Capítulo 18

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5:00 A.M.

Otro día más de entrenamiento, otro día más en este infierno.  Si por mi fuera, dormiría todo el día. Han pasado dos meses, desde ese fatídico día que murió Alda. Mi rutina ahora consiste básicamente, en levantarme a esta hora para entrenar, mientras ruego para que ningún niño se despierte. Después me meto en la ducha corriendo, y me visto. Casi siempre, cuando salgo, Allegra comienza a quejarse para comer. Por lo que suelo engancharla a mi pecho, mientras reviso las posibles novedades que hayan. Terminado todo con mi pequeña, comienza la rutina de los pequeños. Aunque para mi suerte, varias de las sirvientas, se ocupan de ellos durante todo el día. 

En cuanto a los chicos, parecen estar cada día más cerca de encontrar el fin de esta guerra. Han conseguido aliarse con la mafia rusa y, juntos, están rodeándoles. Pronto, caerán ante nuestros pies.

Ángelo vino cada noche, para dormir junto a nosotras. Pero en el último mes, dejó de hacerlo. Ni siquiera contesta a mis mensajes, absolutamente nada. ¿Las razones por las que dejó de venir? No sabe, no responde. Lo único que sé, es que llegará el momento que tenga que darme esas explicaciones.

-Buenos días, Alessandra-me saluda Luciano, al verme entrar en el gimnasio.

-Buenos días, Luciano. ¿Listo para el entrenamiento?

Él asiente, e inicia el cronómetro. El entrenamiento consiste en 30 minutos de trote, después me enseña defensa personal. Aunque ya hemos avanzado bastante, y normalmente solo es un simple repaso. A continuación, Luciano me muestra qué hacer en caso de secuestro. Según él, toda persona que esté en la mafia, debería de saber eso. Y ya para finalizar, nos vamos a la zona de tiro. Sin duda, una rutina demoledora.

-Deberías de desayunar, antes de entrenar-comenta Luciano, mientras caminamos hacia la zona de tiro.

-¿A ti te da tiempo a desayunar?-le pregunto, a lo que él asiente.-¿Acaso no duermes o qué?

-Claro que duermo, pero no me ocupo de cinco niños. En cuanto termina mi trabajo, me retiro a descansar, sin tener la responsabilidad de nadie.

-Tienes razón.

Ambos reímos bajito, y sacamos todo lo que necesitamos. Los guardias parecen tenerme miedo, en cuanto paso por su lado, se ponen rectos como un palo. Ninguno es capaz de mirarme a los ojos, siempre mantienen su mirada en el suelo. En el momento exacto, en el que estamos, varios de ellos se mantienen custodiando la puerta. 

La alarma comienza a sonar, anunciando una posible invasión. Siento como mi organismo se tensa, y tomo el arma antes de salir corriendo. Detrás mías siento los pasos de los guardias, a la vez que Luciano comienza a dar órdenes. Subo las escaleras de dos en dos, entrando de un golpe a la habitación de los niños. Aimé ya se encuentra allí, tratando de calmarles. Le hago una seña para ir hacia el refugio, que se había terminado de habilitar tan solo una semana antes. Tomo a mi pequeña en brazos, y formamos una fila con los demás pequeños. Tal y como les habíamos enseñado, para no sufrir ningún daño.

Los guardias nos rodean, cuando nos ven salir, y nos acompañan hasta el refugio. Una vez que ellos están dentro, y asegurándome de que dos personas custodian la puerta,  salgo en busca de Luciano. La alarma ha dejado de sonar, mientras que los demás corren de un lado a otro.

-¿Qué cojones está pasando?-le pregunto a Luciano, una vez que llego a su lado.

-Aún no lo sabemos, no hay nada que nos indique lo ocurrido.

-Puede que haya un posible infiltrado y, ¡¿no sabéis qué coño ocurre?!-él se queda callado, y se limita a asentir.-¡Quiero a todo el mundo revisando la puñetera casa de arriba a abajo! ¡En media hora quiero una respuesta!

Siempre unidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora