Capítulo 11

672 27 4
                                    

Despierto al sentir pequeños besos por mi cara.

—Buenos días, enana —me susurra Hugo con la voz ronca provocando que un escalofrío recorra todo mi cuerpo. Le sonrío tímidamente acurrucándome más a él. —¿Has dormido bien?

—Sí, tu cama es súper cómoda —suelta una carcajada.

—¿Mi cama o yo? Porque te has pasado toda la noche encima de mí —dice con una sonrisa ladeada haciéndome sonrojar y hundo mi cara en su cuello.

—Idiota —se ríe de nuevo.

Después de celebrar mi cumple con él y las chicas hasta tarde en la disco, me quedé en su casa para no entrar en la mía y molestar a mis padres y mi hermana que estaban ya durmiendo. Hugo me dejó una camiseta ancha que me llega hasta la mitad del muslo para poder cambiarme, y como estábamos agotados de bailar durante toda la noche, caímos inmediatamente en los brazos de Morfeo.

—Me encanta tu pelo... bueno, en realidad, todo de ti —susurra acariciándome el pelo con ternura. ¿Que si me acabo de morir de amor? Pues sí. Dios mío. ¿Pero cómo puede ser tan mono? ¿Y lo guapo que está recién despierto? No es justo en serio.

Le beso agarrando su cara con mis manos.

—Y a mí todo de ti, Hugo —me sonríe, pero enseguida aparta su mirada de la mía triste.

—Lo siento —alzo una de mis cejas confusa.

—¿Por qué?

—Pues porque solo he sido un imbécil contigo Eva.

—Hugo, eso ya lo hablamos ayer. Me pediste perdón por ello y yo te he perdonado, ya está.

—Ya, pero no es solo por eso, sino por hacerte creer que te odiaba y no me importabas durante todo este tiempo. Me arrepiento mucho de haberte alejado de mí cuando podríamos estar juntos desde hace años... —suspiro y acaricio su cara.

—Bueno, quizás hasta ahora no ha sido el momento correcto para estar juntos Hu. No te rayes más por eso, ¿vale? —asiente y sonrío volviendo a besarle.

Hugo profundiza el beso colando sus manos por debajo de la camiseta que me dejó anoche. Recorre de arriba a abajo la piel desnuda de mi espalda y siento una corriente de electricidad viajar a través de mi cuerpo. Mis manos también exploran su torso desnudo abandonando por un momento sus labios para depositar besos húmedos en su cuello.

—Eva María —dice entre gruñidos apretando mi culo.

—¿Qué? —le miro inocentemente.

—Pues que no soy de piedra —el calor sube de inmediato a mis mejillas al notar su dura erección, y me entra la risa tonta. Así que el cuello es su debilidad... —¿De qué te ríes mierdah? —refunfuña avergonzado, pero acaba riéndose él también.

Pasa un rato hasta que finalmente conseguimos detener nuestras risas. Y después de darnos unos cuantos besos más, nos levantamos de su cama. Mientras él va a darse una ducha, yo voy a la cocina a desayunar algo encontrándome allí con Sam.

—Buenos días Evi —me saluda con una sonrisa cansada y me acerco a ella para darle un abrazo.

—Resaca, ¿no?

—Ajá. Tengo un dolor de cabeza... —se queja masajeando sus sienes y niego riendo.

—Es que lo de anoche fue increíble. Gracias por hacerme salir de fiesta porque me lo pasé genial con vosotras y el idiota de tu hermano —me sonríe.

—De nada peque. Te merecías celebrar tu cumpleaños con una buena fiesta —nos reímos.

Preparo mi desayuno y me siento junto a ella.

InevitablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora