NANA & GOGO

XXII

Nayara

—Qué rico.

Definitivamente no hay nada mejor que un sábado en casa, viendo películas con mamá y disfrutando de su deliciosa canchita.

—¿A esto le llamas rico?—se queja mamá mirándome —¡Deberías salir! Siempre te la pasas estudiando y trabajando. A tu edad yo salía con mis amigos.

Si se enterara de lo que trabajamos, se vuelve loca.

Cállate, consciencia. Todo estará bien.

—Si quieres que te deje la casa sola, solo dímelo. Y no me lo digas de esa forma señorita.—replico mirándola y ella solo me mira con los ojos muy abiertos, para luego lanzarme una mirada juzgadora.

—¿Por qué lo dices?

—¡Ay mamá, por favor! Las risas en tu habitación a la medianoche deben de ser por algo.—tomo más del bol que hizo, y mientras las mastico, la sigo mirando—Si quieres salir, ve. Ya no soy una niña.

—¿En serio?

—Anda, vete ya.

Ni corta ni perezosa, salta el pequeño sillón y sale corriendo a su habitación. Loki al no verla cerca, se sube al sillón conmigo.

—¿Tú disfrutas ver películas conmigo, verdad mi corazón?—le digo abrazándolo, y una lamida es lo que obtengo como respuesta.—Sé que lo haces por el sabor de la cancha, bandido.

Le doy una canchita y así paso la noche, hasta que mamá sale a darme un beso—¡No demoro! ¡Te amo!—y escucho la puerta cerrarse, luego abrirse de nuevo—¡Pero baja a Loki del sillón!—y se ha ido.

Me río, sé que mamá ama al pulgoso de mi perro. Aunque diga que no.

La razón por la que amo los sábados es porque no "trabajo". No tengo trabajos de la universidad. Y sobre todo, hoy no hay correo.

Bueno, sí hay correo, pero quería sonar como tío Vernon de Harry Potter. Porque ahora siento su tranquilidad.

Termina la película y veo que ya es tarde. La falta de bulla en la calle, las luces apagadas de algunas casas y el hecho de que Loki ya esté durmiendo plácidamente me lo dicen.

—A mimir.—me desperezo y voy camino a mi habitación, cuando escucho una notificación de mi teléfono. Maldigo por haberlo dejado en la sala.

No me hago problemas y decido dejarlo ahí, de todas formas no lo necesito. Sin embargo, las notificaciones siguen llegando y llegando, hasta que hacen que me harte y vaya a por él.

—¡¿Quién demonios se atreve a molestar un jodido sábado por la noche?! ¡Estamos durmiendo!—reniego tomándolo en mis manos y desbloqueando.

Fher :)
¿Naya?
Naya
Naaaaaaaaayaaaaaaaaa
Holasaasssasss
Ayudaneee

—¿Y ahora éste qué quiere?—y justo cuando termino de decirlo, entra una llamada suya. Contesto:—¿Qué quieres?

—¿Hola? ¿Eres Nayara?—responde una voz que desconozco.

Ay, qué vergüenza.

—Sí, ¿Qué haces con el teléfono de Fhernando?

—Pues, sucedió algo gracioso. Estaba escribiéndote, y ahora está bailando. ¿Puedes venir por él?

—¿Bailando, él?—digo, con sorpresa y sorna.

—Aunque no lo creas. Pero desconozco esos pasos de baile.—se ríe y el sonido se refleja en el auricular—¿Puedes venir por él? Dijo que quería que tú vinieras.