Capítulo 5: Tragedia

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Tooth entró al cuarto, me fijé en sus pies, estaban más pequeños que la última vez, al igual que sus manos, era por eso que volaba tanto, sus pies no aguantaban su peso corporal; de su espalda brillaban plumas verdes y amarillas, y detrás de su cuello también. Pensé que sólo a las pequeñas hadas les salía eso al nacer y cuando crecían se les quitaba por completo.


Me acosté en el suelo y Mérida en la cama, Tooth en la otra, pero esa noche no pude dormir, esta vez no era una fiesta y mi cerebro se había programado para no dormirse los sábados. El reloj me estaba desesperando con su tic-tac y los relámpagos que iluminaban la habitación me daban escalofríos.


Tooth me había dicho que cuando no podía dormir debía distraerme, como por ejemplo pensar en lo que haré mañana.


"Mañana me gustaría jugar con Mérida y molestar a Tooth, debo idear una forma de asustar a Tooth y le jalaré el pelo a Mérida. Uhmmm, no, eso es muy cruel. Entonces sólo me acostaré en su pelo, siempre he creído que es una almohada".


Comencé a reírme solo.


"Debo ser precavido, no debo despertarlas, mañana va a ser un gran día". Sin darme cuenta me quedé dormido, la técnica de Tooth era muy buena.


Primero abrí un ojo, después el otro, veía a Mérida enfrente de mi riéndose, luego salió corriendo, asumiendo de lo que era capaz corrí a un espejo, con tinta tenía corazones mal hechos por toda la cara.


-¡Méeridaaaa! -grité.


-¡Se quita con agua! -me gritó desde lejos, inclusive sus risas llegaban a escucharse bien a larga distancia.


-Me las pagarás. –sonreí.


Me lavé la cara y cuando ya no hubo rastro de tinta volteé a ver por la ventana, el día estaba nublado pero no iba a llover, se sentía en la brisa que hoy sería muy caluroso. Bajé a desayunar, y no había nadie en el comedor excepto Mérida.


-¿Dónde está Tooth? –pregunté.


-¿No está en su cuarto? –respondió incrédula.


-No.


Volé por toda la casa buscando el paradero de Tooth, Mérida se fijó en el baño pero ni ella ni sus hermanas estaban.


-¡No la encuentro! –grité angustiado sin dirigirme a Mérida en específico.


-Yo tampo... -el ruido de una bala ahogó el sonido de todo. En silencio, bajé hasta donde Mérida y la abracé, me quedé con ella tranquilizándola.


-Tenemos que salir de aquí. –le susurré al oído cuando no se oyeron más escopetas o balas.


Podía escuchar su respiración entrecortada y sentía su corazón retumbar a mil por hora, su llanto mojaba mi chaqueta y ella se apegaba más y más a mí, temblaba.


Solté a Mérida con cuidado y tomándola de la mano, salimos con cuidado para que nuestras pisadas no se oyeran por el palacio vacío. Antes de que pudiera abrir la cerradura de la puerta principal, una bola enorme de fuego golpeó el palacio, haciéndolo retumbar y caerse en pedazos.


-¡Sujétate! –le ordené a Mérida mientras la subía a mi espalda y volaba con todas las fuerzas que tenía.


Esquivé los escombros, marcos y candelabros que caían del techo, la adrenalina se apoderó de mí y empecé a volar sin cuidado.


-¡Jack, por favor, más despacio! –me rogaba Mérida asustada, pero el ruido de las balas de cañón ensordecían todo.


Antes de perder el control de mi propia voluntad y conciencia, me volteé para abrazar a Mérida y cubrirla de los cristales que atravesamos al romper una ventana.


-¡Angus! –gritó Mérida temblando.

Estuvimos a punto de caernos sobre un árbol, pero me detuve a tiempo. Dejé a Mérida en un lugar que supuse seguro con Angus. Mérida tartamudeaba asustada el nombre Tooth. Conmovido, tomé su rostro con mis manos y le sonreí.


-Tranquila, todo estará bien. Confía en mí. 


Volé hasta la entrada delantera, el palacio se caía en pedazos. La felicidad se desvanecía. Los recuerdos se desmoronaban.

En mis memoriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora