Si dos meses atrás alguien me hubiese dicho que Elise sería la persona más colaborativa, observadora y simpática con la que trabajé en años, posiblemente lo hubiese encontrado hilarante e imposible y por tanto, me hubiese partido de la risa. Pero increíblemente, eso fue exactamente lo que sucedió.
Estaba tan habituada a su indiferencia, que encontrarme con su sonrisa en la mañana, o su invitación a almorzar, me dejaba inicialmente muda. Creo que, en parte, le divertía verme momentáneamente pasmada. Una o dos veces me pareció ver que reprimía una sonrisa ante mi sorpresa pero esa impresión duraba solo un instante, y su expresión calma volvía a vestir su rostro.
Con el paso de los días, aprendí a reírme de ello y muy pronto, tener nuestras sesiones de coaching me pareció tan natural como despertar cada mañana. Era llamativo cómo en los cuatro meses que la conocía, había compartido más momentos con ella, que con Amanda en nuestro año de "relación".
Luego de dos semanas de arduo trabajo, Elise y yo logramos armar un plan para el área de diseño que se basaba en su progreso como líder dentro del equipo.
Para el miércoles, tenía lista una primera propuesta para revisar con Elise antes de presentársela a Robin. Ya habían pasado poco más de cuatro meses desde que había comenzado a trabajar en Zoomers y el equipo de diseño era el que menos progreso había hecho hasta ahora. Me sentía confiada en mi propuesta de trabajo, pero quería saber qué pensaba Elise. Después de todo, ella estaría liderando esos cambios.
Sin darle muchas vueltas, clickeé sobre el botón "enviar" y aguardé unos instantes.
Desde mi cubículo pude ver el momento exacto en el que ella recibía el mail, pues sus ojos se alejaron del monitor y me buscaron. Fueron tan solo un par de segundos antes de regresar su atención a la pantalla.
Hice lo posible por no observarla, por no notar con placer algunos de los movimientos que repetía con más frecuencia y ya podía identificar. Cómo cuando rozaba su labio superior con el dedo índice. O incluso a veces, con el dorso de ese mismo dedo frotaba suavemente la punta de su nariz, como si tuviese una alergia que nunca se le quitaba.
—¿Tienes un momento? —Su voz inquisitiva casi me hace saltar de la silla.
Tan absorta estaba en mis pensamientos que no la había visto venir hacia mí.
—Sí, claro.
—Tranquila, no voy a destrozar tu informe —Elise bromeó apoyándose en el borde del box con los brazos cruzados sobre su pecho—. ¿Quieres que revisemos algunos puntos?
Como pude, traté de reír pero a decir verdad, su autoconfianza me intimidaba un poco—. Ven, siéntate.
—¿Tienes la presentación abierta? —Ella vino a mi lado para poder ver la pantalla y se apoyó en el escritorio para observar mejor—. ¿Ves a la slide 20? Bien. Quizás sea mejor que utilices el manual de marca para generar el contenido que presentas a partir de aquí. No querrás empezar la reunión con Robin con el pie izquierdo.
—No, claro... Pero es solo un borrador. Imagino que a Robin no le molestará... —Levanté la mirada para confirmar mis asunciones, pero encontré su expresión de mofa e incredulidad—. ¿Robin?¿En serio? Guau, supongo que no es tan flexible como parece.
—¿Esas blusas y vestidos...? —Elise susurró acercándose un poco. Con su cercanía el aire se llenó de su perfume—... Los odia.
Mírala a los ojos, mírala a los ojos. El poco sentido que me quedaba seguía recordándomelo.
—Estás bromeando.
—Ella misma me lo dijo. Un poco borracha, pero lo dijo. —Sus labios se curvaron en una bella sonrisa, cómplice del pequeño chisme que acababa de darme.
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La distancia entre nosotras ©
RomanceIncapaz de soportar el dolor de su corazón roto, Vanessa decide aceptar un empleo en la remota ciudad de Erie, Pennsylvania, donde espera recuperarse de los estragos emocionales producto de su fallida relación con Amanda. Pero sus esperanzas de no v...