Capítulo 4

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Me despierto en la habitación de mi mejor amiga Sam, pero no hay ningún rastro de ella por aquí. Antes de salir en su búsqueda hacía la cocina, me miro en el espejo. Estoy hecha un cuadro con mi moño despeinado, mi pijama corto de orquitas, y mis ojos rojos e hinchados después de haberme pasado casi toda la noche llorando por culpa del tema de mi padre. Entiendo que mi madre quiera que hable con él, pero no me siento preparada para enfrentarme a todo ello. Nos ha hecho mucho daño a las dos, y no sé si podré perdonarle algún día.

Cuando estoy más o menos presentable, salgo de allí. En la cocina me encuentro a Hugo, de espaldas a mí con tan solo unos calzoncillos, preparándose el desayuno. Uf madre mía, qué buenas vistas desde la mañana... ¡Eva, no! ¡Putas hormonas! Quítate ya esos pensamientos de la cabeza por favor, que es tu vecino, el hermano de tu mejor amiga y el chico que más odias en este mundo.

—Buenos días Huguito —se gira al oírme.

—Buenos días morena —me dice con una sonrisa ladeada mirándome de arriba abajo. Noto inmediatamente como sube el calor a mis mejillas. —Bonito pijama por cierto —se ríe y ruedo los ojos.

—¿Dónde está Sam? ¿Y tu madre? —le pregunto confusa al no verlas por ninguna parte de la casa.

—Han salido a hacer la compra.

—¿Ahora? ¿Pero si todavía es pronto, no? —niega.

—Si son las 12 ya chavala —abro los ojos.

—Ostia, ¿enserio me he quedado dormida hasta tan tarde? —afirma —¿y por qué no me has despertado idiota? —le regaño cruzándome de brazos.

—Pues porque, bueno, no sé lo que te pasaría ayer. Pero supongo que has pasado una mala noche y no quería despertarte... —me dice rascando su nuca nervioso. Sonrío tímidamente acercándome a él.

—Aw Hugoo, eres más mono cuando quieres —revuelvo su pelo y se ríe poniéndose algo colorado.

—Hombre, es que aunque no lo demuestre, tengo sentimientos. ¿Sabes? —dice mirándome fijamente a los ojos y me quedo perdida en los suyos también.

—Lo que me dijiste anoche... ¿Era verdad?

—¿El qué? —me pregunta confuso mientras nuestras miradas siguen conectadas.

—Que te importo, mucho más de lo que creo —repito sus palabras jugando con mis manos nerviosa por nuestra proximidad, ya que solo unos centímetros de distancia nos separan. Intento dar unos pasos hacía atrás, pero mi espalda choca contra la encimera por lo que no tengo escapatoria.

—Sí, es verdad... —susurra acortando cada vez más la distancia entre nuestros cuerpos y mi corazón se acelera. —Pero tampoco te flipes eh, que te sigo odiando niñata —niego riendo sarcásticamente.

—Ah, ¿ósea que me odias, pero a la misma vez te importo? —le pregunto alzando una de mis cejas.

—Eso es —dice sin apartar sus ojos de los míos.

—No tiene sentido, pero tú a mí también.

—¿Yo a ti qué?

—Que me importas, aunque te odie, mucho. —contesto con un hilo de voz porque me cuesta articular palabra al tenerle a milímetros de mí.

—Y te pongo nerviosa —sonríe divertido.

—Puede, pero yo a ti también. —no sé ni de dónde saco el valor para acercar nuestras caras hasta que mi nariz llega a rozar la suya. —¿O me equivoco? —digo sonriendo de la misma forma y traga saliva.

Su intensa mirada baja a mis labios y me los muerdo inconscientemente. Se va inclinando poco a poco hacía mí posando sus manos en mi cintura y siento como si el corazón se me fuese a salir del pecho. Ay mi madre... ¿Me va a besar? Y lo peor de todo, ¿por qué quiero que este idiota me bese?

Cierro los ojos esperando que sus labios se posen sobre los míos, pero ese momento nunca llega ya que justo oímos como la puerta de su casa se abre.

—¡Hola! ¡Ya estamos en casa! —Sam y Ana aparecen en la cocina con las bolsas de la compra y nos separamos del otro rápidamente. Dios mío, ¿qué acaba de pasar? Mi cara debe de estar más roja que un tomate ahora mismo. Hugo carraspea.

—Hola —les saludamos incómodos.

Las dos se miran entre sí sonriendo.

—Venga niños, poneos a desayunar, que va a llegar la hora de la comida y aún estáis así —nos riñe Ana.

Le hacemos caso preparándonos cada uno nuestro desayuno, evitando cruzarnos en todo momento. Después, nos sentamos en la mesa mientras que Sam y Ana van metiendo las cosas que han comprado en los armarios. Me quedo rayada por lo que casi pasa entre nosotros si no nos hubiesen interrumpido. Y es que últimamente el rubio ronda por mi cabeza mucho más de lo que me gustaría admitir, y odio que sea así, porque no quiero llegar a pillarme por él cuando sé que Hugo no se pillaría ni querría algo serio nunca. Pero el que casi me haya robado mi primer beso no ayuda en nada.

—Eva, tu madre me ha llamado antes. Quiere que vuelvas a casa para que podáis hablar mejor las cosas. Estoy segura de que decidas lo que decidas te entenderá cariño —me dice Ana y suspiro.

—Eso espero. Gracias Ana, ahora voy para allí —nos sonreímos y termino de tomar mi desayuno.

—Por cierto Evi, esta noche es la primera fiesta del curso. ¿Por qué no vamos juntas? —niego rápido.

—Sam, ya sabes que a mí no me van las fiestas.

—Pero será divertido, ya verás. Y además, te vendrá bien para olvidarte de todo aunque solo sea por un rato. Venga porfii —me hace pucheros y resoplo.

—Bueno, me lo pensaré. Pero no te prometo nada, ¿vale? —asiente sonriendo y me abraza fuerte.

—Te quiero Evi. Seguro que todo va bien con tu madre, no te preocupes —la sonrío agradecida.

Me despido de Ana y me dirijo hacía la puerta de su casa para irme a la mía. Veo como Hugo me sigue hasta allí y me giro para mirarle a la cara confusa.

—¿Qué?

—Vente a la fiesta esta noche.

—¿Por qué? —se encoge de hombros.

—Le haría ilusión a mi hermana —ruedo los ojos.

—Ya le he dicho que me lo voy a pensar Hugo.

—Vaale...

—¿Algo más que quieras decirme?

—No, ya te puedes ir pa' tu casa morena —suspiro.

—Adiós idiota —abro la puerta y salgo de allí. No entiendo a este chico, me va a volver loca enserio.

InevitablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora