Extra del capítulo 11: Mérida, Astrid e Hiccup

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En la siguiente clase, Rapunzel se sentó con otra persona, un chico de Ravenclaw yo sólo podía verlos de espaldas, me entró una duda '¿Por qué no se sentó conmigo?' y otra '¿Quién era él?'


De lo que podía ver, su cabello era rubio, casi del mismo tono que el de ella, era alto y no podía ver bien su cara. Ella reía mucho con él y se pasaban constantemente el lápiz o los apuntes, tenía muchos sentimientos encontrados. Mi pequeña hermana ya tenía a alguien más que la protegiera.


Me sentí mareado toda la clase, recordaba con cariño las veces en que ella me daba galletas y cuando me dormía en su cama, cuando le pusimos un vestido a Pascal y todas las veces que se quedó dormida en mis brazos.


Cuando la clase terminó volé hasta ella y la abracé fuerte, miré hacia el chico y me di cuenta de que...

Era una chica, alta, con una chaqueta prestada de un verdadero chico.


-¿Quién es? –le pregunté.


-Ella es Lily –dijo sonriendo- le prometí que hoy estaría con ella en la clase.


-Mucho gusto. –dijo con una voz chillona.


-Igual, soy el hermano de Rapunzel.


-Eso no es cierto. –rió Rapunzel.


-¡Claro que sí! –reí con ella.


-Se ve que se llevan bien. –dijo Lily.


-Sí, si quieres mañana podemos sentarnos con Jack. –le invitó Rapunzel.


-¿No habrá problema? –preguntó Lily tímidamente.


-¡Por supuesto que no!        -¡Por supuesto que no! -dijimos al mismo tiempo.


Ellas se fueron a su clase de Herbolaría y yo a la mía, Lily no parecía peligrosa y debía vestirse más femenina, la podrían confundir con un hombre.


-¡Jack!     -¡Jack! –gritaron Mérida y Astrid. Apenas y recordaba que la clase la pasaría con ellas.


Toda la clase la pasamos molestándonos, ahora con Astrid era el doble de diversión (un poco injusto por el hecho de que ellas dos estaban en mi contra). Después de que el maestro nos amenazara con sacarnos, le pregunté a Astrid:

-¿Te gusta Hiccup?


Ella puso una cara roja y con una mano se tapó la cara. –No es eso...


-¡No puede gustarte Hiccup! -gritó Mérida, y por consecuencia todos lo oyeron.


-¡Claro que me gusta, es obvio! -gritó Astrid también –No hay nadie como él. -dijo cada vez más bajito.


En mis memoriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora