Capítulo 8

466 36 31
                                    

Al aterrizar nos dirigimos en taxi hasta el mismo hotel. Pero, como si el destino confabulara en contra nuestra...

- ¿Cómo que sólo tiene una habitación? - Mi jefe estaba histérico. La recepcionista nos había informado que tenía cupo lleno, y sólo había hasta ese momento una habitación disponible, peor aún, todos los hoteles de la cuidad estaban igual.

Como cada año en esas fechas se llevaba a cabo el festival Nagasaki Kunchi, por lo que la ciudad se abarrotaba de visitantes nacionales y extranjeros. Por eso, es que ahora no había ningún lugar disponible; si queríamos quedarnos debíamos aceptar la habitación.

Para tratar de calmar su furia, tuve que intervenir: - Licenciado, si es la única opción, por mí no hay problema. Además, como dijo, entre más pronto lo hagamos, más pronto volveremos. - Y eso esperaba, no creo que pudiera soportar tantos días en la misma habitación con mi jefe, ya saben, por aquello de mis sentimientos.

Me miró dudoso pero aceptó. - Bien, deme la habitación. - le dijo de mala gana a la recepcionista. Ésta le entregó la llave.

Caminamos hasta la habitación que estaba en el primer piso. Pasó  la tarjeta y luego giró la perilla, la puerta se abrió.  La habitación era más sencilla que la anterior, en la que nos habíamos quedado, pero por fortuna tenía un sillón que se veía bastante cómodo. Caminé hasta ahí y me senté.

- Escojo el sillón. - dije con simpleza, queriendo provocar una sonrisa en mi jefe, pero no lo logré.

Me miró desde la entrada.
- Claro que no, tú dormirás en la cama y yo en el sillón. - dijo seriamente.

- Gracias. - un silencio reinó en la habitación por un segundo, pero ya no quería seguir sintiendo esta incomodidad, así que hablé: - ¿Por qué no nos vamos de una vez? así podremos aprovechar aún la luz del día.

- Tienes razón. - me puse de pie de un salto y caminé hasta la puerta, el la abrió y salimos de nuevo al pasillo. - Voy a pedir un auto. - dijo para más él que para mí. Yo solo asentí.

Cuando llegamos a la recepción, solicitó un auto en renta. Inmediatamente la mujer solicitó el vehículo y a los diez minutos ya estaba estacionado frente al hotel.

Subimos la coche y rápidamente revisé mi teléfono, ubiqué un mapa de la cuidad. Así sabríamos por dónde ir y no perderíamos tiempo.
Él comenzó a conducir, mientras yo le daba las indicaciones.

Al cabo de una hora llegamos a la casa del señor Yamaha.

- Bueno, no pensé que el camino fuera tan largo - miró por su ventanilla. Al lado derecho se encontraba una majestuosa casa.

- Yo tampoco. - luego volví mi vista al teléfono - aquí dice que a 30 kilómetros está la casa de la señora Greta, entonces... - hice zoom a la pantalla y pude localizar un lago a medio camino. - Son 17 kilómetros al lago.

- Bien. - aceleró y seguimos el camino que marcaba el mapa. Justo hora y media después habíamos llegado.

Estacionó el auto a pie de carretera. Bajamos y comenzamos a caminar hasta llegar al lago.

- Que te parece si tú vas de ese lado de la carrera y yo por aquel. - señaló ambos lados - No te alejes mucho, si no lo encontremos hoy, mañana seguiremos. - No dejó que respondiera, comenzó a caminar hacia su lado.

Rodé los ojos. Ya estaba de espaldas a mí, así que no me vio. -¿Cuál es su problema? - pensé.
Comencé a caminar, luego me di cuenta de algo, traía unos bellísimos tacones que se comenzaron a hundir entre la tierra suelta que hacía las veces de orilla del lago. - ¡Maldita sea! - ya era tarde, los tacones estaban totalmente sumergidos, me costaba sacarlos. - Bien, tendré que ir descalza - dije con fastidio. Saqué los pies de las zapatillas, el suelo estaba húmedo, al menos había partes con musgo así que no sería un suplicio caminar por ahí. Me agache y con fuerza jalé los tacones, salieron rápido. Continúe caminando por el rededor con los zapatos en las manos, en ese pedazo de tierra no había nada, así que tuve que ver hacia el lago. Enfoqué mi vista tratando de ver el fondo, mis ojos se abrieron ante la sorpresa, ahí estaba, podía verlo. Mi corazón latió muy rápido, sentí la adrenalina recorrer mis venas. ¡No lo podía creer, estaba a punto de resolver un crimen!.
Sin pensarlo dos veces, tiré las zapatillas al suelo y entré al lago, el agua estaba congelada y llevaba bastante corriente,  y era normal, en octubre el clima ya es bastante frío. - ¡Ahg! - grité al sentirla, pero estaba decidida, tenía que recuperar ese cuchillo. Las piedras a mis pies estaban resbalosas, así que traté de caminar despacio y con cuidado. Miré en busca de mi jefe, pero no lo veía por ninguna parte, así que seguí caminado. Conforme fui avanzando en el lago, éste se hizo más profundo, estaba casi a la mitad y el agua ya me llagaba a la cintura. Comencé a titiritar de frío, pero no me detuve, tenía que llegar al él lo más rápido posible para poder salir. Ya estaba a dos pasos de donde me encontraba, pero el agua congelada ya estaba a la altura de mi pecho. Tenía que sumergirme para tomarlo. - pero no puedo dejar mis huellas ahí - me dije. Así que me quité el saco que llevaba puesto, metí la mano en una de las mangas sin llegar hasta el final, para que me sirviera de guante. Sentí como mis dientes se convirtieron en castañuelas, tenía muchísimo frío, pero ya no podía detenerme.
Jalé aire en los pulmones y me sumergí completamente, el agua helada me quemó la cara. Abrí los ojos y lo vi, estiré mi mano para tomarlo, pero me costaba llegar a él por la corriente. Salí en busca de aire y volví a entrar. Sentía como la corriente me jalaba, tuve que hacer uso de todas mis fuerzas, pero sentía que no tenía estabilidad. Alargué mi mano lo más que pude hasta que por fin  lo tomé, lo apreté fuerte por miedo a que se me escapara. De pronto un brazo me cruzo por el pecho y me sacó. Jalé aire en repetidas ocasiones, sentía como los pulmones me ardían.

Enamorada de mi JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora