XI

78 12 0
                                    

Nayara


—¿Qué rayos estamos haciendo aquí?

Fhernando solamente se limita a seguir por la calle sin mirarme. Parece que decirle la dura verdad sobre su ex novia no lo tomó muy bien.

—¿Podrías solo caminar? Ya te dije que sí te voy a pagar.

Mi enojo y frustración, al no haber tenido otra opción más que acceder a ayudarlo, puede más que yo.

—Sabes que no me interesa el dinero. Lo hice porque no quería que nadie más se entere en lo que trabajo. Eres un chantajista.

—No es mi culpa que lo de tu trabajo sea un secreto.

—¡Pero estás usando eso a tu favor!—me detengo, golpeo el suelo con mis zapatos haciendo ruido—Basta. ¡Díselo a todos! ¡Publícalo en Facest! Me largo a casa.

Regreso por dónde vinimos dispuesta a subirme al primer taxi o bus que encuentre, donde sea que me lleve, pero que sea lejos de Fher.

—Hey, Naya, espera. No puedo hacerlo sin ti.

Sigo sin hacerle caso y rogando porque aparezca alguno.

—No puedo dejar que ella se vaya así, no puedo.

Me volteo y decido darle una mirada de odio.—En primer lugar, deberías de ponerte a pensar si ella lo vale.

—Otra vez con eso no—suelta un largo suspiro y se acerca más—. A pesar de todo yo la quiero, la amo, y sé qué ha estado haciendo todo este tiempo conmigo, pero aún así yo la sigo queriendo.

Verlo así, suplicando ayuda para poder recuperar al "amor de su vida" me hace recordar todas aquellas ocasiones anteriores en las que escuché el mismo argumento de esos chicos desesperados por darle calma a su roto corazón.

Aquí me pregunto, ¿Qué hubieran hecho ustedes?

—Llevas mucho en esto, lo sé. Lo descubrí hace tiempo, nunca pensé decírtelo, pero ahora... Necesito que me ayudes. Por favor, Naya. Yo sé que no nos llevamos del todo bien, pero sé que al menos me tienes algo de aprecio como yo lo tengo por ti.

—Ag, bien. Te ayudaré.

Y así, se fueron por el drenaje todas las reglas que establecí para que mi trabajo no se vea involucrado con mi vida personal.

—¿Al menos serías tan considerado de decirme por qué rayos terminaron?

El porte del chico suplicante desaparece en el instante en el que hago esa pregunta y se gira para seguir avanzando por dónde estábamos yendo, dejando el mismo porte que lleva todos los días en los que lo veo y no me cae para nada bien.

—Deja tus investigaciones y preguntas para algún otro informe, Naya.

—Deja de decirme así. O dejaré de ayudarte, así me supliques otra vez.

—Es imposible no decírtelo si tienes los primeros informes en la mañana, sobre todo lo que pasa alrededor—él ríe como recordando algo—. La primera vez que te oí con algo así, pensé si habías elegido bien tu profesión.

—Me gusta diseño. Soy buena en eso.

—Ya sí. Eso no dicen la mayoría de tus trabajos.

—Lo mismo digo de tus prácticas. Deberíamos de ser conscientes que la única buena en ambos aspectos es Ari y que sin ella estaríamos perdidos.

—Cierto. Eso sí es cierto.

—Aunque últimamente la he notado distraída, ¿Tú no?—pienso en las últimas veces que la vi, pensativa y nunca se demora más de lo debido en la computadora, pero parece que estuviera pensando mucho—¿Sabes algo de Hugo? No veo que venga por ella ya. ¿Habrán peleado? No, no lo creo, Hugo hubiera venido a arreglar las cosas. ¿Y si terminaron?—termino de decir todo eso y el que tengo por acompañante se ríe con descaro. Yo solamente lo miro fijamente a ver si me cuenta el chiste para reír los dos.

NANA & GOGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora