—Robin, he dado mis mejores años a esta compañía pero sabes muy bien que ahora tengo otras prioridades.
Accidentalmente, escuché a Elise mientras pasaba frente al cubículo de Robin de camino a la cocina. Inmediatamente desestimé la curiosidad que creció en mi interior y continué mi camino, intentando no detenerme o tardar más de lo que debía. Sin embargo, fue difícil hacerlo sabiendo que mis sospechas estaban confirmadas: el papel del Elise dentro de la compañía era más importante del que me habían dicho inicialmente.
Con ese pensamiento en la cabeza, me topé con Louis, el gerente de Calidad y Procesos mientras entraba a la cocinas. En el mes que llevaba viviendo aquí, él había siso una de las pocas personas que había decidido tratarme como a una colega en vez de alejarse de mí como si tuviera la peste.
—¡Hola, Nessa! ¿Cómo estás?
Louis, igual que muchos de los empleados, había desarrollado su carrera aquí. Y dentro de la cultura de la compañía, eso le daba cierto estatus. Como Elise, tenía aceptación por parte de sus compañeros y subordinados; tenía llegada e influencia. Y eso, si era bien utilizado, podía ser muy ventajoso. Claro que eso él lo sabía y también sabía que si hacía las cosas bien, su carrera podría dar un gran salto. Pero al margen de su evidente ambición, Louis era era un tipo muy jovial. Había algo en él que me transmitía cierta familiaridad, cierta sensación de comodidad. Me gustaba la forma relajada que tenía al hablar, los detalles coloridos de su atuendo, incluso la palmadita afectuosa, casi paternal que me daba a veces en el hombro.
—Bien, ¿y tú? —Hacía días que venía repitiendo esa frase hasta el hartazgo pero no estaba en posición de decir que realmente estaba agotada y aburrida de la ciudad, que no lograba terminar de comprender la dinámica de la compañía.
—¿Cómo te trata la ciudad? ¿Ya has podido recorrerla?
Louis no lo había dicho, pero era evidente que amaba a Erie con todo su corazón. Cada vez que me veía en un contexto de no–reunión aprovechaba para recomendarme algún lugar para ir: un restaurante o alguno de los parques en las afueras de la ciudad. Él y su esposa Linda tenían por costumbre salir muy seguido y tenía toda la intención de hacer que me enamore de la ciudad. Qué pena que estuviera tan lejos de lograrlo.
—No mucho la verdad.
—Te avisaré la próxima vez que salga con Linda. Quizás podemos presentarte a alguno de nuestros amigos.
—Oh, no tienes que molestarte, en serio. —Reí nerviosa. Estaba esperando que Louis dijera algo así. Siempre, en algún momento, alguien asumía que podría tener interés en tener una cita a ciegas con algún amigo soltero.
—Cuando estés lista, solo tienes que avisarme.
Con una sonrisa, agradecí sus esfuerzos de hacerme sentir bienvenida, de querer incluirme en la vida social de la ciudad. Sin embargo, todavía no estaba segura si estaba pisando sobre terreno firme, si podía confiar en él.
Por el rabillo del ojo, vi a Elise ocupar el único cubículo libre del piso. Me extrañó verla aquí en lugar de verla bajar las escaleras al piso inferior a donde estaba su equipo y, cediendo ante la curiosidad, estiré el cuello para ver un poco mejor.
—El equipo de diseño se mudó aquí arriba.
—¿Aquí? Pero si no hay lugar...
—Cedimos nuestro espacio temporalmente—explicó Louis con un tono divertido en su voz.
—Es muy amable de su parte.
—Te aseguro que Elise no piensa eso —él rió entre dientes, como un niño que acaba de cometer una travesura—. Pero creo que les vendrá bien trabajar cerca tuyo.
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La distancia entre nosotras ©
RomanceIncapaz de soportar el dolor de su corazón roto, Vanessa decide aceptar un empleo en la remota ciudad de Erie, Pennsylvania, donde espera recuperarse de los estragos emocionales producto de su fallida relación con Amanda. Pero sus esperanzas de no v...