II

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Thiago

Los edificios siguen siendo los mismos. Busco el edificio C, a lo lejos lo diviso con sus grandes letras: Facultad de Ciencias Económicas, en dorado. Creo que las hicieron solo para gente distraída como yo, quienes suelen perderse hasta con el GPS. Me río porque gracias a mi falta de orientación y conocimiento con los mapas han resultado grandes experiencias.

Aunque siento algo distinto este año, llegar a la universidad solo es lo que se siente muy distinto. Sin Ari me siento algo vacío, no tengo a quién molestar durante todo el camino. Ni siquiera tuve la oportunidad de molestarla por más de cinco minutos, y eso me ayuda a liberar estrés.
Saludo a quienes conozco y me dirijo al salón que me tocó este año.

Definitivamente no sé porqué ella me hace esto.

Ah, pero si fuera ese tal Hugo...

Cierto, no sé qué le ve de bueno a ese flacucho. ¿Es porque le regala flores? Yo también. ¿Es porque la lleva al cine? Y también. ¿Es porque conoce a su familia? A la mía también, y desde hace muchos años más.
Meh, ni siquiera sé qué de bueno le ven a tener pareja. No he tenido novia desde que la última que tuve en la secundaria, y fue una loca obsesionada maniática total. Por poco y obligo a mis papás a irnos del país, y definitivamente llevarnos a Ariana y a Kiara, y a sus papás.

Sí, eso. Si por algo recuerdan a Ariana los de la secundaria es por eso, por la loca maniática y yo. Un triángulo amoroso inexistente que se encargó de crear en su mente, y eso llevó a toda la familia al hospital, y terminarlo en un marco algo legal. Dramático, lo sé, pero era necesario para que mamá estuviera segura de que Ari y yo también estuviéramos seguros.

Ubico en el horario el salón en el que me toca, confirmo todo e ingreso. Me siento cerca de la pared, así puedo evitar la mirada del profesor que ya conozco. Saco mi teléfono y empiezo a jugar hasta que la clase empiece.

Corre, gira, gira, corre, esquiva. Corre, esquiva, gira, corre, corre, ¡Corre por tu vida, Vanélope!

¿Qué? Estos juegos son realmente entretenidos. No me juzguen, Ari y mi hermana los juegan, y mamá me enseñó que no tiene nada de malo. Así que... ¡Segunda ronda!

—Hola, ¿De casualidad tienes un lapicero que me puedas prestar?

—¿Decías?—levanto la mirada y santo Dios.

Su cabello negro y liso, sus ojos azules oscuros resaltan aún más la linda sonrisa que me está dando en este preciso momento.

Cierra la boca, me estás avergonzando.

—¿No tienes? Creo que debería preguntarle a alguien más.—vuelve a sonreír y es cuando se enciende mi cerebro.

—Cl-claro que tengo, toma.

—Esto es tu teléfono. ¿Escuchaste lo que dije?

Hasta con su expresión de interrogante se ve muy hermosa.

—Oh, sí. Perdón.—le entrego el único lapicero que tenía en la mochila. Porque no soy de cargar nada más— Toma.

—Muchas gracias.—y otra vez esa sonrisa.— Por cierto, me llamo Danna. ¿Qué tal es el profesor Wilfredo? Quise inscribirme con Jorge pero ya no habían vacantes.

—Ah, Wilfri es lo máximo. Te irá bien, es algo exigente, pero buena gente. Lo pasé en Talento Humano, siempre recuerda que a inicios de cada unidad suele pasar examen.

Termino de decir esto y es como si lo hubiera invocado. El profesor Wilfredo ingresa con su maletín gigante, y a saber de dónde saca tanta fuerza para cargarlo por toda la universidad. Siempre con el mismo terno, limpio y pulcro. Aunque truene, llueve o salga un inmenso sol, él seguirá viniendo con su terno, lo he comprobado. Deja el maletín en el pequeño escritorio, deja su saco en la silla, se recoje las mangas de su bien planchada camisa y camina hacia el centro del salón.

NANA & GOGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora