerlo durante su labor de guardia, pero no tenía la menor idea de que podía ser y tampoco podía insistirle demasiado porque sabía que sería en vano.
Y el día siguiente tampoco fue mejor precisamente...
El príncipe no entendía porque Hendrick intentaba distanciarse de él rechazando su cariño como si de repente fuera otra persona. Su actitud ahora era más distante y frívola, no parecía querer acercarse más allá de cierta distancia protocolar como lo hacía en los primeros días que se habían conocido, y por supuesto que tampoco le dedicaba sonrisas o bromas como habitualmente; ni si quiera podía tomarle la mano o acercarse sin que el lobo buscará tomar distancia nuevamente como si fuera algo malo estar cerca. Eso tenía al brujo confundido y herido.
Durante ese breve tiempo en el que el soldado parecía actuar tan extraño, Azael había logrado unos mínimos avances sobre los ingredientes y cálculos en su pócima para la agricultura, pero cada vez que le pedía a Hendrick un consejo o le contaba de ello, éste parecía responder y hasta fingir interés más por respeto que porque realmente le importara algo de lo que él hacía. Ese fue otro golpe bajo. Aunque lo que más le causaba impotencia al príncipe eran sus clases de hechicería en las que el lobo estaba presente por invitación de la bruja únicamente, y por más que el intentará separarlos e incluso causar pequeños accidentes en sus conjuros, Hendrick sin dudas estaba más interesado en Gwendolyn que en él que se supone era su responsabilidad.Fue por eso que pensó en jugar su carta más desesperada al ver que ni si quiera su nuevo perfume para feromonas parecía tener un efecto como el de antes en el lobo. No pensaba aceptar tan fácilmente la derrota contra esa desgraciada bruja sin haber hecho primero todas sus jugadas, incluso las más sucias.
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El Príncipe Bastardo [Libro 1]
FantasyTodo empezó con un llanto... Un llanto que sonaba débil en medio del bosque, pero que fue tan poderoso como para cambiar cientos de vidas, incluyendo a la misma realeza. Pero esta no es la historia de un llanto, es la de un príncipe bastardo. La de...