19. "Ceremonia"

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  Los ojos de Astrid se abrieron por la sorpresa de sus palabras y soltó un gemido involuntario, sintiendo sus mejillas arder nuevamente. No se esperaba aquella respuesta por parte de Connor, en absoluto, por lo que sorprenderla era algo que la dejo más que desconcertada. Mordió su labio nerviosa, mientras se abrazaba a sí misma para tranquilizarse.

  Sintió como las manos de Connor reposaban en sus hombros, masajeando con sus pulgares aquel espacio que existía entre su cuello y su hombro. Con cuidado acarició la zona, sintiendo como su piel comenzaba a temblar a causa de aquel placentero tacto que le proporcionaba. Apartó sus manos lejos de su anatomía, respirando entre cortadamente. Su labio seguía atrapado en su dientes, por lo que Connor jaló de este molesto.

  —Cuidado, Astrid. Te puedes herir tu labio.

  —¿Enserio te importa eso? Ridículo.

  Connor negó, mientras se alejaba de ella pasando sus manos por su cabello frustrado. Tampoco le hubiese perdonado si fuese Astrid, actuó de una pésima manera con ella esa mañana, dejándola un tanto humillada cuando ella solamente estaba tratando de ser amable con él. Aguanto el impulso de golpear la pared a su costado, porque era estúpido e innecesario. Resistió el impulso con todas sus fuerzas, mientras trataba de calmarse caminando de un lado a otro.

  Quería que lo perdonara, le dolía demasiado que estuviese enojada con él y no sabía por qué. O tal vez sabía, pero era muy necio como para darse cuenta de lo que estaba sintiendo por aquella muchacha de cabellos castaños. Se detuvo frente a ella, mirándola fijamente, impaciente por una respuesta por parte de aquellos rojizos y carnosos labios, que ansiaba con todo su ser besar.

  —Lamento lo de esa mañana, Astrid. Lo lamento demasiado. No debí tratarte así y cuando te dije que el beso fue un error créeme que me estaba quemando por dentro. Fui un completo imbécil y tengo que aceptarlo.

—Wow, veo como te dolía—dijo con sarcasmo—. Ahora tienes una acompañante, no vengas a ser tan sínico, Connor. Además, ¿perderme? No vayas a arruinar tu destacada vida con una muchacha como yo.

  —Claro, mi hermana es una excelente acompañante, Astrid.

  Astrid cerró los ojos enojada. Se sonrojo de la vergüenza. Al abrir sus ojos
, pudo ser consciente de lo infantil que fue Connor Hurst al actuar de esa manera. Estaba atónita sin moverse y viendo como Connor contenía el impulso de soltar una carcajada. Desde la cafetería había creído encontrarlo con otra persona, con otra chica y eso la había destrozado, pero al parecer Connor Hurst estaba disfrutando al ver como tenía ventaja de Astrid en ese momento.

  Pasó por su lado, alejándose de él.

  —Eres un maldito, ¡demasiado infantil, joder!

Los dedos de Connor se envolvieron en su muñeca, haciéndola girar para que quedase frente a él.

  —Podría decir lo mismo de usted, señorita Portinari. Sacarle celos a uno de los profesores más reconocidos, debe ser ¡lo más inmaduro que he visto en toda mi vida! —bramó, Connor.

  Con inútiles intentos, Astrid trató de zafarse de la presión que Connor ejercía en su muñeca. Sus mejillas estaban sonrojadas, algo que detestaba y la avergonzaba más. No quería quedar en ridículo frente a aquel hombre. Se sentía débil y demasiado pequeña, no le gustaba sentirse indefensa ante nadie.

  El dulce olor a pomelo llenó los pulmones de Connor, entregándole una sacudida en todo su cuerpo. Olía bien, y no podía parar de pensar que si alguna vez llegase a estar tan cerca de ella, con ese olor tan exquisito, moriría al sentir algo lo cálido como lo era la esencia de pomelo. Tal vez el pomelo sería su olor favorito; un fruto tan cítrico pero que olía tentadoramente bien en el cabello de Astrid.

Across ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora