06. "Encuentro"

8.5K 549 93
                                    

6


Sintió como las palabras de Rhiannon ingresaban lentamente a su cerebro, emitiendo un cálido escalofrío por toda su anatomía. Estaba paralizada y su respiración entre cortada. Si era cierto que Connor Hurst era hermoso, ¿por qué no había sido fotografiado por la carismática y curiosa, Rhiannon? Aquello solo significaba que: a) cuidaba excesivamente su identidad b) no le agradaba que lo fotografiaran, y si no fuese por esas tal vez porque c) sabía que trabajaba en la cafetería y quería mantenerse en secreto hasta el día que se conocieran. Descartó mentalmente la tercera idea y se quedó solamente con las dos primeras.

Viró su rostro y miró como Rhiannon tomaba de su café, mientras leía un libro. Se cruzó de brazos y se recostó sobre la encimera, acariciando delicadamente su rostro todavía demasiado exaltada y desesperada. Le pidió a Rhiannon si podía retirarse a lo que ella respondió con un despacio e inaudible "si".

Caminó dos cuadras, pensando e imaginado como sería el día en el que se conocieran y como lo harían. Se imaginó entrando por las grandes puertas de Louvre, junto a sus fotografías y admirando su entorno. Mirando cuidadosa y detalladamente las fotografías de las personas, en la cual una de ellas sería el centro de su atención: Connor Hurst. Por más que su memoria le implorara poder recrear una imagen de él, no podía. No podía permitírselo.

Las luces de los faroles iluminaban la oscura noche en París, en la cual ella solo admiraba las pequeñas estrellas a miles de kilómetros que titilaban sobre su cabeza. Jamás había podido fotografiar un perfecto cielo, su cámara no era lo suficiente para aquellos astros. Resopló y recordó las condiciones de su cámara fotográfica. Sin darse cuenta era dueña de unos brazos los cuales le impedían no caer.

—Señorita, Portinari. Debería fijarse bien por dónde camina si no quiere caer.

Sintió el semblante de Kyler cerca al suyo, se apartó rápidamente de la eficaz cercanía que estaba entre ellos dos. Limpió su abrigo y acomodó su cabello.

—Kyler, que sorpresa—respondió, un poco aturdida—. No sabía que caminabas de noche y atrapabas a tus alumnas cuando iban a caer—rio.

Su profesor tensó su mandíbula.

—Es la primera vez que me encuentro con alguna alumna mía a las diez de la noche en las oscuras calles de París.

—No me malinterprete —se defendió, asustada—, n-no lo decía con alguna mala intención... Si usted lo malinterpreto así, le pido una sincera disculpa...

—No, tranquila. Es solo que estoy un poco... Alterado, solo es eso.

—¿Qué le ha sucedido? —Astrid acarició el hombro de Kyler en un acto demasiado íntimo.

Los músculos de Kyler se tensaron.

—Nada, solamente es... Problemas, querida, solo problemas. —Apartó cuidadosamente la pequeña mano de Astrid—. No es nada de lo cual deba preocuparse, señorita Portinari.

—Kyler, no estamos en la universidad—sonrió cálidamente—, puedes decirme Astrid, no tengo ningún problema con eso.

Astrid presenció la más hermosa sonrisa que había visto nunca, junto a una risueña carcajada. Sintió como el corazón se le detenía al ver como Kyler reía. Siempre supo que su profesor era una obra maestra, creada solo para distraer a las estudiantes de su clase y en ese momento se sentía realmente afortunada de tenerlo tan solamente para sus ojos.

—Está bien, Astrid. ¿Te gustaría ir por un café?

—Eh... Yo...

«Astrid, acabas de irte de una cafetería, trabajas en una.»

Across ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora