Ambos estábamos muy sumidos en nuestros pensamientos, pero de repente algunas gotas comenzaron a caer del cielo y nos levantamos rápido del pasto para subir al coche.
Parecía una simple lluvia bastante abundante, de hecho mucho, pero ahí fue cuando vimos los rayos y relámpagos.
Arranqué el coche para salir de ahí, estar en ese lugar tan apartado en esa situación no era muy buena idea, y aún menos si contábamos el follaje que nos rodeaba.
Conducí hacia mi casa. Armando posó su mano encima de la mía que estaba agarrando el volante con fuerza, odiaba las tormentas.
Aprovechando una de estas, los hijos de puta de una mafia secuestraron a mi familia y acabaron con ella ante mis ojos. Aún puedo recordar la sangre correr por mis brazos manchándome la ropa y básicamente todo entre gritos de súplica y de incredulidad. El agua caía a montones sobre nosotros, pero poco me importaba eso.
Michelle estaba a un lado mío, diciéndome que ellos estaban muertos, que ya no se podía hacer nada y que dejara de hacerme ilusiones ya que era imposible sobrevivir con ese tiro de entre ceja y ceja que tenían los tres.
El cielo no dejaba de tronar, al igual que yo en ese momento, era un torbellino de emociones que solo querían acabar con eso ya, despertarme a la mañana siguiente poeque los niños venían a saltar sobre nuestra cama con Julia al lado dedicándome una sonrisa mañanera y que todo fuera una pesadilla o no volver a despertar.
Parpadeé unas cuantas veces despejando esos pensamientos de mi mente. Seguí conduciendo con una expresión más fría y apretando el volante cada vez más.
Llegamos y aparqué el coche para bajar de él. Armando bajó después de mí y caminó a mi lado para agarrarme de la mano. Agarré su mano sin medir mis fuerzas, estaba muy alterado ya que en estas noches los recuerdos siempre venían, por lo que me ponía a beber para luego no dormir por la noche y no tener esas pesadillas que a menudo me acechaban.
Le miré a los ojos unos segundos para caminar hacia mi casa empapándonos por el gran chaparrón que estaba cayendo sobre nuestras cabezas.
Fuimos a por unas toallas al baño y nos secamos mutuamente.
Los pensamientos no podían salir de mi cabeza, realmente aún no lo había superado por mucho que dijera, me dolía demasiado y los recuerdos aún no se iban de mi mente por mucho que quisiera y mucho alcohol que haya tomado.
Al acabar de secarnos me abracé fuerte a Armando. Soltarle no estaba en mis planes. Él correspondió a mi abrazo y nos arropó para entrar en calor, aunque ya compartíamos algo de calor corporal entre nosotros.
Me abracé como un koala a su torso por lo que empezó a dejar besos por mi cara.
-No tengas miedo, Conway, yo estoy aquí para cuidarte de la tormenta y de cualquier cosa que se ponga en tu camino.
Suspiré ante sus palabras ya que no me daban miedo las tormentas, si no los revuerdos y lo traicionera que era la mente.
Miré sus ojos y acomodé mis gafas para esconder mi cara en su pecho lo más que podía. Sollocé un poco bajo, pero no lo suficiente para que Armando no se diera cuenta.
Tomó mi cara entre sus manos y la apartó con cuidado de su pecho para subir mi baja mirada hasta sus ojos.
-Sabes que me puedes contar cualquier cosa, Jack. Aquí estoy para ti, para apoyarte y no dejarte solo. No tienes que ocultarme tus sentimientos, yo te voy a intentar entender y ayudar, cariño.
Sus palabras me hicieron suspirar. No negaba que ese cariño del final me causó un poco de ilusión, pero con la mierda de mis pensamientos a esas alturas no me importaba mucho.
Negué levemente y recibí un beso suyo en mi coronilla.
Le di un suave pico y volví a esconder mi cara en su pecho. Hablé desde esa posición.
-Armando, tú sabes algo de mi pasado?-dije en un susurro contra su pecho.
-La verdad es que realmente no sé nada, solo he oído rumores, pero no me los creo mucho.
Asentí y levanté mi mirada de su pecho para mirarle a los ojos a través de mis gafas. La verdad es que ese complemento me ayudaba a tener más confianza al no dejar ver mis ojos.
Suspiré y murmuré.
-Yo estuve desde que nací en el ejército, eso seguro que lo has escuchado y sí que es verdad.
Asintió ante mis palabras escuchándome atentamente.
-Apenas salí de ahí hace unos 10 años, cuando me hicieron Superintendente. En mis primeros años de Superintendente conocí a una mujer. Nos enamoramos, comenzamos una relación y terminamos casándonos. Tuvimos dos hijos, pero un día tormentoso una mafia les secuestró y asesinó en mi puta cara. Estos días me dan muchas pesadillas y los recuerdos me reconcomen. Yo nunca tuve a alguien a mi lado. Solamente ellos lo estuvieron, pero una vez que se fueron...-solté con expresión sería y tono bajo. La verdad es que confiaba mucho en Armando y por eso decidí contárselo.
Armando se quedó en silencio haciendo un poco más de fuerza en el abrazo.
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Armanway, tu media naranja
FanfictionArmando Grúas y Jack Conway siempre se habían llevado mal, pero después de una noche juntos se dan cuenta de que tenían más cosas en común de lo que se creían. Eran tan iguales y distintos a la vez...estaban hechos el uno para el otro. El dibujo de...