Veinticuatro

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El palacio estaba abarrotado de invitados con sus más elegantes trajes y vestidos para la ocasión. Cientos de telas colgaban en los techos y por las paredes decorando sobre la piedra gris, arreglos florales, estatuas, sedas y el emblema de los Soleil y de Syntra se hayaba en enormes estandartes ubicados estratégicamente en el salón y el jardín. Los violines y flautas sonaban junto a risas, voces, pianos y tambores a medida que los invitados empezaban a tomar lugar en los jardines reales, cada cual en su propio asiento ya pre-elegido por el personal del palacio y los reyes.
Todos estaban felices y ansiosos de que la espera por fin hubiese acabado, aquel era uno de los mayores eventos que se daban en palacio y el más imperdible sin dudas luego de una coronación, por lo que no había quien quisiera faltar a la dichosa ceremonia.

Los días de espera habían muerto con increíble rapidez entre tantas investigaciones al punto en que Azael se había pasado la última semana casi que sacando canas por tener que lidiar no solo con los detalles finales de la boda y los nervios de la misma Arlene que quería que todo estuviera milímetricamente perfecto, sino también porque había tenido que acabar sus investigaciones sobre los cultivos y apenas había podido completarla junto con la pila de informes y resumenes toda la información antes de que el gran día llegara. Pero ahora sin embargo ahí estaba... A punto de casarse con un impoluto y fino traje blanco y dorado mientras el amor de su vida lo escoltaban desde cerca hacia los invitados, cuidándole la espalda.

Todos en la fiesta comentaban acerca del vestido de la novia, de la pareja, el banquete, los arreglos, los demás invitados, y mucho más. Chismeaban y hacían correr desde rumores hasta teorías de todo tipo acerca del futuro de aquella unión, de los posibles herederos que daría, de lo fructífero que sería, sobre como manejarían el país, quien se beneficiaria o no según alianzas y cercanías a al corte, incluso había algunos teorizando sobre que clase de magia heredarían los futuros príncipes o princesas. Muchos felicitaban a la familia Kandgree -ahora sentados a la diestra de los reyes en señal de unión- y muchos otros felicitaban a la familia real por las nupcias del príncipe más joven, llenándolos de buenos deseos y palabras bonitas dichas más hipocresía o ambición que de corazón.

-Que maravilloso será verlo casado alteza -comentaban algunos nobles.

-Los corazones de muchas damas van a quedar rotos ahora que de convertirá en esposo -bromeaban otros entre risas.

-Ojalá Motum los bendiga con muchos hijos príncipe.

-¡Hacen una pareja realmente hermosa, majestad!

Azael ya estaba algo harto de tantos elogios y bromas. Claro que estaba feliz por la boda porque se llevaba bien con su futura esposa y por fin estaría libre de todo el estrés que venía cargando por culpa del dichoso evento, pero también tenía unos nervios que le estaban anudando el estómago y se sentía más que ansioso.
La boda había sido planeada para poco después de su cumpleaños por lo que él ya era mayor de edad y además sus estudios habían concluido, estaba ya perfectamente listo no solo para el matrimonio sino también para la corona que era el verdadero motivo detrás de todo aquello, sin embargo intentaba alejar de su cabeza la idea de la noche de bodas para no ponerse aún más nervioso o angustiarse.

Se estaba acercando ya la hora de que apareciera la novia por suerte, por lo que la figura imponente de Hendrick apareció tras su espalda despidiendo cortésmente a todos los invitados que estaban a su alrrededor y susurrandole al oído que debía ya pararse frente al altar mientras la novia llegaba; y con una sola pero significativa mirada del lobo, el brujo se sintió un poco más en calma sabiendo que no estaba solo.

«Es cierto -pensó mientras se acomodaba el saco del traje- Hendrick está conmigo».

La música volvió a sonar pero con una tomada más bien solemne y no danzarina, está vez interpretada por un refinado piano junto al sonido dulce de las flautas y arpas. Entonces fue que la novia finalmente apareció a la vista de todos. Escoltada orgullosamente por su padre -que se había excusado sutilmente hace unos momentos- y con un grupo de damas de honor por detrás suyo llevando la cola del vestido y dos al frente echando pétalos de rosa sobre la alfombra carmín donde ella caminaría, la novia abandono con andar lento el palacio para avanzar hacia el altar con una gran sonrisa bajo el velo de seda. A su paso comenzaron a oírse los boqueos y el asombro de los presentes ante el intrincado pero delicado vestido blanco como las plumas de una garza, adornado con hilos de oro y pequeñas flores intercaladas en un hermoso estampado. Una obra de arte portada por la futura princesa para la más importante de las ocasiones, moviéndose suavemente ante los pasos decididos de la novia y la brisa leve que soplaba en el jardín.
Se murmuraban alegrías y maldiciones a su paso, damas envidiosas y otras admiradas ante el majestuoso atuendo y su suerte, algunas amigas felices como Julie que echaba rosas sobre su camino y otras enemigas que buscarían tomar un poco de su plato; pero Arlene ignoró todo lo que no fuera bueno con la cabeza en alto y la vista fija en el frente donde su prometido la miraba no solo con cara de idiota por el asombro que sentía ante su refinada y muy producida apariencia, sino también con cierta alegría mientras le sonreía. Los nervios le habían revuelto el estómago al punto de hacerle vomitar antes de la ceremonia, pero ahora, viendo a Azael allí de pie y esperando por ella con una sonrisa en los labios y su traje blanco de novio, sintió que sus ansias se calmaban un poco y la dejaban disfrutar mejor de su fiesta. Ésta no era su idea de un matrimonio, no era lo que planeo de pequeña e imagino tantas veces cuando jugaba a caminar hacia el altar con su amor esperando al final; pero sin dudas era lo que deseaba ahora siendo una adulta, después de todo, tendría tiempo más adelante de enamorar a su esposo y volver la historia su cuento de hadas.

El Príncipe Bastardo [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora