24. "Opciones"

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A la mañana siguiente el cuerpo de Connor se encontraba solitario en la cama de Astrid. Era cierto que luego de aclarar algunas cosas Connor había caído dormido abrazando la cintura de su compañera, la cual tuvo que soportar los fuertes ronquidos que de vez en cuanto salían de los rosados labios de Connor.

Astrid decidió levantarse temprano para poder ir a comprar las cosas necesarias para preparar un desayuno apto para el exigente profesor Hurst. Al regresar de las compras buscó entre los muebles algún bowl para poder comenzar con la mezcla de los panqueques. Después de unos minutos de búsqueda encontró algo en lo cual crear la mezcla. De esa manera comnezó con lo que sería un buen desayuno.

Quebró los huevos y siguió con los demás ingredientes.

* * *

Connor dormía profundamente, sometido en su sueño cuando Astrid entro a la habitación para comprobar su estado. Sonrió desde el umbral de la puerta y caminó hasta su lado. Extendió una mano y acarició los risos que caían por su rostro (era bastante sedoso su cabello). Besó su mejilla, oliendo el perfume que su cuerpo emanaba; el exquisito olor a los perfumes Dolce & Gabbana.

Cuando estaba lista para alejarse, la mano de Connor se envolvió en la delicada muñeca de Astrid, jalándola hasta su cuerpo para luego darle el primero beso del día. Si había algo que los traía locos a ambos eran los besos, al parecer se estaban volviendo adictos a los besos del otro.

—Hola, amor. ¿Has dormido bien?

Su aterciopelada y profunda voz derritió por completo a Astrid. Ésta se acurrucó más contra su pecho asintiendo.

—Perfecto. Excepto por los exagerados ronquidos, no sé de quienes eran—dijo, juguetonamente, acariciando el pecho desnudo de Connor.

—Eres una exagerada, Astrid Portinari—sonrió, besando su frente.

—Es verdad, Connor. He despertado temprano para irme rápido de los estrepitosos ronquidos, eran frustrantes—rio—. También porque he querido preparar el desayuno... ¡Sorpresa!

—Maldita sea, eres tan adorable.

Astrid rodeó los ojos, tomando por la barbilla a Connor para luego besarlo tiernamente.

—Sin palabrotas—regañó con el ceño fruncido mas sin apartar la so risa de su rostro.

—Claro, amor. Por ti hago lo que sea. —Le guiñó descaradamente uno de sus verdosos ojos y Astrid se levantó de su pecho.

La joven alcanzó una almohada que estaba en el suelo y se la lanzó en el rostro a Connor, haciendo que gruñese por lo bajo. Caminó hasta el umbral y dio su último veredicto antes de salir por la puerta:

—El desayuno está listo, te espero en cinco minutos, Hurst.

—Mandona. —Le sacó la lengua y ella salió de la habitación, cerrando la puerta.

La enorme sonrisa que Connor tenía en su rostro era imposible de borrar, estaba tan feliz de estar con Astrid que —probablemente— nada arruinaría su buen humor por un largo tiempo. Y era cierto que al finalizar la competencia de Fotografía tendría que regresar a Londres, y no quería; detestaba la idea de dejar a Astrid, por lo que probablemente se trasladaría a París a comenzar con sus clases en algunas Universidades de la ciudad.

Ordenó la cama y fue a darse una ducha rápida, para luego vestirse con una de sus casuales camisas blancas, junto a sus jeans azules. Planeaba seguir con su sesión fotográfica, de eso no cabía duda; parte del viaje estaba planeado para fotografiar a la belleza de Astrid Portinari y por otro lado pasar tiempo para conocerla mejor.

Across ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora