Capítulo 5

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El lunes, antes de las 8 am ya estaba lista esperando a Elise con mi taza térmica de café repleta de la única bebida que podría traerme a la vida después de la noche que había tenido.

Desde el momento en el que Elise se ofreció a pasar a buscarme, mis nervios enloquecieron completamente.

Ni siquiera 10 km de bicicleta el día anterior y dos horas de actividad física el sábado fueron suficientes para agotar mis músculos y que el cansancio me ayude a dormir por la noche.

Ahora no solo estaba físicamente dolorida sino con un sueño que hacía que mis párpados se sintieran pesados como un edredón de plumas.

7.50 am sonó un bocinazo afuera.

Cuando me asomé, vi el auto gris topo de Elise aparcado e inmediatamente, mi boca se tornó seca como un desierto.

Tomé un sorbo de café, esperando encontrar en la cafeína la tranquilidad que -ya sabía- no me daría.

Cerré la casa y, mientras me dirigía hacia el auto, vi a Elise hablándole a Olivia, quien ocupaba el asiento detrás del conductor.

La pequeña hablaba animadamente a su madre, quien la escuchaba con una amplia sonrisa en sus labios. En todas las semanas y días desde que conocí a Elise, jamás la había visto con esa luz en el rostro. Ella tiró levemente su cabeza hacia atrás, con sus ojos cerrados con diversión en respuesta a algo que Olivia le había dicho.

De un momento a otro, estaba frente a la puerta del vehículo. ¿Qué me sucedía que no registraba lo que ocurría a mi alrededor cuando estaba cerca de esta mujer?

—Buen día, disculpa la demora —le dije una vez adentro.

—No te preocupes. Olivia, ¿recuerdas a Vanessa?

—Hola.

—¿Cómo estás, linda? —Me giré a verla, descubrí su carita dormida y su cabello algo alborotado—. Puedes decirme Nessa si quieres, ¿sí?

—De acuerdo.

—¿Lista? —preguntó Elise, dedicándome una sonrisa casi imperceptible.

—Sí.

Mientras me ajustaba el cinturón de seguridad, noté que ya no había libros a mis pies. Tampoco juguetes de Olivia en el asiento trasero.

—Oli, me contó tu mamá que te gusta Harry Potter.

—Sí. Me gusta Hermione.

—Que casualidad, a mí también. —Volví a girarme para verla y noté que tenía la misma sonrisa que había tenido Elise momentos atrás. Los mismos pómulos altos, el mismo mentón—. ¿Has visto las películas?

—Mamá no me deja ver todas aún. —Sonaba molesta por ello.

Miré de reojo a Elise, quien a mi lado, asintió—. Quizás en un par de años, amor.

—La verdad es que las mejores son las primeras. —Guiñé un ojo a Oli, para tratar de hacerla sentir mejor.

—Mamá me compró la uno y la dos y la tres en dvd.

—¡Qué suerte tienes! —Ante mis palabras, Olivia sonrió complacida.

—Veo que tus rodillas ya están mejor —comentó Elise, sus ojos descendiendo a mis piernas. Hoy había elegido una falda que me llegaba a la mitad de la pierna, y pantyes beige claras, del mismo tono de mi piel. Afortunadamente, ya no había hematomas en ella.

—Ya se me han quitado los moretones, sí.

Ella suspiró pero no dijo nada, avivando mi curiosidad.

La distancia entre nosotras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora