44. "Para siempre"

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Acomodó su cabello a un lado, en una trenza que acariciaba sus senos y al terminar aplicó un labial un tanto intenso en sus carnosos labios. Colin se encontraba a su lado parloteando sobre su buena amiga Olive y las grandes hazañas que estaba experimentando junto con su novio, August. Se alegró por ella más que nada en el mundo, sabía bastante bien que Olive jamás le acertaba en el amor al igual —cuando se refería a algo estable— y que por fin haya encontrado a la persona indicada era un logro.

Después de un rato, Colin habló.

—¡Te ves hermosa! —admitió sin apartar los ojos se su rostro.

Astrid le sonrió, provocando que sus margaritas fuesen visibles por Colin. Si bien no acostumbraba a pintar sus labios esta era una ocasión especial. Le encantaría ganar el "premio mayor" pero si los sentimientos de Connor interferían allí se las vería con ella. Toda su vida acostumbró a pelear y ganar limpiamente, no acostumbraba a las trampas y esta no sería una excepción. Si no ganaba, no le importaba tanto, había llegado lo suficientemente lejos y con sólo haber quedado entre los tres finalistas era suficiente.

—Gracias, Colin —dijo Astrid, mirando una vez más su atuendo.

Colin se acercó a su amiga volteándola y posterior abrazándola con fuerza. Quería que le fuera excelente en la final, y si ganaba quería estar ahí para ella en cuanto corriera hasta él para abrazarlo. Sentir por fin las buenas vibras de su cuerpo y la maravillosa sonrisa que proyectaba Astrid cuando se encontraba feliz. Extrañaba a esa mujer, a ese tipo de persona que solía ser Astrid y quería que volviese ser tan despreocupada y libre como el viento.

—Hoy te irá perfecto, ¿lo sabes no?

La chica intentó sonreír, relamiendo más de una vez sus labios. Hoy día vería a Connor después de una semana, y era ello lo que no la motivaba a salir, pero no podía dejarse ver débil ante nadie ni menos él. Luego del fugaz, y un tanto doloroso pensamiento, le sonrió esta vez a su amigo y posterior le guiñó uno de sus ojos. La puerta se abrió y vio a su padre en el umbral de la habitación acomodando su corbata mientras miraba a ambos hablar. En cuanto se percató que los seguía mirando a ellos y no a su corbata fue a ayudarlo.

Robert miró a su hija y sus ojos se llenaron de lágrimas. Lágrimas de orgullo y felicidad. No podía creer que la pequeña Astrid había hecho sus sueños realidad y se encontraba ejerciendo lo que más adoraba, la fotografía. Y lo mejor de todo eso era que pudo hacerlo realidad por sí misma. «Connor... Me ayudó a hacer mis sueños más importantes realidad, papá. Y siempre le estaré agradecida de ello» recordó las palabras de su hija en más de una ocasión. Sonrió en su mente, porque le agradaba Connor y creer que él lo contactó para presentarle a su hija era por lo cual siempre tendría su respeto.

En cuanto Astrid terminó de acomodar su corbata observó los húmedos ojos de su padre y se le encogió el corazón. Frunció sus labios y besó su mejilla con cariño, para luego ampliar sus labios en una sonrisa.

—¿Llevas tus fotografías, hija?

Ella asintió feliz, alzando las fotografías en su mano derecha, sin duda sería una tarde fuerte y dolorosa.

* * *

Connor acomodó su terno y ajustó mejor su corbata color vino, un recuerdo le invadió su cabeza. Recordó los dedos de Astrid desplazándose por la corbata mientras que la acomodaba mejor, alisándola sin apartar sus ojos de los suyos. Nunca volvería a encontrar ojos que le recordaran al mar, tan azules y profundos que podía ahogarse en su mirar. Tensó su mandíbula y acomodó una vez más su cabello, retocando los intrusos risos que sobresalían más debajo de su nuca en cuanto repasaba su pensamiento anterior; la verdad es que nunca encontraría alguien como Astrid, que lo comprendiera y amara con cada latido y sonrisa.

Across ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora