Trece

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A Hamill la noticia no le desagradó ni sorprendió en lo más mínimo, el príncipe se había encargado personalmente de citarlo en privado y comunicarle que Hendrick volvería a su anterior puesto y por ende él ya no sería más su escolta, pero que lo había hecho maravillosamente y era algo que le comunicaría al capitán de su escuadrón para que lo tuviera en cuenta. El mayor se sentía en parte aliviado de que el asunto con Hendrick se hubiera resuelto, de que al final las cosas se aclararan, y aunque sabía que no todos le tendrían al lobo el mismo aprecio luego de lo acontecido, él y probablemente sus compañeros si se lo tendrían. Pero por sobretodo se alegraba un poco de que su antiguo capitán recuperara el puesto ya que eso significaba que ahora no le competía más a Hamill tener que hacerse cargo de posibles desmayos, accidentes con magia y mucho más que veían al lobo manejar con tanta soltura día a día al punto que hasta parecía una tarea sencilla.

  —Muchas gracias majestad, ha sido un verdadero honor para mí servirle durante estos días.

Y fue casi como si todo volviera a la normalidad de nuevo, exceptuando algunos pequeños cambios como las temporalmente pospuestas clases de magia y la creciente espectativa que había sobre el trabajo de Azael cuando el rey anunció durante la cena a toda la familia los logros que hasta ahora había tenido el menor de los tres príncipes. La reina y Lucius habían quedado prácticamente mudos ante la supuesta solución que el primogénito del rey estaba y había estado ideando  incluso mientras se reponía al punto de que estaban esperando los primeros resultados de prueba; y Cruzio por su parte se quedó mirando tan asombrado a su hermanastro menor que una mosca fácilmente se le podría haber metido en la boca y quedarse allí sobre su lengua mientras Arthur animado no hacía más que presumir y alabar la magia e inteligencia de su pequeño quién solo decía con cierta humildad que no era más que un estudio exhaustivo de la agricultura Syntrense y haber usado los errores de otros para solucionar el dilema en base a un diferente enfoque y punto de vista.
El brujo aseguraba que simplemente se trataba de una mezcla de ecuaciones para calcular las cantidades de cada ingrediente y química para saber que se ingredientes en específico era mejor usar, pero para todos los presentes era sin duda algo mucho mas complejo... Y la confusión de todos cuando Azael nombraba ingredientes que ni si quiera conocían y reacciones al igual que posibilidades, era algo que en parte le daba gusto al brujo, sentía inclusive cierta superioridad contra las habilidades de los demás miembros de su familia y podía presumir totalmente a sus anchas con falsa modestia y sin que nadie pudiera contradecirlo porque no entendían en lo absoluto lo que él hablaba.

Sin embargo lo que más disfrutaba Azael ahora que todo empezaba a calmarse y volver a ser como antes, era de la nueva cercanía que tenía con el lobo.

El asunto para nadie resultaba muy extraño o anormal, los cuchicheos hablaban sobre el juicio y lo allí acontecido, sobre la charla privada entre el lobo y el príncipe y que supuestamente allí habían arreglado y zanjado quién sabe qué con palabras; pero si el rey le había permitido a Hendrick regresar a su puesto de escolta real aún estando en un rango tan bajo era porque evidentemente había sido un pedido especial del príncipe, y teniendo en cuenta el apego que siempre habían tenido, a nadie le asombraba ver al lobo otra vez en su puesto como si nada. Azael y Hendrick habían sido siempre muy unidos, por lo que nadie veía nada raro en ello más que una gran y profunda amistad parecida como la que tenía Cruzio con su propio escolta y algunos otros soldados con los que habitualmente pasaba el rato, cazaba, e incluso —en muy contadas ocasiones ya que su madre lo desaprobaba— entrenaba.

Pero estando a solas, la situación se volvía mucho las íntima y hasta romántica...

Más prohibida.

Al pequeño brujo le gustaba mucho sentarse sobre las piernas de su guardia cuando estaban solos, expresarle en palabras cuánto lo amaba y oírlo de regreso, le gustaba recostarse contra su pecho, y en parte disfrutaba cuando el lobo le paseaba sus manos algo pesadas sobre las piernas acariciándole los muslos. Azael disfrutaba de besarle el cuello a Hendrick, sentir ese aroma tan particular del lobo y dejar que el contrario también embriagara su nariz con él. Pero lo que había descubierto más recientemente era que la voz grave y firme del lobo lo prendía de sobremanera, y más cuando susurraba en su oído.

El Príncipe Bastardo [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora