Capítulo 15

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El dolor de cabeza me está matando. Abro los ojos lentamente, la habitación está totalmente oscura. Me incorporo y el dolor aumenta. Me sujeto la cabeza con una mano. - ¡Vaya borrachera! - pienso. Cierro los ojos tratando de recordar cómo es que llegué aquí. Un olor muy conocido para mí me inunda las fosas nasales, abro los ojos rápidamente y lo busco con la mirada. Ahí está, como en aquella ocasión, dormido de manera muy incómoda, sobre una silla.

Reacciono y levanto la sábana, pero toda mi ropa está ahí. Inhalo exageradamente de alivio. Él comienza a moverse, se estira aún sin abrir los ojos, y yo solo lo observo.

Por fin termina de despertar, abre los ojos pesadamente y me ve, me regala una hermosa sonrisa digna de ser plasmada en una pintura.

- Hola... - se acomoda mejor en la silla.

- Hola... - estoy apenada; y como si estuviera desnuda, me cubro con la sábana.

- Creo que es hora de que me vaya... - se pone de pie. Pero yo no quiero que se vaya, tengo muchas preguntas.

- Espere... - se detiene y voltea a verme. - ¿Tan mal estaba, que tuvo que quedarse?- vuelvo a sujetarme la cabeza.

- Estaba preocupado... ¿Te duele la cabeza? - se acerca unos pasos preocupado.

- Bastante... - En un intento por buscar unas pastillas en la mesa de noche, me enredo en la sábana y me caigo de la cama. - ¡Auch! - grito, corre hasta a mí y me sostiene.

- Serena... - dice alarmado - ¿Te golpeaste? - me he quedado toda enrollada y con el cabello todo revuelto. Con un mano me separa él cabello de la cara y me revisa. - Déjame ver...

- Estoy bien... - me quejo. La verdad a parte del susto, me di un golpazo en el trasero, pero eso no se lo puedo decir.

- Ven, te ayudo. - remueve la sábana y me deja libre, luego me ayuda a levantarme. - ¿Estás mareada? ¿no te golpeaste la cabeza? - me suelta como esperando ver si me caigo.

- No, estoy bien, gracias. - me aliso el cabello y respiró profundamente. Me duele el trasero, pero me aguanto.

Observa mi muñeca y luego me toma de ella, la levanta para tener mejor vista. Yo observo en esa misma dirección. Una marca violácea resalta sobre mi piel blanca.  Arruga las cejas y aprieta los labios.  - ¡Ese hijo de... ! - me zafo de su agarre.

- No se preocupe, no es nada.- escondo la mano por detrás de mi cuerpo.

- Bien. Dime dónde tienes pastillas y yo mismo las busco.

- No se preocupe, estoy bien, enserio. - me acerco a mi buró y saco una cajita. - aquí está... - abro la caja y tomo una.

- Iré por agua. No te muevas. - Sale del cuarto. Luego regresa y me da un vaso de agua, y trago la pastilla.

- Muchas gracias.

- No tienes nada que agradecer. - me sonríe y yo igual. Me quita el vaso de la mano y lo pone en el buró.

Mi corazón palpita rápidamente, y para evitar el silencio incómodo, decido seguir preguntando.

- Entonces... me trajo aquí... - lo digo como lo más simple del mundo.

- Te quedaste dormida en el camino y no podía despertarte, así que te subí cargada - siento como mis mejillas arden por la vergüenza. - luego, al llegar aquí, volviste a vomitar por un largo rato, me preocupé y no quise dejarte sola. - mira hacia otro lado - temí que te ahogaras con tu propio vómito.

¿Qué? ¡Trágame tierra y mándame a otro lado, por favor! Siento que mis ojos se me van a salir de las órbitas. Las mejillas me arden ¡Jamás había hecho eso! ¡Que vergüenza!. Corro al baño y me encierro. Sorprendido va detrás de mí y toca a la puerta.

Enamorada de mi JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora