—¿Me avisarás cuando lleguen a Cleveland? —le pedí a Elise apartando el cabello de su rostro mientras ella aún respiraba agitada a mi lado.
Ella tragó saliva y exhaló profundamente antes de asentir, intentando recuperar el aliento. Como siempre hacía, me tomó de la cintura y me atrajo hacia ella, asegurándose de enredar nuestras piernas debajo de las sábanas.
Una vez más, sentí su cuerpo aún tibio, su pecho desnudo y sensible pegándose sobre mí. Estaba obsesionada con lo perfectamente que nos amoldábamos la una a la otra. No podía dejar de pensar en ello, incluso cuando ella no estaba conmigo.
—¿Tú me avisarás también?
—Sí. —La besé despacio. Su esencia aún estaba impregnada en mí y dejé que mis labios se muevan con los de ella para que también pueda saborearse.
Elise dejó escapar un gemido gutural, aferrándose de mis hombros mientras su respiración se volvía pesada una vez más.
Me aparté de ella, observando en el mar turquesa de su mirada el deseo ardiendo una vez más—. ¿A esto te referías cuando dijiste que tenías ganas de mí?
Elise asintió—. Tengo que confesarte algo.
—¿Qué cosa?
—Siempre tengo ganas de ti. Todos los días. Todo el tiempo. Tengo ganas de ti, de tu cuerpo, de tu compañía.
—Eli... —En un rapto de pasión, me abalancé sobre ella, pegando nuestros cuerpos todavía más si eso era siquiera posible. Al roce de nosotras no pude evitar dejar salir un gemido de lo más profundo de mi pecho—. Te deseo tanto.
Con Elise tan cerca, apenas era capaz de pensar. Sentía que mi corazón iba a explotar en mi pecho, que sus toques no eran suficientes para saciar el hambre que se apoderaba de mí cada vez que ella estaba conmigo.
—Despacio, cachorra, que Oli duerme.
—Lo siento... Es que... No quiero irme mañana —confesé, sintiéndome arder mientras ella acariciaba mi cuello.
Ya había llegado el jueves y debíamos partir en un par de horas, cada una con un destino diferente. Sabía que sería solo hasta la semana que viene y, si bien no era tanto tiempo, me dolía pensar en ello. Sabía que era tiempo preciado que no recuperaríamos.
—Yo tampoco. —Elise me sonrió dulcemente, mientras las yemas de sus dedos trazaban suaves dibujos sobre mi clavícula, entre mis pechos.
Temblé ante su toque, incapaz de controlarme. Era ridículo, acabábamos de terminar y yo ya quería empezar de nuevo. Pero necesitaba más de ella, no podía evitarlo.
—Bésame, Elise.
Entre respiraciones agitadas, tomé de ella todo lo que me ofrecía y ella hizo lo mismo conmigo. Bebió de mis besos, se nutrió de mis apremiantes caricias, y sació mi hambre por ella, ese hambre que últimamente parecía ser una constante en mí.
Elise me llevó al pico del goce; a ese lugar que, por momentos, convertía mi cuerpo en un receptáculo de sensaciones que nublaban mi mente, que me dejaba completamente en blanco mientras temblaba de placer, incapaz de procesar lo que esta mujer me producía.
Sentí su cuerpo vibrar junto al mío, el calor emanaba de su piel como carbón encendido pero con un último esfuerzo, Elise me trajo de nuevo con ella, a recuperarme en sus brazos mientras, me sentía mareada.
—Eli... —susurré sobre su boca.
—Nunca me dijiste así antes —observó con voz ronca—. ¿Tenía que tenerte así para que me digas de esa forma?
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La distancia entre nosotras ©
Roman d'amourIncapaz de soportar el dolor de su corazón roto, Vanessa decide aceptar un empleo en la remota ciudad de Erie, Pennsylvania, donde espera recuperarse de los estragos emocionales producto de su fallida relación con Amanda. Pero sus esperanzas de no v...