Capítulo 8

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Abro mis ojos lentamente al notar los primeros rayos de luz entrar por la ventana. Mi cabeza sigue apoyada sobre el pecho de Hugo, que duerme tranquilo con sus brazos aún rodeando mi cintura. Una sonrisa se asoma por mis labios al verle así de dormidito tan mono, y no puedo evitar acariciar su cara, pero con delicadeza para no despertarle.

Solo de pensar en lo que pasó anoche entre nosotros se me acelera el corazón y el calor sube a mis mejillas. Nos besamos, bueno, enrollamos. ¿Quién nos diría que ahora estaríamos así con lo mucho que supuestamente decíamos que nos odiábamos? Sigo sin creérmelo la verdad. Sentí muchísimas cosas que no sé describir con palabras, y él también me dijo que le hacía sentir muchas cosas. Pero tampoco puedo olvidarme de que Hugo no es de pillarse ni querer tener algo serio con nadie. Entonces, ¿ahora qué? Pff madre mía...

Los adorables hoyuelos que se le forman en la cara cuando sonríe me desvelan que ya está despierto.

—Buenos días —su voz ronca hace que un escalofrío atraviese todo mi cuerpo. —Menudo careto tienes por las mañanas, ¿no? —me dice con una sonrisa burlona y me aparto de él enfadada.

—Pues anda que el tuyo chaval —le contesto sarcásticamente y se ríe volviendo a atraerme a él.

—Que nooo, que solo era un broma enana. Venga, no te enfades porfa —ruega haciéndome pucheros.

—Es que eres un idiota —le digo aún algo molesta. Suelta otra carcajada y me llena la cara de besos.

—Estás preciosa Eva, como siempre, de verdad —me dice sonriendo mirándome fijamente a los ojos. Mis mejillas se tiñen de rojo y acabo por sonreírle.

Pero cuando se acerca para besarme en los labios, giro mi cara hacía el otro lado y frunce su ceño.

—¡Oye! Dame un beso —me pide y niego.

—No, ahora te jodes y te quedas sin beso. Por gilipollas Huguito —le digo sonriendo burlonamente y me fulmina con la mirada.

—Qué mala eres... —me río.

Niega sonriendo mordiendo su labio, y en un abrir y cerrar de ojos, le tengo encima besándome con urgencia. Nuestros labios encajan a la perfección, como si fueran dos piezas de un puzzle. Hundo mis dedos en su pelo mientras sus manos recorren las curvas de mi cuerpo erizándome la piel a su paso.

Despega por un momento sus labios de los míos para besar y mordisquear mi cuello. Y sin poder evitarlo, pequeños gemidos escapan de mi boca.

Vuelvo a atraer su boca a la mía ansiosa de más, como si no pudiera tener suficiente de él y de las mil sensaciones que provocan en mí sus besos.

Pero el sonido de la puerta de mi casa abriéndose, me obliga a separarme inmediatamente de Hugo.

—¡Eva, cariño, ya hemos vuelto!

—Mierda, mis padres —susurro con la respiración agitada. Se me había olvidado por completo que volvían por la mañana con mi hermana a casa.

—Joder... —él también intenta recuperar la respiración. —¿Y ahora cómo salgo yo ahí fuera todo empalmado? —le pego una colleja y se ríe.

Tapo su boca con mi mano para que se calle.

—¡Hugo!

—Perdón, perdón —suspiro.

—Tienes que salir ya de aquí, pero sin que te vea nadie. Si se enteran de que has estado en mi habitación y encima, durmiendo conmigo...

—Se te olvida que también nos hemos enrollado morena —me recuerda con una sonrisa ladeada haciéndome sonrojar y le fulmino con la mirada.

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