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⇝—¿Cómo dice? —Jimin miró a su jefe como si estuviera drogado.

—Lo que oyes —se encogió de hombros. —Mira, clientes son clientes, lo que se convierte en dinero para mi restaurante... —comentó entregándole la bolsa con el pedido. —Si él quiere que se lo lleven a la China, pues toca... pero, para tu suerte, sólo es aquí al frente.

—Hmm... ¿no se le hace raro, hyung? —dudó, dándole una mirada a la florería, desde el ventanal.

—Un poco, el chico no dejaba de tartamudear —detalló. —Es la primera vez que tardo más de dos minutos en tomar una orden telefónica —bromeó. —Pero, se escuchaba muy adorable... —miró la hora en su reloj de pulsera. —¡Bien, mucha charla! ¡Vamos, moviéndose, que el tiempo apremia!

—Ya voy —gruñó, haciendo un puchero. Algo no le terminaba de cuadrar.

Jimin había oído sólo una frase del dueño de la florería, y en ningún momento recordaba que sus palabras titubearan, por el contrario, había sido tajante. Aunque, también podía tratarse de su empleado, el chico de lentes de montura, con quien aún no cruzaba palabra... todavía.

Con un suspiro, cruzó el paseo en donde se encontraban ambos locales, pasando junto a los bancos de madera, hasta llegar a la florería Pétalo. Abrió la puerta y unas campanillas anunciaron su llegada.

En el interior, y tras el mostrador, sólo se encontraba el chico de anteojos de marco grueso, que sonrió casi al instante en que lo vio llegar, poniéndose en pie para saludarlo.

—Bie-Bienvenido a flo-florería Pé-Pé-Pétalo —saludó y Jimin le regresó la sonrisa. Entonces, sí era ese el chico con el que su jefe había hablado por teléfono. Coincidía en la connotación de adorable.

—Buenas tardes —hizo una reverencia. —Traigo un pedido a nombre de... ¿Taehyung? —dudó, revisando el nombre en la factura. El castaño asintió, señalándose el pecho.

—S-Soy y-yo —informó.

—Oh, bien —Jimin puso la bolsa sobre el mostrador, retomando su lectura, para revisar que todo estuviera en orden. —Son dos porciones individuales de jjangjamyeon y una porción de kimchi de rábano, ¿cierto?

—S-Sí —asintió nuevamente.

Park le entregó el planillero para que el castaño firmara por haber recibido su orden, y aprovechó ese instante para dar una ojeada a la tienda. Era, sin duda, hermosa, con una linda combinación de beige y azul marino en las paredes, y una variedad incalculable de flores de todo tipo. Su mirada se detuvo al captar un par de ojos profundos observándolo tras un gran jarrón con lirios. Jimin notó lo inquietos que éstos se volvieron, al ser descubiertos, removiéndose y pretendiendo que no lo veían en absoluto. El pelinegro soltó un resoplido, sin entender de qué iba el dueño de la tienda para portarse tan raro con él.

—¿Pu-Puedo pa-pagar con m-mi ce-celular? —habló Taehyung, moviendo su móvil para llamar la atención de Jimin de regreso.

—Sí, por supuesto —de su chaqueta roja de trabajo, sacó una máquina portátil, en la cual el castaño pudo realizar el pago exitosamente con un par de toques. —Muchas gracias por su compra, y tengan buena tarde —se despidió, haciendo una reverencia para ambos, evidenciando con ese gesto, que sabía que el rubio estaba allí, aunque se escondiera.

Con una extraña sensación en el pecho, salió del lugar, dejando atrás el sonido de las campanillas y la mirada intensa del dueño de la florería.

Por su parte, Yoongi cayó sentado en su silla, posando ambas manos en su pecho, para evitar que su corazón saliera volando de allí. Su rostro estaba tan rojo como las rosas de la vitrina y Taehyung reía desde su lugar, mientras sacaba los envases de comida del interior de la bolsa.

—E-Es mu-mu-mucho más li-lindo en pe-persona —comentó el castaño, acercándole su porción a su jefe, junto a un par de palillos desechables.

—¿Lindo? —Yoongi negó, inconforme con el adjetivo que su colega eligió. —Él es... simplemente... perfecto... digo, no sólo es muy hermoso, sino que, su voz es como el terciopelo, tan suave y melódica, no sé si estaba hablando o entonando una canción —las emociones del rubio estaban burbujeando, haciéndolo hablar más que nunca. —Y su cabello, ¡Dios! Lucía tan brillante, al menos lo poco que podía ver fuera de la gorra... incluso con esa ropa de trabajo, luce tan increíble, como un modelo de revista...

—S-Sí que l-le picó fu-fuerte e-el bi-bichito d-del a-amor —se burló Taehyung, codeándolo, antes de regresar a su silla, para atacar sus fideos.

—Agh... soy patético... —negó con la cabeza, pero sin borrar su sonrisa ni el rubor de sus mejillas. —Es tan inalcanzable, que duele...

—La e-esperanza e-es l-lo ú-último que se pie-pierde —lo animó, con un poco de salsa de frijol manchando las comisuras de su boca. —¡Á-Ánimo, hy-hyung! —alzó su puño, con una sonrisa y expresión determinada.

—Es una locura si quiera intentarlo —murmuró, sabiendo que no volvería a tenerlo en su tienda como ese día.

—Es una locura si quiera intentarlo —murmuró, sabiendo que no volvería a tenerlo en su tienda como ese día

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Holitas!

Aquí paso dejándoles otro capítulo de esta mini historia.

Gracias por leer.


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Entre Lirios & Peonías [YoonMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora