Epílogo

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Epílogo

                  

Lo predijo el día que se encontraba en Florencia, Mark iba a ganar y así lo hizo ganando el título de ganador de Louvre y adquirió un espacio personal en el museo, en donde expondría sus fotografías hasta dentro de tres años más. Una entrevista exclusiva con el diario de París y un reconocimiento que le permitía adquirir trabajo con mayor facilidad. Lo felicitó y le pidió si podían ir a cenar juntos para charlar sobre su victoria. Lo pasaron de maravilla y en ese momento supo que serían unos buenos amigos. En cuanto a ella el segundo lugar no estaba para nada mal, lo que estuvo mal fueron los insultos que recibió por correo electrónico por Elgort y Erin, pero no le importó en absoluto.

Le explicó a Olive una vez la historia de Connor, después de ya un mes, le dolía pero amortiguarlo con la indiferencia era mucho más sencillo. No habían cruzado una palabra más desde Florencia y aún no tenía el valor de leer la carta que le escribió, sentía que sería un gran cliché y la haría correr nuevamente a sus desamparados brazos.

—No puedo creerlo, aún no me entra en la cabeza —confesó Olive, acariciando el dorso de Astrid con dulzura y compasión—. Yo... Sinceramente pensé que estaban hechos el uno para el otro.

—Yo también lo creí, Olive. —Tomó mechones de su cabello con su mano libre y los soltó para seguir hablando—. Pero así es la vida, no existen los finales felices.

—¿Me estás diciendo que por estar con un hombre tienes tu final feliz? ¿No te das cuenta? Has cumplido las grandes metas de tu vida: has expuesto en Louvre, has ido a Florencia, conociste a tu padre y encontraste el verdadero amor, tienes todo lo que necesitas para seguir moviéndote y avanzando más y más.

Astrid le sonrió a su amiga, dándole las gracias por su comentario y meditó si debía contarte algo.

—Olive... Tengo que contarte algo.

—¡Dios! No me digas que estás embarazada.

—También... Mentira. —Rio Astrid al ver la reacción de su amiga—. Hey, era una broma.

—Te odio.

—Lo sé —respondió—. Me han llamado de una academia en Londres para terminar mi año allá.

—¿Estás jodiéndome? ¡Eso es maravilloso! ¿Cómo...?

—Kyler y Mark contactaron a unas personas en Londres y les presentaron mis fotografías... Al parecer les han gustado y están de acuerdo que termine el año allá.

Olive sonrió con melancolía. ¿Dejar ir a su mejor amiga? Le dolería en el alma, pero si se le presentaba la oportunidad no debía desaprovecharla. La dejaría ir para que hiciera otro de sus sueños realidad, viajar a Londres.

—¿Y qué has dicho? —le preguntó Olive.

—Que tengo que pensarlo, tengo toda mi vida acá y tú eres una de las personas más importantes en mi vida, Ollie. No podría dejarte —admitió Astrid, bebiendo de su jugo de piña.

—¿Bromeas? Puedo ir en tren, Astrid. Claro, si es que me recibes.

—Sabes que eres más que bienvenida.

Astrid decidió explicarle que a su vez Colin se iría a Londres juntó con Rylie, finalizando allá su carrera Universitaria. Le pareció bien a su amiga, porque al fin y al cabo no estaría sola ahí. No dudó en persuadirla para que fuese a Londres, pero existía un problema que no era capaz de decirle.

—¿Qué ocurre?

—Nada —dijo Astrid, tronando los dedos de sus manos.

—¡No hagas eso! Sólo lo haces cuando estas nerviosa. —Le apartó las manos una de la otra—. Dime, ¿es por Connor?

—Olive... —Rodeó los ojos.

—Dime, estoy segura que es tu mayor miedo; volver a verlo te provoca un gran miedo por si tus sentimientos no cambian.

Astrid relamió sus labios, nerviosa y ansiosa. Las palmas de sus manos sudaban horrible.

—No...

