Capítulo 18

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Me escuché hablar, mi voz salió irregular, algo tosca incluso; pero no fui capaz de controlar los movimientos de mi boca. Sentía que estaba rellena de algodón y me costaba articular bien.

—¿Bebiendo, Vanessa? Que indecoroso de tu parte...

Amanda pretendió ser graciosa, como si toda nuestra historia juntas nunca hubiese ocurrido y yo lo hubiese imaginado todo. Como si hubiese imaginado sus besos apasionados, rudos, y luego sus desplantes, sus manipulaciones. Como si sus promesas de amor hubiesen estado en mi cabeza y no en sus labios.

Quería gritar, quería insultarla y golpearla, mas cerré mis puños y respiré con dificultad.

—Oh, vamos bebé, no me mires de esa forma.

Sus palabras me daban tanto asco que temía expulsar el alcohol de mi cuerpo sin previo aviso; por obra y gracia divina, no lo hice.

—No me digas así —siseé más fuerte de lo que pretendía, sin darle importancia a la poca gente que estaba a nuestro alrededor—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Amanda me dedicó una media sonrisa. Evidentemente mi estado de impaciencia la divertía mientras que a mi me llenaba de una ira que apenas podía contener.

—Vine a ver a mi madre para año nuevo. Se divorció de mi padre y desde que se fue de Pittsburgh no quiere estar sola. Ya sabes cómo es mamá.

Tuve que hacer un gran esfuerzo para no comenzar a reír histéricamente. ¿Esto era real? ¿Cómo tenía el tupé de hablarme así, como si todo entre nosotras fuera normal?

—No, Amanda. No sé "cómo es mamá", ni me importa. ¿Sabes qué? No me interesa saber qué haces aquí.

—Tú me preguntaste.

Su respuesta simple y directa disparó una ola de calor en mi cuerpo, la cólera palpitó en mis venas.

—Ah, ¿y ahora de repente recordaste escucharme como a una persona normal? Después de años ignorándome y maltratándome, ¿ahora pretendes que eres capaz de responder una puta pregunta? —Tomé aire, solo el suficiente para continuar escupiendo todo lo que había callado por nueve largos meses—. ¿Ahora vienes a contarme de tu familia, como si nunca hubieses tratado de ocultarme de ellos y de todo el mundo? Vete a la mierda.

Las cejas de Amanda se arquearon, claramente no esperaba que explotara así. Sin embargo, su sorpresa duró solo apenas unos segundos, pues ella habló con ese tono de voz firme, lacerante que la caracterizaba—. No puedes culparme por haber querido una vida normal con mi prometido. Una vida que tú, no te olvides, arruinaste cuando quisiste acostarte con él como una especie de venganza contra mí.

Me costaba enfocar su rostro correctamente. No me había dado cuenta de que el alcohol me había afectado tanto. Maldición.

—Yo no me acosté con tu prometido —me defendí, con poco éxito.

Técnicamente no lo había hecho, pero sí lo había planeado. Corrompida por el odio y la humillación, lo embriagué con la intención de hacerlo pero, por algún designio del destino, él me detuvo. Y yo, sintiéndome terrible por la locura que casi cometí, accedí a desaparecer de su vida y de la de Amanda.

—No, porque él te rechazó —rió—. Y cuando nadie te quiso, no tuviste mejor idea que irrumpir en mi boda y anunciar con bombos y platillos que estabas follándote a la novia. Hermoso, Vanessa. Mucha clase.

Sus palabras se sintieron como hierro caliente en mi piel. Todavía ahora se empeñaba en humillarme, en hacerme sentir como un microbio. Yo ya sabía que me había equivocado, que había actuado horrible. Y entendía muy bien que, a pesar de que podría haber tenido motivos, ellos no justificaban mi comportamiento.

La distancia entre nosotras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora