Cada mañana del resto de la semana Elise pasó por mí. Minutos antes de la 8 am, aparcaba el auto frente a mi casa, tocaba dos veces la bocina, anunciando su llegada, y yo me dirigía hacia él, usualmente trotando para exponerme lo menos posible al inclemente clima de Erie.
El lunes, una vez sentada en el asiento del acompañante, ella coronó el ritual matutino plantando un suave beso en mi mejilla y, a partir de ese momento, así fue como me recibió. Con un "hola" y una sonrisa que brillaba en su rostro como los primeros rayos de sol en el horizonte. Era un gesto simple, tímido, pero era suficiente para hacer que todo mi cuerpo reaccione a su cercanía.
Ya nada podía hacer al respecto, nada quería hacer para alejarla.
El domingo por la noche había decidido acallar a mi ser racional e ignorar el constante susurro de la voz que continuaba advirtiéndome que este no era la mejor ruta para mí. Lo sabía muy bien, pero ya era muy tarde para alejarme y la verdad era que tampoco quería hacerlo. Ya estaba cautiva de ella.
Cautiva del tiempo. Del tiempo de ella, pero también de lo mío pues sabía que mi estadía en Erie no sería para siempre.
Prefería esto a nada en lo absoluto. Luego vería cómo lidiaría con eso.
En la oficina, las cosas volvieron a la normalidad; de hecho fue como si nunca se hubieran vuelto extrañas. Muchas de las áreas con las que ya había empezado a trabajar, como Recursos Humanos, Finanzas y el propio equipo de Louis, Calidad y Procesos; ya veían algunos resultados a raíz de las mejoras que logramos implementar en los equipos. Esto significaba que tenía más tiempo para hacer seguimiento y enfocarme en los líderes que todavía tenían trabajo por hacer, entre ellos, Elise.
Para mediados de la semana, Marcus hizo su aparición en la oficina. Fue una visita sorpresiva y fugaz, pero a esta altura de los acontecimientos su presencia me tenía sin cuidado.
Lo vi en en cubículo de Robin, hablando animadamente y cuando ella me llamó descubrí que la cámara no me había engañado. Marcus se veía exactamente tal cual lo recordaba, con su cabello veteado de gris y una sonrisa enorme estampada en sus labios. Siempre cordial, siempre diplomático.
Lo sumamos a la reunión de estatus y, si bien mantuve la cortesía con él (después de todo, la mitad de la compañía le pertenecía), fui muy consciente de que quien llevaba los hilos de la operación era Robin. Les presenté los avances del equipo de Diseño y los siguientes pasos a ejecutar.
Marcus permaneció en silencio, asintiendo.
—Me encanta esto, Nessa —me dijo Robin con una gran sonrisa en su boca mientras sus ojos se movían frenéticamente a través de la pantalla de su notebook mientras analizaba la presentación que le había enviado—. ¿Estos son los promedios de performance?
Asentí, orgullosa. Todos ellos habían mejorado en más de 10 puntos.
—Pues felicitaciones.
—Gran trabajo, Nessa —acotó Marcus.
Internamente puse los ojos en blanco.
La verdad es que yo no había hecho nada más de lo que hacía normalmente. El mérito no era mío.
—No me feliciten a mí, feliciten a tus líderes. Ellos hicieron el trabajo duro.
Ella me dirigió una sonrisa cordial y Marcus la imitó.
Luego de unos minutos leyendo el informe, Robin giró hacía mi. Esa mañana había elegido una camisa verde pino decorada con pequeños acebos colorados. Muy navideño.
—Bueno, creo que es momento de algunas buenas noticias —anunció ella mirando de soslayo a su socio—. ¿Recuerdas que te mencioné un posible plan de expansión?
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La distancia entre nosotras ©
Roman d'amourIncapaz de soportar el dolor de su corazón roto, Vanessa decide aceptar un empleo en la remota ciudad de Erie, Pennsylvania, donde espera recuperarse de los estragos emocionales producto de su fallida relación con Amanda. Pero sus esperanzas de no v...