36. "Cumpleaños"

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—¿Por qué siempre a las niñas les gustan las Barbie? —preguntó Astrid, manteniendo su vista en la carretera.

—¿Y me lo preguntas a mí? Soy chico, te lo recuerdo —dijo Connor, sonriéndole y tomando entre sus dedos su mano libre.

—Tengo mis sospechas, eres muy flaco y con una sonrisa demasiado bella para ser hombre. No hablemos de tu cabello que es largo y pareces una chica de espaldas —bromeó, apartando su mano de la de Connor doblando el volante hacia la izquierda en una curva. Volvió a enlazar sus dedos con los suyos.

—Gracias, yo también te quiero, querida. —Rodeó los ojos sin apartar su mano.

—Es sólo una broma, no te enojes conmigo, amor.

—¿Por qué tengo que ir al cumpleaños de la hermana de Colin? ¿No es un poco desubicado? Agregando que no le agrado para nada a tu amigo, Astrid.

Era cierto lo que decía, él y Colin no podían llevarse bien, eran polos opuestos que por más que intentaran establecer una conexión se quebraba, a excepción de su cumpleaños en el cual bebieron y podían hablar sin lanzarse sobre el otro y golpearse. ¿Por qué lo llevaba? Quería presentárselo a Beatrice y que ella le sonriera o frunciera el entrecejo al ver a su novio. Su opinión le resultaba más importante de lo que alguien pudiese imaginarse.

—Ya te dije, es el cumpleaños número cinco. Y no estorbarás, Rylie está allá.

—¿La hermana de Kyler?

—Ella misma. Connor estamos a diez minutos de su casa, no me vengas con excusas ahora.

—Me sedujiste para que te acompañara —se quejó Connor, cruzándose de brazos—. ¡Mira esa falda! ¿Quién le dice que no a esa falda? Tus piernas se ven sensacionales en ella.

—Cállate, por el amor de Dios, Connor Hurst—proclamó Astrid, con las mejillas sonrojadas.

—Si tú quieres que me calle, lo haré. —Y deslizó su mano por todo el muslo desnudo de Astrid, provocándole un escalofrío—. ¿Sabes lo mucho que te amo, Astrid Portinari?

—Tú y tus confesiones en los momentos menos indicados —balbuceó con una sonrisa en su rostro.

—Me gusta recordártelo, nunca está de más.

—Eres adorable, querido.

—Sólo contigo, amor.

Astrid sonrió, estaba tan encantada cómo era él con ella que se le había olvidado la confesión que tuvieron en las vísperas de Navidad. Todos teníamos malos momentos y si Connor no quería compartir los suyos con ella estaba en su derecho, no todos éramos iguales al expresarnos con los problemas que nos confundían y más de una vez optó por no comentarle nada a Connor sobre lo que cruzaba por su mente. De todas maneras, siempre se esforzaba en compensar sus malas actitudes con ellas y aunque fuese un tanto orgullosa apartaba ese sentimiento de lado y se deja besar por sus labios.

Connor la traía loca y aún más con el viaje de imprevisto a Florencia. ¿Cuál era la prisa por irse un veintiocho de Diciembre? No tenía idea, pero todo ocurría tan rápido que decidió acomodarse a lo que se venía en su vida y disfrutarlo.

Estacionó el auto frente a la casa de su mejor amigo, escuchando las risillas de las pequeñas en la casa. Salió del auto junto con dos regalos en sus manos, uno de Connor y otro de ella, hacia la puerta principal. Los dedos de Connor se enlazaron con los suyos y besó su mejilla, apartándose lentamente. Hacia un largo tiempo que no veía a Beatrice y su corazón palpitaba fuerte en espera que la puerta se abriese.

Across ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora