VI

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Ariana


—¿Qué pasó?—cuestiono mientras reviso toda la habitación, para cerciorar si esta vez no rompió nada.

Mamá Sil se sujeta el pecho mientras papá la ayuda a sentarse lentamente en el sillón. Caen poco a poco las lágrimas en su rostro, su expresión es una de decepción. Lo sé, la conozco, especialmente porque no es la primera vez que mi hermana hace un descargue de sus más profundos deseos.

—Kiara, esta vez fue muy dura—me responde papá al observar que mamá no está en condiciones de hacerlo—. Nos dijo que hubiera preferido no nacer a tener que llevar una vida... Una vida con nosotros. Unos pobres de...

Calla de repente. Es fácil deducir qué es lo que sigue.

—Oh, mamá—la abrazo fuerte y le tomo la mano a papá Braulio—, papá. Ustedes son lo mejor que uno puede desear, desde que tengo memoria no ha sido un día en el que no me haya faltado amor y comida. Sí, debo de admitir que hemos pasado momentos difíciles, pero hemos sabido superarlos uno a uno. Teniéndonos juntos. Me han dado todo lo que he necesitado, y eso es lo mejor. Mírenme, soy como soy gracias a ustedes.

Es imposible el seguir evitando las lágrimas. Observo todo alrededor, agradeciendo a Dios por tenerlos aún tantos años, y espero sean por muchos años más. Mis palabras y pensamientos se quedaron en nada cuando escuché lo que mamá dijo.

—Todavía es una niña. Sé que no lo dijo en serio. No lo dijo de verdad.

En papá y en mí es evidente la molestia porque ambos sabemos que solamente trata de justificarla para aminorar el dolor que siente, lo que unas palabras pueden calar tan hondo.

—No la justifiques—le respondo con todo el enojo, porque no es la primera vez que dice lo mismo cada que Kiara lanza su rabia contenida hacia cada uno de nosotros al no tener todo lo que quiere—. Sabes que ya no es una niña.

—Ariana, por favor—su sola mirada me hace dudar de si es enojo o dolor lo que siento—. Pasará, ya verás que sí. Concéntrate en ti, nosotros nos concentraremos en Kiara.

—Bien, pero no me iré hasta que te tomes tus medicamentos.

—No sé qué haríamos sin ti, mi Ariana.

Le paso su medicación y dándole las buenas noches me voy a mi habitación, pasando por la de Kiara, dudo en si decirle todo lo que también tengo contenido, o solamente pasar de largo y dejarla sola, esperando que algún día entienda lo que yo entendí ya hace muchos años. Elijo la segunda opción, ya que estoy muy cansada y lo que menos quiero es tener una discusión para terminar alterando mucho más a mis papás.

۝

Los días transcurren tranquilos, en la universidad los trabajos siguen como siempre; y en la pastelería los clientes igual, y tal parece que la semana termina bien.

—¡Arianaaaaaaaaaa!

Tal parece que no.

—Ya te dije que no entres gritando así. Pareces demente, y—lo miro fijo cuando llega, dándole una de mis mejores sonrisas forzosas de labios cerrados—como me despidan por tu culpa, ya sabes lo que haré.

—Ya, perdón—su boca forma un puchero.

—Ya, Thiago, como sea. ¿Viniste a sostener el poste de luz? Ah, y te aviso que se acabó el pie de limón.

—Noup, nada de eso. Hoy es domingo.

—¿Y qué tiene que ver que sea dom...—mi mente, cual recordatorio, esta vez algo atrasado, me recuerda qué tengo que hacer los domingos—¡Rayos!

NANA & GOGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora