33
Astrid abrió sus ojos esperando encontrarse con el cuerpo de Connor a su lado, pero todo lo que encontró fueron sus almohadas las cuales simulaban ser el cuerpo. Desesperada, pateó las sábanas y el enredón buscando alguna explicación sobre su desaparición, hasta que escuchó un susurró. Más bien la música de su reproductor que tenía en la sala, y algunas cuerdas vocales que imitaban las letras de las canciones.
Sonriente, bajó de la cama y se aproximó corriendo hasta la sala. No fue de su sorpresa encontrarse con Connor, el cual movía sus caderas al compás de la música mientras lanzaba lo que tenía en el sartén. Se recargó en el umbral que separaba la cocina de la sala, para ver mejor sus movimientos. Canta bien y le gustó como sus roncas cuerdas vocales se intensificaban por cada repetición parte de Michael Jackson.
«Su acento inglés...» pensó, sintiendo sus piernas temblar.
Cuando finalizó la canción Astrid aplaudió, haciendo que Connor voltease a verla rápido. De sus labios se apreciós una exclamación al sentir sus dedos chocan con la parte caliente del sartén. Astrid corrió hasta él, prendiendo el grifo y mojando su dedo anular dentro de la relajante agua helada. Los bufidos en inglés le disgustaban, pero la manera en la cual Connor los soltaba era más que encantador y sexy.
—Hola, amor.
—Hola, cariño. —Astrid se puso de puntillas para besar sus labios— ¿Qué estabas haciendo?
Astrid apagó el grifo y seco con gentileza su dedo, sin escaparse en ningún momento de la mirada que le proyectaba Connor. Sus mejillas se sonrojaron.
—Omelette, bastante francés para mi gusto pero supuse que te gustaría —dijo Connor, acariciando la cabellera de la chica.
—¡Me fascinan! Gracias, gracias, Connor. —Envolvió sus brazos alrededor de su cuello para besarlo en los labios.
Connor descansó sus manos en las caderas de Astrid, mientras se besaban. Posterior la elevó, dejando su cuerpo en la encimera para seguir besándola al compás que deslizaba sus dedos por las piernas de Astrid. Sus labios descendieron un poco a su cuello, otorgándole castos besos que hacían soltar risas de los labios de la chica.
Astrid le encantaba y sabía que cualquier persona podía ser capaz de dañarlo utilizando a Astrid en su contra, hasta ella misma. Había encontrado su verdadero talón de Aquiles después de mucho tiempo.
Al separarse le sonrió, besando la cúspide de su nariz y dejando que las suaves manos de Astrid recorriesen su cuerpo.
—¿Dormiste bien anoche?
—¿Bromeas? ¡Dormí de maravilla! —Rio, entrecerrando un poco sus ojos—. ¿Tú... has dormido bien?
—De la misma manera que tú. Por cierto, ahora que está más sobria —sintió un golpe en su hombro—, ¡feliz cumpleaños, preciosa!
—Gracias, Connor, muy agradable de tu parte recordarme lo borracha que me encontraba anoche. —Rodeó los ojos con falso desprecio.
Él la beso.
—Tengo un regalo para ti, pero debes cerrar los ojos amor.
—¿Qué me has comprado?
—No es comprado, lo he hecho con mis manos y alguna que otra compra —admitió con una sonrisa.
Astrid cerró los ojos y extendió sus manos, impaciente por el regalo.
Connor se apresuró en buscarlo, diciéndole a Astrid que contara del uno hasta su número de cumpleaños, que era veinticuatro. Se inclinó delante del sofá y buscó el pequeño libro que creó para su novia. Corrió rápidamente hacia ella, sonriente y expectante. Lo único que quería era que le gustase lo que creó para ella. Esforzarse quedaba corto, había puesto toda su dedicación como fotógrafo y pasión ahí, escribiendo con tinta algunos de sus sentimientos por ella.
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Across Paris
RomanceVivir en París tiene sus complejidades, sobre todo para Astrid, una novata fotógrafa, la cual dedica la mayoría de su tiempo en sacar fotografías por todo París. Las oportunidades nunca han jugado bien con Astrid, siendo rechazada en varias partes a...