—Odio los tacones, quiero que lo sepas.
De veras los odiaba. No solo me estrujaban los dedos, si no que estar a más de diez centímetros de mi altura real me daba cierta sensación de vértigo; me sentía como Bambi tratando de pararse sobre el hielo, sabiendo que podía partirme la cara en cualquier momento.
Me dejé caer en uno de los asientos en el tocador de damas, viendo a Elise pasar a mi lado y acercarse a uno de los espejos. Ella, a diferencia mía, se movía sobre sus tacones con la misma facilidad que una modelo.
Increíble.
—¿Y por qué los elegiste?
—Pues... Quedaban bien con el vestido. —Rodeé los ojos, simulando fastidio y haciendo que Eli sacuda la cabeza—. Además tú me dijiste que me veía bien en ellos, ¿o no?
Ella se inclinó un poco más cerca del espejo y me dedicó una mirada de soslayo a través de él. Por la forma en que sus ojos brillaron me di cuenta de que ella también recordaba muy bien la noche que había dicho eso. Había sido la noche de Navidad, la primera vez que dormimos juntas.
Luego, ella despegó su mirada de mi y regresó su atención a la delicada tarea de re-aplicar ese labial rojo que hacía su boca tan apetitosa.
—Jamás dije lo contrario. —Elise apretó ligeramente los labios, asegurándose de que el color se vea homogéneo y luego se giró para mirarme—. Solo digo que quizás deberías haber elegido otro calzado si sabías que ibas a pasar todo el día de aquí para allá y bailando como lo hiciste. —Ella me dirigió una mirada burlona, pues me había visto en la pista con Jeff durante la última hora.
Definitivamente había quedado completamente agotada después de eso.
Apreté los labios para evitar reírme e ignoré sus palabras—. ¿Por qué te aplicas labial si ya nos vamos?
Luego de casi seis horas de baile, más comida y alcohol, la fiesta estaba llegando a su fin. Y la verdad, estaba agradecida de que Eli hubiera querido acompañarme, pues no me habría divertido tanto si hubiera venido sola.
—¿Te molesta?
Me puse de pie. El Uber estaría aquí en unos minutos—. Todo lo contrario. Estás bellísima.
—Oh, qué dices... —Elise desestimó mi halago y vino hacia mí, mostrándome su cuerpo envuelto en un hermoso vestido azul noche que le caía hasta los pies pero que, de todas maneras, revelaba un escote profundo; más profundo que lo permitido.
No debería ser legal que sea tan condenadamente sexy. Lucía absolutamente despampanante, aunque más delgada que antes. Era consciente de que sus hombros lucían más estrechos, sus caderas menos rellenas. Me daba cuenta y me sentía terrible por haber sido la causa de ello.
—Solo la verdad. —Me encogí de hombros, y tomé su mano—. ¿No viste cómo te miraban todos?
—Tener un escote no me hace hermosa —respondió Elise apartando un mechón de cabello que caía sobre mis ojos y colocándolo detrás de mi oreja—. Tú, en cambio...
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La distancia entre nosotras ©
RomanceIncapaz de soportar el dolor de su corazón roto, Vanessa decide aceptar un empleo en la remota ciudad de Erie, Pennsylvania, donde espera recuperarse de los estragos emocionales producto de su fallida relación con Amanda. Pero sus esperanzas de no v...