—¿Cómo estuvo tu vuelo?,—Pregunta la otra persona en la habitación.
—Excelente, dormí la mayor parte,—Contesto sonriente.
—¿Has escuchado las noticias?,—Pregunta,—Todas las cosas que Paul a dicho de mi.
—Es un imbécil,—Le digo a Freddie,—Pero algo es bueno.
—¿Qué?.
—Que ya no podrá manipularte más, se le acabó su jueguito,—Freddie ríe.—¿Sabías que el fue quien apagó mi guitarra en mi solo de Killer Queen?.
—¿Fue el?,—Yo asiento, Freddie mira el piso y después de unos minutos habla,—Crei que tú estarías enfadada conmigo.
—¿Por qué?.
—Por no ir contigo a Canadá,—Freddie me mira arrepentido.
—Yo te di a escoger y tú lo hiciste, si tú no querías yo no podía hacer nada para cambiarlo, era tu decisión,—El me sonríe,—Mi psicóloga me ha enseñado que esperar a que las personas se aferren a ti no es sano.—Todo se vuelve a quedar en silencio,—¿Cuando nos vamos?.
—Hoy por la noche, llegaremos ahí en la mañana y los veremos por la tarde,—Anuncia.
—¿Has sabido algo de ellos?,—El mueve la cabeza,—¿Has sabido algo de Roger?.
—Roger no ha estado saliendo con alguien si el que quieres saber, cariño,—Yo río evidenciandome.
—Me pone nerviosa volver a verlo,—Digo y el toma mi mano en forma de apoyo.
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—¿Estás lista?,—Me pregunta Freddie una vez que estamos fuera de la oficina de Jim.
—¿Puedes darme cinco minutos?,—Pregunto y el asiente,—En un momento entro.
Freddie abre la puerta y entra dirigiendome una última mirada de apoyo. Los chicos no sabían que había vuelto, ellos pensaban que solo Freddie los había citado al igual que Jim. Estaba nerviosa, me sentía ansiosa por volver a verlos pero también me comía viva la vergüenza de como los traté la última vez. Por mi mente pasó la idea de irme de ahí, volver a Canadá pero todo se desvaneció cuando pensé en Maela, el que ella estaba feliz por mi progreso y esperaba que nunca volviera a recaer.
—Tu puedes, eres Amber Roberts,—Me digo a mi misma, cuento hasta tres y abro la puerta de la oficina.
Inmediatamente todas las miradas se posan en mi, la de Jim quien me veía sorprendido y con nostalgia, la de Brian quien me sonreía abiertamente al igual que John, Freddie mueve la cabeza asintiendo haciéndome saber que está orgulloso y por último la mirada de Roger, de sorpresa. Me mira de pies a cabeza, es difícil descifrar sus sentimientos pues su rostros es todo un poema en este momento.
—Siento la tardanza,—Digo sentándome a lado de Freddie,—Tuve que reunir algo de valor.
—Si alguien quiere un té, armas cargadas solo díganlo,—Ofrece Jim.—Bien, ¿quién quiere empezar?.
