39
Apreció las antiguas calles de Florencia con detención, repasando la infraestructura que poseía la ciudad. Los recuerdos aparecieron con tal rapidez como las estrellas fugaces que aparecían esa noche. En cuanto el taxi rodeó la catedral su mano se sintió cálida a pesar de que un gélido recuerdo la invadiese en ese momento.
Sus dedos envolvían una mano grande y áspera, la sintió como la mano de su padre; las manos de un pintor. Recordó el sonido de las palomas revoloteando por el lugar en cámara lenta y luego se vio a ella corriendo hasta ellas de la misma manera, como si pudiese alcanzarlas. Lo siguiente fue una caída y una lágrima, posterior unos brazos arropaban su cuerpo alzándola lejos del suelo y finalmente besaban su frente en un intento de consuelo. Reconoció las arrugas de su frente, porque era lo que le recordaba al estar pasando por esa catedral, era su padre. Sintió su sonrisa en el recuerdo y se le encogió el corazón.
Sintió una mano sobre la suya y Connor la miraba con una sonrisa. La acercó a su cuerpo y acarició con cariño su brazo, acurrucándola y regalándole amor mientras se acercaban hacia el hotel. Sin dejar de soltar su mano, Connor la ayudó a bajar del auto y que apreciara mejor el hotel en el cual hospedarían.
—Corona d'Italia, buena elección, profesor Hurst —alagó, sonriendo en su dirección.
Él besó sus labios en medio de una sonrisa. Claro que quería algo bueno para ella, sobre todo que estuviese cerca del centro de Florencia para que la investigación en cuanto a su padre se le hiciera un poco más fácil. Le encantaba sonreírle a su chica, sentía que le hablaba con su rostro, se sentía tan completo a su lado que no necesitaba nada ni a nadie más. Era capaz de renunciar a su trabajo, a todo por ella si permanecía a su lado.
—Por ti lo mejor, preciosa. Sabes que te mereces lo mejor, ¿verdad?
—Eres adorable. —Besó sus mejillas para luego ir en busca de su maleta, siendo detenida al llegar por las manos de su novio el cual retenía su cintura y acariciaba su cuello con su aliento.
—Es una noche muy hermosa, ¿no lo crees?
—Tienes toda la razón. —Observó el resplandeciente cielo, sintiendo la cercanía de su novio—. Amor, tengo que buscar las maletas, después hablemos.
—Te verías preciosa en una fotografía a la luz de la luna y con el brillo de las estrellas acariciando tus hombros desnudos y descendiendo por tu cuello. Anhelo con fotografiarte, amor mío, anhelo tener una fotografía tuya junto con el paisaje nocturno de Florencia —confesó Connor, deslizando sus labios por su cuello.
Astrid sonrió aunque no pudiese verla. La idea le encantaba, sobre todo teniendo en cuenta el magnífico fotógrafo que era Connor Hurst y que su especialidad, al parecer, eran los desnudos. Luego de la sensual sesión fotográfica se imaginó los dedos de Connor acariciando su cuerpo y levantándola con cuidado, envolviendo sus dedos en su cintura para después acariciar sus suaves curvas con sus manos y besar su cuello tan lento que le desesperaba.
Dio media vuelta enfrentando sus labios a cortos centímetros de los suyos y alzó sus labios en una traviesa sonrisa, en unión con su coqueto hoyuelo.
—¿Qué esperas, querido? ¡Vamos en busca de la maleta!
Después de todo el chequeó para ir a la habitación Astrid no dudo en correr hasta la habitación que compartirían y saltar de un golpe a la cama matrimonial, sintiendo la suavidad acariciar sus hombros. Rio entre dientes mientras se acurrucaba entre las mantas. No sabía la razón de que el olor a la habitación le resultase familiar, pero decidió disfrutarlo antes de que Connor entrara. Así lo hizo, saltó sobre ella aplastándola contra el colchón.
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Across Paris
RomanceVivir en París tiene sus complejidades, sobre todo para Astrid, una novata fotógrafa, la cual dedica la mayoría de su tiempo en sacar fotografías por todo París. Las oportunidades nunca han jugado bien con Astrid, siendo rechazada en varias partes a...