~Armanway~parte 5

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Estábamos viendo una peli de terror, como bien dije anteriormente, me encantan ya que de alguna forma mi puta vida es una puta película de terror y verlas me hace pensar que no soy el único que ha pasado tanta mierda, aunque sea ficción.
Observé atentamente como el asesino mataba a sus victimas, dejando caer un grande hilo de sangre a su paso. Nada nuevo, había visto tantas escenas así que para mí era lo más normal de mundo, así que decicí simplemente limitarme a mirar a Grúas, que estaba sentado a un lado mío. Ver el rostro de ese hombre iluminado solamente por la débil luz del televisor, pues habíamos bajado las persianas para mejor ambiente, tan sosegado, tranquilo, como siempre. Miré sus verdosos ojos y él al darse cuenta me miró también durante unos pequeños instantes.
-Estás bien? Te duele algo?-dijo para volver a mirarme, pero esta vez manteniendo su mirada en mis ojos
Aparté la mirada, acomodándome las gafas con mi dedo índice y carraspeando un poco.
-Estoy de puta madre. Qué es un resfriado para mí? Soy God.
-Igualmente deberías cuidarte, Conway.
-Que sí, joder.
Observé la película viendo a Armando imitar mi acción. Me acerqué unos escasos centímetros a él y apoyé mi cabeza en el sofá, apoyando también mis brazos a lo alto del respaldo de este.
Armando me miró al notar que mi brazo izquierdo estaba rozando su hombro y agarró mi muñeca con su mano. Bajó mi mano de ahí para agarrarme por la cintura y aferrarme a él todo lo posible, me abrazo de lado para seguir viendo la película.
Al principio su gesto me incomodó, pero acabé acostumbrándome e incluso apoyé mi cabeza en su hombro.
A fin de cuentas no se estaba tan mal así, cosa que no iba a decir, pues de nuestros labios no salía palabra alguna.
Miré su perfil de reojo, no podía negar que el hombre de mi lado era bastante atractivo.
Esos ojos verdes cual las hojas de un olivo encajan a la perfección con su carácter, calmado, pacífico. Esa voz rasposa y tranquila que no me hacía desear nada más que escucharla susurrándome al oído que todo iba a estar bien en esas noches difíciles en las que el pasado me carcomía por dentro y las pesadillas no cesaban. Su corta barba bien cuidada. Tenía curiosidad de la textura de esta. ¿Rasparía o sería suave? Solo habría una forma de descubrirlo y puede que fuera algo que deseaba con todas mis fuerzas en ese instante, pero no sabía que hacer. Estaba un poco descolocado.
Miré sus orbes fijamente para abrazarle por el cuello al ver los créditos de la película.
Movió su cabeza hacia mí correspondiendo a mi mirada y se acercó unos milímetros más.
Podía sentir su aliento y eso no ayudaba con mis ganas.
Me acerqué un poco más también.
Estábamos frente a frente, a unos pocos milímetros de tocarnos, mis brazos rodeaban su cuello mientras los suyos rodeaban mi cintura, a oscuras, la escasa luz que desprendía la televisión simplemente permitía ver el brillo de nuestros ojos y nuestros labios. Lo suficiente para que mi corazón comenzara a latir más rápido, era un cúmulo de emociones en ese entonces. No entendía nada. Después de lo de mi esposa dudaba que me pasara esto de nuevo y mucho menos con un hombre. Y además uno con el que había estado a hostias durante toda mi estancia en los Santos. Qué coño me estaba pasando?
Le abracé con algo más de fuerza obligándole a acercarse para no ahorcarse con mis brazos. Nuestras narices estaban rozándose. Mi corazón latió aún más rápido, algo que yo no creía posible. Y si eso era un infarto y no nerviosismo?
La sangre se concentró en mis mejillas, cosa que Grúas no dejó pasar por alto, llevando su mirada a ellas.
Suspiré y me acerqué más. Qué podría perder por intentarlo? Nunca hablaba con ese señor, simplemente nuestras conversaciones podrían ser algo más incómodas y ya está, no me importaba mucho. Aclarar lo que sentía en ese instante me parecía mrjor opción y solo había una forma de hacerlo.
-Joder, de perdidos al puto río.
Corté la distancia entre nosotros rápida y enérgicamente fundiendo nuestros labios en un suave y lento beso, pero con algo de desesperación.
Armando me correspondió y noté como sus mejillas se enrojecían también.
Lamió mis labios pidiendo permiso para ingresar en mi boca, el cuál fue claramente concedido.
Comenzamos un vaivén con nuestras lenguas.
Miré sus ojos desafiante para recibir una mirada igual por su parte.
Eso era la guerra y yo no pensaba ceder, no me iba a apartar, pero al parecer Armando tampoco.

Armanway, tu media naranjaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora