Beatriz

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-Be... Be... Be... Beatriz - la chica no entendía, no conocía a nadie que tuviera ese nombre - Be... Be... Beatriz... soy... so... soy... yo... yo... Dante.

Y lo recordó, lo supo, recordó aquel baile en donde había conocido a aquel hombre, recordó aquella noche en donde todo había parecido mágico, su corazón comenzó a saltar, sentía que se saldría de su pecho, no podía creerlo, sería... no lo creía posible, no podía ser.

-No puede ser - Elizabeth volvió a tomar su mano - no puedes ser tú - una lágrima comenzó a correr por su mejilla - no, es imposible, no puedo creerlo.

-Beatriz - veía que la llamaba como desesperado y ella no pudo hacer más que contenerlo, aún sin poderlo creer.

-Estoy aquí Dante - dijo como un susurro en su oído.

-No... no... no... no me... no me dejes - se veía desesperado.

-Nunca - beso su mejilla - Nunca

De pronto vio como su cuerpo se calmaba, el color permanecía en su rostro pero esta vez estaba mucho más calmado, estaba tranquilo, ella aún no soltaba su mano hasta que sintió que el la liberaba un poco, al fin la soltó y ella la sacó. Rápidamente partió al baño que quedaba en frente de la habitación.

Aún no podía creerlo, tomó un poco de agua entre sus manos y lavó su rostro.

-Esto es imposible, no puede ser - seguia negándose - quizás conoce a otra mujer llamada Beatriz

-¿Señorita Elizabeth está bien? - Dumbledore le habló desde la puerta.

-Si señor, todo bien.

-Escuche algunos ruidos desde abajo y vine a ver que sucedía.

-No fue nada, solo la fiebre le subió un poco pero ya pasó - le dio una sonrisa al hombre.

-¿Mencionó algo?

-Llamaba a una chica, Beatriz ¿usted sabe de alguien con ese nombre? - el hombre nego con la cabeza.

-Lo siento querida, no.

-Debemos traer a la chica ¿sabe si es peligroso entrar en su mente estando en ese estado?

Ella necesitaba saber si era verdad y era la única manera en que se le ocurría saberlo. Lo necesitaba con urgencia, sabía que odiaria a Severus Snape si era él pero también sabía que si lo era haría lo que fuese para no romper esa promesa que le hizo aquel día.

-Creo que es posible pero debe tener mucho cuidado - ella asintió - podría dañar su mente si no lo tiene.

-Tendre cuidado señor, se lo prometo.

-Eso espero - el hombre salió en dirección a la habitación.

Minutos después de normalizarse, de respirar, de tranquilizarse, se acercó a la habitación con varita en mano.

-Si la fiebre sube será expulsada de su mente - ella asintió.

-Legeremens - conjuró.

Todo se veía oscuro, no podía distinguir nada hasta que vio una luz serca y se aproximó, ahí pudo ver a Snape, se encontraba en Hogwarts, hablaba con Dumbledore, este lo convencía de ir a una fiesta que haría el ministerio porque sabía que se presentarían muchos mortifagos al lugar. El terminaba aceptando.

Luego el recuerdo cambió, estaba en la fiesta de Slughorn, ambos bailaban, el hablaba sobre su capa de fiesta y ella reía, luego volvió a desaparecer.

Apareció en el bosque prohibido el la tranquilizaba mientras se acercaban al punto para aparecerse a la mansión Malfoy.

Volvió a cambiar, este si parecía ser aquel recuerdo, se encontraba junto a Lucius Malfoy, ambos estaban en aquella fiesta y el vestía la ropa y aquella máscara característica de su preciado Dante, sin duda era el, sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas y el recuerdo volvió a cambiar se veía a ella junto a él, bailando juntos en la pista de baile mientras se susurraban cosas.

Y salió, salió de su mente disparada, era todo lo que necesitaba ver.

Todos estos días, estos meses, él, su Dante, había estado frente a ella. Dumbledore miraba a la chica que tenía lagrimas en los ojos y por única vez no supo que sucedía.

-¿Esta bien Elizabeth?

La muchacha negó y salió de la habitación, necesitaba despejarse, aún no lo podía creer pero era imposible no hacerlo cuando lo tenía en frente, cuando lo había visto con sus propios ojos, era él, era el hombre al que no había querido buscar por pensar que podía haber estado muerto, pensar que no era del todo real, dejar que la guerra pasara y lo odiaba, lo odiaba pero lo amaba, era una guerra de sentimientos dentro de su corazón. Había salvado al hombre que amaba, con el que había pasado la mejor noche de su vida, con el que tenía una promesa y la cumpliría por supuesto, porque a pesar de odiarlo el amor pesaba más en ella y necesitaba recuperar al hombre perfecto que conoció en aquella magnífica velada.

Al bajar pudo ver a Harry aún sentado en aquel roido sofá que estaba en la sala.

-¿Elizabeth, estás bien? - se acercó a su amiga rápidamente tomándola de los hombros.

-Si, estoy bien, no es nada - secó sus lágrimas con su mano - me quedaré, Dumbledore me pidió...

-Si, ya me lo dijo, ten cuidado ¿si? - ella asintió - iré a ver a Teddy, vendré en estos días, traeré a los chicos para visitarte antes de que los juicios comiencen.

-Esta bien - abrazó a Harry - nos vemos.

-Nos vemos - se despidió con la mano antes de salir por la puerta y luego desapareció.

-Señorita Elizabeth ¿esta... - Dumbledore preguntó a sus espaldas.

-Lo estoy señor - volteó a verlo.

-¿Que es lo que vio?

-Vi muchas cosas por las que tuvo que pasar el profesor Snape - mintió descaradamente, el mago no podía saberlo, al menos no por el momento, era mejor mentirle aunque conociendolo quizás no le creería pero dejaría de preguntar, por el momento no quería que nadie supiera su historia con el profesor de pociones.

-Lo siento mucho ¿pudo ver algo sobre aquella mujer?

-Si señor, pude verla pero ella murió, en la guerra - el anciano asintió.

-Entiendo. Creo que me retirare ahora, como le mencioné las pociones están arriba, la próxima será dentro de una hora - la chica asintió - dejé una lista y las etiquete para hacérselo más sencillo, bien ahora me retiro, adiós querida - se despidió con un movimiento de cabeza y se marchó.

Elizabeth ya conocía esa casa, sabia donde estaba la mayoria de cosas así que no le costó mucho encontrar la biblioteca, de donde sacó un libro y se sentó en el sofá de la sala para distraerse un poco y olvidar lo acababa de ver, necesitaba un poco de calma. Poco le duró aquello pues desde la habitación de arriba comenzó a escuchar sonidos otra vez, lo más notorio, quejidos.

Se levantó del sofá y caminó con el libro hasta la habitación. Severus se movía hacia todos lados nuevamente, pero esta vez no pedía a aquella muchacha, solo se quejaba.

Ella se acercó a ver que sucedía, lo miró desde la punta de su cabello hasta aquel particular rostro, bien llamativo, pudiendo notar sus labios resecos. Sabia lo que sucedía, el hombre estaba sediento.

-Dame un segundo ya traere agua - habló como si el pudiese escucharla, corrió hasta la cocina por un vaso de agua y al volver tomó su cabeza para ponerlo en su boca - bebe, bebe, bebe - pudo ver, como el hombre lo hacía a penas pero tragaba y era una buena señal - eso, muy bien.

Al terminar, lo dejó recostado otra vez, ya no se movía tanto, estaba mucho más tranquilo. Ella no volvió a bajar pues lo más probable sería que el volviera a moverse así, era más práctico estar ahí mismo.

Sin más, tomó su libro y comenzó a leer otra vez sentada en la silla a su lado y con la pequeña esperanza de que el pudiera oírla aunque sea inconscientemente, comenzó a leerlo en voz alta para ambos.

Una Grindelwald en HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora