Capítulo 13

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Para mi sorpresa y para mi tranquilidad también, mi jefe no volvió por la tarde. Creo que pensó como yo, estar todo el día juntos era demasiado duro.

A las nueve de la noche yo aún estaba en la oficina, había un asunto que me tenía muy preocupada y en vista de que mi jefe no había vuelto, sentí que tenía que ser yo, quien le encontrara una solución. Estaba totalmente enfrascada leyendo unos dictámenes cuando la puerta de la oficina se abrió dándome un susto terrible.

- ¿Que haces todavía aquí? - preguntó al percatarse de mi presencia. Se quedó parado esperando una explicación.

Trate de recomponerme del sobresalto. - Estoy trabajando en el caso Kigura.

Arrugó el ceño molesto y miró su reloj de pulsera - Son las nueve de la noche, véte a casa.

- Aún no termino. - estaba dispuesta a quedarme ahí todo el tiempo que fuera necesario, por dos cosas; primero, resolver el asunto, y segundo, y más importante, no quería volver a casa pues sabía que ahí sólo me deprimiría y lloraría hasta quedarme dormida.

Respiró profundamente totalmente exasperado. - Serena, por favor, vete a casa, mañana terminamos esto... - tomó la carpeta que estaba leyendo y la cerró.

Totalmente sorprendida, achiqué los ojos. - Gracias señor, pero quiero quedarme. - abrí molesta la carpeta nuevamente.

Rodó los ojos. A estas alturas ya sabía que si algo se me metía en la cabeza, no podía hacerme cambiar de opinión, así que me arrebató la carpeta, caminó hasta su escritorio y la soltó escandalosamente, se quitó el saco y lo colocó por encima de su sillón y se sentó. Luego, comenzó a hojearla.
Yo sólo lo observé ¿Que planea hacer, quedarse?.

- ¿Qué hace? - Ahora sí estaba molesta. Me puse de pie con intenciones de ir por la maldita carpeta pero me detuvo con un ademán con la mano.

- Estoy haciendo el trabajo que debí haber hecho por la tarde, soy el jefe y tengo responsabilidades, no debí dejártelo todo a ti. Así que, ya puedes irte. - al finalizar la oración señaló la puerta. Abrí las aletas de la nariz y apreté los puños, aún más enfadada.

- Es mi trabajo. - Siseé.

Se tomó un segundo para responder. Parecía que estábamos retándonos. - También es el mío. Si quieres quedarte, hazlo, pero cuando yo me vaya, también te vas tú, entendido. - Dejó de verme para posar su mirada en la carpeta, ignorándome totalmente.

Me volví a sentar, tomé otra carpeta y la abrí. Estaba tan consternada que ya no podía poner atención en nada, sólo leía sin leer. ¿Por qué volvió? Estaba tan tranquila sin su presencia que me perturbara... Pero al cabo de unos minutos su teléfono sonó, no quise voltear a verlo, sabía perfectamente quién llamaba.

- Hola... - respondió secamente.
- Surgió algo y tuve que quedarme. - explicó. Su esposa dijo algo al otro lado de la línea, luego él continuó. - Sí, no te preocupes, te veo en casa. - colgó la llamada y yo sentí unos celos terribles, pero tenía que controlarme, no podía demostrarlo.

Se aclaró la garganta y guardó el celular en un bolsillo de su pantalón y continuó leyendo.

Yo seguí sin leer absolutamente nada, sólo pasaba de hoja en hoja para simular que trabajaba, pero la verdad es que ya no podía. Tenerlo ahí, tan cerca de mí, con su perfume rondando por toda la oficina, sabiendo que el bufete estaba solo, nosotros estábamos solos, me ponía muy nerviosa. Pensé que si fuera la clase de persona que no soy, iría por él y me montaría en sus piernas, lo besaría como nadie lo a besado, enredaría mis manos en su cabello y él me tomaría por la cintura para acercarme más. Tiraría todo del escritorio y me subiría ahí, desabrocharía su camisa y él acariciaría mi cuerpo... nos uniríamos en ese escritorio, él sería mío y yo sería suya...

- Serena. - su llamado me volvió a la realidad. Voltee a verlo, ya estaba parado frente a mí. - He terminado, vámonos. - Traía su saco puesto y algunos folders debajo de su brazo izquierdo.

Tardé en reaccionar. Estaba soñando despierta con él. - Bien. - Me puse de pie rápidamente y cerré la carpeta que tenía en las manos. Busqué mi bolso y apagué la computadora. Él me observaba mientras hacía todo esto.

Me abrió la puerta y esperó a que yo la cruzara para hacerlo después de mí y apagar la luz. Caminamos en silencio hasta el elevador, apretó el botón y me pareció que duró horas en subir.

Cuando por fin se abrió, nos montamos en él y bajamos hasta el estacionamiento. Saqué las llaves de mi carro y quite la alarma, él hizo lo mismo con el suyo. Ambos vehículos estaban cerca, así que caminé hasta mi auto y él al suyo, seguíamos sin mediar palabra.

Abrí la puerta y subí, metí la llave para encenderlo y ¡oh sorpresa! No arrancó. Lo intenté tres veces más y nada, el auto estaba muerto. ¡Maldije a todos los creadores de vehículos!, ¡Por qué me tiene que estar pasando esto a mí!. Golpee el volante de frustración.

Cómo era evidente, llegó hasta mi auto y se cruzó de brazos. Yo quería seguir haciendo berrinche pero ya no podía hacerlo, me estaba viendo.

- Te llevaré a tu casa... - Tragué salvia. No, eso no.

- Se lo agradezco pero no es necesario, tomaré un taxi. - saqué la llave y tomé mis cosas, abrí la puerta para salir y él hizo a un lado. Di un tremendo portazo de coraje, ¡Maldito carro, se tenía que descomponer, justo ahora!

- No te enojes con él, seguro no le has dado mantenimiento. - su comicidad me sacó de quicio; parecía que disfrutaba mi escena. Lo fulminé con la mirada.

- Claro que ha tenido mantenimiento. - le puse la alarma y guardé las llaves en el bolso, comencé a caminar hasta la salida del lugar, pero me detuvo del brazo.

- ¿A dónde crees que vas? - observé la mano que me sujetaba y luego a él, pero no se separó.

- Ni pienses que te voy a soltar para que te vayas, un taxi a estas horas no es seguro, yo te llevaré a casa. Te aseguro que no tengo ninguna otra intención. - aseguró aún sin soltarme.

Lo medité un segundo, revisé mi reloj y ya eran las 10:30 de la noche ¿En que momento se había hecho tan tarde? No tenía de otra que aceptar.

- Bien, se lo agradezco. - solo hasta entonces me soltó. Comenzamos a caminar hasta su auto y me abrió la puerta del copiloto, subí y me abroché el cinturón. Cerró la puerta y caminó al otro lado, subió, se puso el cinturón y encendió el auto.

Salimos del estacionamiento y le indiqué cuál era mi dirección, sólo asintió y condujo en silencio. Parece que ya nos estamos acostumbrando a no hablarnos más que solo lo necesario.  La verdad agradecí el silencio, no sé de qué pudiera hablar que no fuera de trabajo, y honestamente ahora no quería saber de nada ni de nadie. Opté por concentrar mis pensamientos en Andrew. Miré en dirección a la ventanilla, pero pude ver por el reflejo que de vez en cuando volteaba a verme, pero yo no quería verlo, no, en un espacio tan pequeño.

A los diez minutos ya estábamos en mi edificio. Iba a abrir la puerta pero no me dejó.

- Espera... - salió rápido del auto y lo rodeó hasta llegar a abrirla. Me extendió la mano pero no la acepté, no quería tener ningún tipo de contacto o claudicaría. Lo entendió a la perfección y se hizo a un lado para que pudiera bajar.

- Muchas Gracias. - Él sólo asintió y comencé a caminar hasta la entrada. Escuché como encendió el auto y se fue.

Una vez dentro de mi apartamento, dejé mi bolso en una mesa de la entrada, me quité los zapatos y caminé descalza hasta el sofá.  Ahí me tiré y comencé a llorar.

Enamorada de mi JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora