Luz.
Era tan blanca y clara que llegaba a mis ojos a pesar de mis párpados cerrados, interrumpiendo mi descanso. Los apreté fuerte, escapando a la vigilia, buscando prolongar mi estadía en la cama un poco más. Estaba tan abrigada debajo del edredón de plumas que no quería moverme.
10 minutos más.
Suspiré, relajando mi cuerpo, dejando que se hunda un poco más sobre el colchón.
Hasta que sentí una mano reptando suavemente sobre mi cintura. Yemas de dedos suaves acariciando mi piel.
Mi piel desnuda.
Abrí los ojos y me encontré con el rostro durmiente de Elise. Relajado, sereno, aunque las esquinas de sus labios se elevaban sutilmente. Su cabello rubio se arremolinaba sobre la almohada, algunos mechones caían sobre sus ojos, mientras su pecho (desnudo también) se elevaba con cada respiración que daba.
Aún tenía el maquillaje de anoche, la máscara en sus pestañas y los pendientes en sus orejas. Me entretuve observando los pequeños detalles que la hacían tan cautivadora. Esa lunar apenas visible, esa pequeña marca sobre su ceja.
Por dios, ¿cómo podía ser tan hermosa?
—¿Te desperté? —preguntó sin abrir los ojos con voz sonó somnolienta, algo ronca pero tierna.
—No.
—Mentirosa. —Se arrimó hacia mí, acercando su rostro al mío mientras sus piernas se enredaron con las mías—. Lo siento.
—No te preocupes —respondí relajándome en sus brazos, sintiendo los resabios de su perfume.
Cada nota floral me traía un recuerdo de anoche.
Su boca sobre la mía, sus manos acariciándome tímidamente, su respiración sobre mí... Su mirada embriagada cuando el placer la poseyó por completo.
Sentí calor en mis mejillas y mi corazón acelerarse.
Elise abrió los ojos, como si fuera capaz de percibir algo que no estaba momentos atrás y me observó detenidamente.
Era el deseo. Era el deseo por ella que me había puesto inquieta de repente.
—¿Estás bien?
—Sí —suspiré, sintiendo el calor palpitando en mi bajo vientre.
¿Qué me sucede? No podía creer lo mucho que su presencia me afectaba, cómo con tan poco Elise era capaz de encenderme una y otra vez. Me sentía como una adolescente.
—¿Estás segura?
—Sí.
—¿Por qué me mientes, cachorra? —Sin aviso ni rodeos, se cernió sobre mí y me observó coqueta.
—¿Ahora soy una cachorra? —Aprovechando su cercanía rodeé su cadera entre mis piernas. Estaba obsesionada con nuestros cuerpos pegados, con el roce de su piel sobre la mía. Quería quedarme así con ella todo el tiempo que pudiera.
Sus ojos se oscurecieron—. Sí.
Elise se inclinó y tomó mis labios entre los suyos y esta vez, fui yo quien sucumbió a su toque. A sus manos curiosas que exploraron cada centímetro de mi cuerpo, a su boca intrépida que me atormentó hasta llevarme al borde del abismo y fue capaz de sostenerme ahí, mientras el gozo sacudía mi centro más profundo. Como una plegaria, evoqué su nombre una y otra vez, vibrando debajo de su peso, tan liviano en su materialidad, pero tan abrumador en su esencia.
Apenas capaz de reaccionar, me sostuve de ella con mi corazón latiendo vehementemente en mi garganta. Su pecho se agitaba sobre mí luego de habernos llevado a ambas a explotar de placer y regresar a esta cama, como si lo que acabáramos de experimentar fuera algo de otro mundo.
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La distancia entre nosotras ©
RomanceIncapaz de soportar el dolor de su corazón roto, Vanessa decide aceptar un empleo en la remota ciudad de Erie, Pennsylvania, donde espera recuperarse de los estragos emocionales producto de su fallida relación con Amanda. Pero sus esperanzas de no v...