𝐓𝐇𝐄 𝐋𝐄𝐆𝐀𝐂𝐘 [2]── The Chronicles of Narnia

QUINCE|

Edmund había pasado todo el día sacando las costras tenía la espada que les dio el hombre en la isla, ya llevaba más de la mitad y se veía realmente reluciente. Ethan se había quedado a su lado viendo con asombro como de a poco la espada se iba dejando ver cómo nueva.

Lucy estaba en una esquina cociendo algunos vestidos junto a Amelia, las cuales compartían risas entre sí.

Caspian estaba mirando todo atentamente por la popa del barco, a veces algunos comentarios quejándose por los ruidos de anoche llegaban a sus oídos pero él solamente los ignoraba. Sus ojos inconscientemente se desviaban a la figura de la castaña y una sonrisa se posaba en sus labios sin pensarlo.

— Está realmente enamorado, su majestad— había opinado Drinian al verlo como no le sacaba la vista de encima. Caspian salió de su trance y con su rostro serio negó con la cabeza

— ¿Yo enamorado?— alzó sus cejas y luego soltó un suspiro, dejando caer su rostro sobre su mano. Ya que estaba apoyado sobre un barandal— si, puede ser que me esté cautivando un poco— cedió

— No, la atracción pasó hace cierto tiempo, tu estás enamorado— afirmó y volvió a sus actividades

Esa frase no había dejado de invadir la mente de Caspian.

¿Hace cuanto tiempo había comenzado a gustarle Amelia?

En si cuando la vio, le pareció una chica sumamente atractiva, además había visto retratos de ella junto con Peter en libros. Pero el hecho de saber que era su reina y que además tenía pareja, le había hecho anularla completamente de su cabeza. En su lugar había aparecido Susan, haciéndolo creer que estaba muy enamorado.

Hasta que se marchó y su corazón parecía seguir latiendo de igual manera, solo que con un peso encima.

Sus sentimientos habían comenzando a fluir desde el día que tuvo que ayudar a dormir al pequeño Ethan, cuando solo era un bebé.

Había visto a Amelia ser una mujer tan fuerte por su hijo que la siempre que la miraba le brillaban los ojos de la admiración, por que él jamás habría podido salir adelante como ella lo hizo.

Todos se lo decían pero jamás lo quiso ver.

Estaba enamorado de Amelia.

(...)

Eustace había pasado todo el día escribiendo en su diario, rodeado por barriles de bebidas, como si se estuviese escondiendo de alguien.

Una gaviota se había posado frente a él y levantó su vista para ver al animal.

— Hablando de comida ¿sabe donde hay?— le preguntó, el ave solo soltó un chirrido

— ¿Por qué hablas con esa gaviota?— preguntó Tavros mirándolo desde una tarima que yacía en el barco, junto con otro hombre.