—Astrid, te conozco —le recordó Olive, apartando el vaso de jugo que tenía Astrid a su lado para que no se distrajera.

—Sí, es por eso.

—¿Qué importa? Puedes conocer a otras personas en Londres, y por lo que yo estoy enterada tu aclamado ex novio está dando unos seminarios y clases hasta dentro de a lo menos un año. RCA le ha otorgado ese beneficio.

—¿Cómo sabes tú eso?

—Antes hablaba con él. Duh. Además era su plan, quedarse contigo en París pero bueno la vida cambia, da giros inesperados y este fue uno de esos giros, ma chèrie Astrid.

—De hecho —explicó— ese es un problema.

—¿Los giros de la vida?

Astrid negó.

—RCA me ha llamado.

Olive chilló de la emoción, siendo observaba por algunos clientes en la cafetería.

—¡Dios! Tienes que ir, ¿qué esperas por la mierda? Esa es tu gran meta, ir a esa Universidad. No me jodas, ¡tienes que ir Astrid Portinari!

—Tengo que pensarlo, Olive.

Se desvistió, quedando únicamente en ropa interior y luego de ello se hundió entre las sábanas. No eran todavía las once de la noche y sus párpados comenzaban a cerrarse cada vez más, hasta que cayó en la cuenta de lo que decía Olive, ¿por qué no aceptar la oferta de RCA? No vería a Connor y sería casi imposible que se toparan, desde su punto de vista. El permanecería en París casi un año y para entonces ella finalizaría su carrera, por lo que se embarcaría a trabajar en algún lugar de fotografía.

Sin esperar más cogió su celular y optó por llamar al hombre que la contactó, Nathaniel Robinson. Después de dos largos segundos el teléfono fue atendido.

—Nathaniel Robinson, ¿en qué puede ayudarle?

Escuchó desde el fondo las teclas del computar y supuso que se encontraba a alta voz.

—Hola, profesor Robinson. Soy Astrid Portinari, no sé si me recuerda...

—¡Cómo no recordarla, querida! He estado esperando esta llamada desde hace dos semanas —reconoció al tiempo que las teclas se detenían.

Astrid se ruborizó de la vergüenza. Le había hecho esperar un montón, para ser honestos.

—Lo lamento demasiado, profesor. He tenido que meditar muy a fondo mi decisión.

—Sabes que si terminar tu carrera acá tienes un montón de posibilidades que te contraten, ¿verdad?

—Lo he tenido también muy en cuenta eso —admitió con una sonrisa.

—Nos encantaría que nos escogiera, señorita Portinari. Sería una gran oportunidad para usted y para nosotros, sobre todo porque nos han comentado que es una excelente alumna, por parte de Kyler y una maravillosa fotógrafa a ojos de Mark.

—Comprendo, pero debe entender que tengo toda mi vida en París; mi trabajo, amigos, recuerdos, fotografías, todo permanece ahí y no puedo dejar ir a París de una vez por todas, sobre todo porque me ha entregado un secreto maravilloso que al fin descubrí —admitió con un dije de melancolía.

—Quiero que comprenda que somos capaces de alquilarle un departamento para que todo sea mucho más sencillo para usted, o una compañera de piso. Si quiere hago eso mismo en este momento.

—No quiero que se preocupen por mí —lo tranquilizó—, soy capaz de comprar mi propio departamento con mis ahorros, profesor Robinson.

—Entonces, ¿entrará, señorita Portinari?

Astrid lo meditó más de un segundo. Estar en Londres era uno de sus grandes sueños y ahora que tenía la oportunidad no podía dejarla ir con facilidad. ¿Qué importaba si se cruzaba con Connor? Ya habría terminado su carrera en ese tiempo y estaría en busca de algún trabajo por la ciudad. RCA era un sueño, su sueño, y no podía capaz de acabar con ello. Sonrió para sus adentros y olvidó la existencia de Connor en ese momento, después de semanas.

—Sí, profesor Robinson, me iré a Londres.





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Across ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora