Capítulo 34

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—¿Qué haces aquí?

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—¿Qué haces aquí?

Encontré sus ojos enormes y cristalinos. Noté sus mejillas enrojecidas, su pecho agitándose. Estaba furiosa, pero también tenía miedo; podía verlo en la distancia que ponía entre nosotras.

—Vivo aquí —le respondí, alzando apenas los hombros.

—¿Aquí? ¿Vives aquí? —Su voz ya no temblaba, no de pánico al menos.

Tragué saliva y me levanté—. Sí.

—¿Por qué? ¿Por qué vives aquí? —Ella me acusó sin más y no pude culparla realmente. Jamás había podido contarle todo lo que había planeado para nosotras.

—Quería... —Irme de Erie. Todo me recordaba a ti. Díselo. No seas cobarde.

—¿Sí...? —Ella cruzó los brazos sobre su pecho con recelo. Y me molestó su actitud, me molestó que pretendiera que la única que había hecho las cosas mal era yo. 

Imité su postura, devolviéndole la mirada, pero aún así le respondí—. Vivir mi vida. Rearmarla como siempre quise que fuera.

Vanessa resopló. No me creía o quizás toda la situación le parecía tan irreal como a mí.

La puerta frontal se abrió y Anna asomó su cabeza adentro con su móvil presionado contra su pecho—. Nessa, ¿puedes encargarte? Elise lo siento, tengo que ocuparme de esto. Fue un placer conocerte. Te hablaré en unos días. ¡Adiós!

Anna no aguardó una respuesta. Simplemente volvió a salir tan rápido como había entrado y el silencio, pesado y espeso como brea, cayó entre nosotras. Se apantanaba a nuestro alrededor. Y mientras más tiempo permanecíamos calladas, más difícil era romperlo.

—No es justo, ¿sabes?

—¿Qué cosa?

—Esto. Que estés aquí. Pretendiendo que no me conoces, como aquella vez, como si tú y yo... —Ella vaciló y algo dentro de mí se agitó—. Quiero olvidarme de todo esto.

Me dolió. Me dolió más de lo que creí que me dolería. Y sentí mi mano cerrarse con fuerza alrededor del bolígrafo que estaba sosteniendo.

—¿Y qué querías que hiciera? ¿Que arme una escena frente a tu jefa? —Le reproché, sin entenderla. ¿Quería olvidarse de mí, de nosotras, pero no quería que actuara como si nada hubiera ocurrido, que la ignore como si fuera un completa extraña?

—Cualquier otra cosa, Elise. Menos eso —respondió dolida y entendí que quizás tenía razón.

Esa no era la forma de acercarme a ella, ni de protegerla; ya lo sabía y había elegido hacerlo de esa manera. A propósito.

—Y no estoy aquí para perseguirte si eso es lo que piensas.

—Pues eso parece —ella bufó, mirando a cualquier otro lado, menos a mí.

La distancia entre nosotras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora